El caos que se vivía en la Metrópoli era atendido por exaltados soldados que corrían en medio las alborotadas calles del planeta, bajo el manto de un sombrío cielo gris, en asistencia y salvaguarda de los civiles. Los hechiceros en particular, quienes eran un grupo reducido de soldados entre los cuales figuraba Luka, creaban escudos alrededor de la planta base de los edificios para garantizar la seguridad de las personas. Por desgracia, debido a la falta de hechiceros no se daba abasto para cubrir cada edificio, además los escudos entre más grandes y poderosos tendían a agotar considerablemente al hechicero.
A pesar de que sus ojos estuvieran protegidos gracias al hechizo del equipo médico, el entorno era prácticamente imposible de visualizar a causa de la magnitud de las columnas de aire y polvo, teniendo la posibilidad de distinguir su alrededor únicamente cuando un estruendoso relámpago iluminaba momentáneamente al planeta. Por ello, Luka se encontraba completamente desorientado, desconocía dónde se hallaba parado y mucho menos sabía qué dirección seguir para llegar al albergue de los mellizos, los llamaba a gritos sin obtener respuesta. Resignado, continuó ayudando a los soldados y demás personas que tenía cerca, cuando el peligro terminará iría a buscarlos inmediatamente, por ahora, no le quedaba más que pedirle a Celestia que los protegiera.
Minutos después la tormenta eléctrica comenzó a actuar de manera extraña pues su intensidad aumentaba y disminuía con brusquedad, era inestable. La explicación detrás de ello la tenía su majestad Marth Berenguer, quien intentaba desvanecer la tormenta desde la azotea del cuartel. Se estaba esforzando en exceso, tanto que sus manos temblaban; en momentos se detenía apoyándose sobre sus rodillas para descansar y recuperar el aliento con profundas bocanadas de aire. La frustración y desesperación era evidente en su rostro.
Ante la situación de su majestad, Alain detuvo el hechizo que realizaba con Elián y Metztli y se encaminó hacia él en un intento de apoyarlo.—. Majestad, el esfuerzo que está haciendo podría ser peligroso para su salud, si me permite ayudarlo conseguiremos que…
—¡Ni se te ocurra!— Exclamó Marth levantando un brazo indicándole a “su hermano” que se detuviera.
—¿Por qué no majestad? —Intervino el general que anteriormente lo había subestimado.—. Si hubiéramos dejado al capitán Farren encargarse de la situación todo habría terminado varios minutos atrás. Me temo, subcomandante, que ha cometido un grave error al confiarle al príncipe una tarea tan importante— declaró mirando a Selene.
—Suficiente general— pronunció enfada al notar la mirada entristecida de su protegido ante el comentario.—. Capitán Farren, deje de entrometerse y regrese a su posición. Usted general, sabe que es dañino dejar toda la carga de hechizos a una sola persona, además confíe en su majestad, él…
—¡Cuidado!— Gritó Metztli al advertir la proximidad de un tornado, al instante tomó a Alain y Elián para protegerse juntos bajo su escudo de aspecto acuoso. La subcomandante hizo lo propio con Marth y los demás soldados que llevó consigo, en el acto cayeron al piso.
Tras el paso del tornado, el área de la azotea en la que se encontraban quedó dividida en dos. De un lado yacían los jóvenes hechiceros que se encargarían de disolver los tornados, y del otro, el resto de la compañía. Al pasar el peligro Selene observó el horizonte horrorizada, la tempestad arrasaba con mayor violencia la Metrópoli, necesitaban detenerla inmediatamente. Pasó saliva con pesadez y ocultando su nerviosismo a la perfección miró al príncipe.—Marth, mírame...sé que puedes hacerlo, demuestra de lo que eres capaz.
Marth contempló estupefacto a la soldado que por años fungía como su protectora, sacudió la cabeza para alejar la aflicción y se levantó con firmeza. Sencillamente dejó fluir el poco poder que tenía, a sus pies se formó un círculo de luz roja cuyos símbolos interiores aludían a planetas. Al momento en que el príncipe alzó ambos brazos al cielo los relámpagos y el sonido de los truenos comenzaron a distorsionarse, su postura junto al cielo nublado y el viento agitando su cabello le daba la apariencia de un hechicero poderoso. Sin mayor demora, la tormenta eléctrica se fue desvaneciendo y los tornados disminuyeron su intensidad. Marth sonrió ampliamente al contemplar los cielos despejados, lo había conseguido. Sin embargo, la energía que ello le demandó provocó que se mareara, hubiese caído de espaldas al piso si Selene no lo hubiese atrapado justo a tiempo.—. Lo hiciste excelente...—Susurró suavemente al príncipe a la vez que acomodaba sus cabellos y tiara. Cambiando drásticamente de semblante y tono de voz se dirigió a los chicos del otro lado de la azotea. — ¡Preparen ese hechizo!
—¡Si, señora!— Respondieron al unísono.
—¡Vaya! Sigo sin poder creer que esté confiando en mí para hacer esto, pensé que me detestaba y juzgaba de irresponsable— comentó Elián para aligerar el ambiente mientras se posicionaba para formar un triángulo.
—Selene sabe reconocer las habilidades de las personas, y tú eres un experto en viento Eli— respondió Metztli jovialmente.
—Admito que la conversación me es amena joven Ramsé, no obstante, será mejor concentrarnos en el hechizo— interrumpió Alain cortésmente.
—Oh, por supuesto, disculpe capitán.
Los chicos levantaron sus brazos para completar el triángulo, en tanto, Selene se comunicaba con los hechiceros del equipo médico, ubicados en el piso principal del cuartel, a través del comunicador. Cualquier comunicación hecha por ella o dirigida a su persona era escuchada por cada soldado sin excepción. —. Equipo médico ¿la red de seguridad está lista?