Habían pasado un par de semanas desde que Luka encontró el sobre con el expediente de su padre y pese a la escasa información que contenía aún lo conservaba, cada noche releía los documentos esperando encontrar alguna información que hubiese pasado por desapercibido.
Se encontraba dando vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño ya que los mellizos, Polly en realidad, le enviaron una carta que lo dejó afligido. En la carta, la pequeña decía lo mucho que extrañaban a su madre, a él y a su hogar en Rubí, las entristecidas palabras de su hermana consiguieron que su propia incertidumbre aumentara. No había día en el cual no pensara en ellos o en Roxana particularmente, imaginar la clase de vida que debía de llevar estando bajo el dominio de los galanight le daba escalofríos, a pesar de los conflictos entre ambos la extrañaba demasiado y se lamentaba no haber sido capaz de salvarla. Para complicar aún más la situación, el tema de Neil todavía lo importunaba.
Cada vez que intentaba dormir su mente empezaba a recordarle aquel sueño de su vida tranquila y feliz antes de la guerra, en donde sus padres conversaban de lo emocionados que estaban porque él entrara a la escuela, y terminaba por atormentarlo con los recuerdos de la habitación de la maravillas y las pesadillas que tuvo durante sus primeros días en el cuartel general.
“¿Por qué será tan complicado averiguar lo que le sucedió a papá? ¿Qué podría haberle pasado? ¿Cómo se encontrará mamá? Ah, tampoco olvides que provocaste la muerte de alguien” Eran los pensamientos que iban y venían una y otra vez.
Con un gran cúmulo de sentimientos mezclados junto a la incertidumbre y el temor sentía que se asfixiaba, necesitaba aire fresco. Siempre que se le presentaba un problema en casa y lo embargaba la misma sensación iba al jardín trasero a ver las estrellas, la belleza del cielo nocturno le ayudaba a despejar las preocupaciones y aclarar su mente para encontrar la solución, incluso en varias ocasiones creía escuchar que las estrellas le hablaban como si lo estuviera aconsejando. Sin embargo, en aquella fría y cuadrada habitación no había ventanas por las cuales pudiera ver el cielo, de hecho, ahora que lo pensaba en ninguna parte del cuartel había ventanas sólo estaba el tragaluz que infortunadamente era bloqueado durante la noche, las ventanas que se percibían por fuera del cuartel eran falsas.
Ya pasaban de las once de la noche, los soldados de su nivel tenían prohibido salir de sus habitaciones después de esa hora. Durante unos segundos se resignó a pasar otra noche de insomnio cuando una idea, una probablemente muy mala, cruzó por su mente ¿y si se escabullía a la azotea del cuartel haciéndose invisible? Aunque llevaba poco tiempo aprendiendo el hechizo consideró que su progreso hasta el momento era suficiente para lograr dicho cometido. Reflexionó la idea descartándola reiteradamente, no deseaba meterse en más problemas, sin embargo, realmente necesitaba de la guía estelar.
Sigilosamente se levantó de la cama, tomó el uniforme y se dirigió al vestidor. Sin hacer el más mínimo ruido agarró su mapa encantado para encontrar la salida a la azotea y salió de la habitación a la diminuta área común. Estando allí cerró los ojos y suspiró lentamente para concentrarse en el hechizo, al abrirlos observó que su cuerpo se encontraba cubierto por una especie de neblina, señal de que el hechizo era un éxito. Sin más que perder abrió la puerta y se introdujo al silencio nocturno del cuartel.
Durante las noches el ambiente del cuartel se tornaba ligeramente tenebroso y no precisamente por la falta de luz, el recinto estaba enteramente iluminado por brillantes luces amarillentas, sino por la escasez de personas movilizándose entre los confusos pasadizos, el único rastro de vida en todo el lugar eran los soldados que montaban guardia. Por más iluminación que hubiera, el silencio y el vació daban la impresión de encontrarse en un sitio abandonado y peligroso, en el que constantemente tienes la sensación de que algo o alguien extraño se aparecerá repentinamente. Aun siendo invisible, caminó con precaución por los pasillos temiendo ser descubierto. Un par de veces se cruzó accidentalmente con algunos guardias, por fortuna, ellos no podían verlo y una vez que pasaban de largo suspiraba aliviado para continuar su camino.
La salida a la azotea se encontraba, lógicamente, en el último piso del cuartel. Una vez que llegó al punto que indicaba el mapa visualizó unas escaleras escalonadas que debían de llevar a la azotea. Al momento de dar un paso hacía ellas sintió una mano colocarse sobre su hombro, el inesperado tacto lo dejó helado.—¿Se puede saber a dónde te diriges Stellan?
Al instante reconoció la voz de la subcomandante Selene. La neblina seguía cubriéndolo ¿Cómo lo había visto?, temblorosamente volteó a verla.—Y-yo..puedo explicarlo— espetó nervioso, realmente no sabía cómo iba a justificar su conducta.
—Oh más te vale que así sea. A mi salón, de inmediato— pronunció molesta mientras lo arrastraba por el brazo a su salón personal.
Conforme avanzaron el hechizo de invisibilidad se fue deshaciendo, exponiendo a Luka a la vista de cualquiera. El pequeño salón de Selene se trataba más bien de una oficina amueblada por muebles de madera y una gran variedad de libros y documentos esparcidos por cada rincón. Al ingresar, la subcomandante sentó a Luka en un sillón individual que se encontraba frente a un escritorio sobre el cual había un computador holográfico y demás papeles. Selene envió un mensaje desde la computadora e inmediatamente se paseó a lo ancho del salón de manera autoritaria. Su mirada penetrante y enfurecida no se apartaba ni un segundo del joven pelinegro quien estaba hecho un manojo de nervios.