Cementerio de deidades

CAPÍTULO CATORCE

 

Según estudios todo lo que te ocurra durante los primeros años de vida, te marcan de una manera única, dejando una huella en tí.

Hace ya mucho tiempo, cuando las monarquías aún dirigían el mundo, Arica debió enfrentarse a una situación que siempre recordó a lo largo de su vida.

Poco llevaba gobernando el bosque por lo que solo algunos cambiaformas sabían de la existencia del lugar y muy pocos habitaban allí. Era una noche de silencio cuando la calma se vio interrumpida por una serie de gritos amenazadores, similares a los que se oían cuando —en el pueblo cercano— colgaban a una mujer por bruja y se creaban hordas de personas furiosas que gritaban y aclamaban la ejecución de lo que para ellos, era una abominación.

 

De entre la maleza apareció una mujer adulta de cabello castaño que llevaba un camisón blanco manchado de sangre y tierra, el cual llegaba hasta sus pies. Su rostro estaba cubierto de heridas, suciedad y cicatrices que provocaron en una joven Arica, por primera vez en su vida, un auténtico terror por lo que venía detrás de ella.

Hombres con armaduras montados a caballo con espada en mano, surgieron  de la oscuridad que les proporcionaban los árboles con miradas desquiciadas que reflejaban los más sádicos pensamientos.

 

—Joven dama —exclamó uno de ellos al verla agacharse junto a la mujer herida que descansaba, agotada, en sus tierras —No se acerque a ese monstruo, es sumamente peligrosa.

 

—¿Peligrosa? —le había preguntado con su tierna voz que para ese entonces carecía de toda la fortaleza que adquirió años más tarde —No lo parece. Aquí los únicos que parecen peligrosos son ustedes, caballeros. Apuntando con sus armas a dos mujeres indefensas.

 

El hombre hipnotizado por su belleza habló sin cuestionarse absolutamente nada, ignorando el peligro que los acechaba a sus espaldas.

—No se deje engañar por su apariencia, las cosas más hermosas son las más temibles, eso sin duda es una verdad cierta —un asentimiento colectivo se oyó por parte de los demás hombres — Es un demonio y mio. Por un error escapó de su jaula esta noche, en un descuido de mis sirvientas, es por ello que venimos detrás de ella. Es de mi propiedad.

 

Al ver que el silencio se propagaba, agregó.

 

—La adquirí en el mercado hace ya diez años, convirtiéndome en la envidia de todo el reino —exclamó con sorna, burlándose cruelmente de la mujer tirada a los pies de Arica que lloraba de manera incontrolada —El único que tiene en su propiedad a un ser que cegado por el poder, que vendió su alma al diablo y por eso en las noches, se convierte en un gran lobo plateado. Es por eso, bella dama, que entenderá que no puedo perderla.

 

Furiosa, Arica comprendió que aquel humano se regodeaba del sufrimiento de uno  de los suyos y que ahora, estaba frente a sus narices reclamandola como suya. Como si de un objeto se tratase.

Por primera vez experimentó la sed de sangre para vengar a todos aquellos cambiaformas que estaban a la merced de aquellos soberbios hombres.

 

—Tiene usted razón, caballero, cuando dijo que las cosas más hermosas son las más temibles —le dijo con un tono de voz seductor, mirando entre él y los demás hombres que hasta el momento se habían mantenido al margen — Y es por ello, que gracias a su soberbia e ingenuidad no se percató de que la muerte le está susurrando al oído…

 

Desconcertados, todos la observaron cambiar de forma viendo cómo cada uno de sus huesos se rompía para luego dar paso a una gran bestia blanca que destilaba furia.

 

Aterrados los hombres comenzaron a emprender su huída por el mismo camino en el que habían llegado, pero fueron demasiado lentos y terminaron entre las fauces de unas muy enojadas Arica y Nieve. De los diez hombres que habían llegado, solo dos pudieron escapar llevando consigo graves lesiones que, días más tardes, le costaron la vida de todas formas.

 

Al terminar su festín sangriento, volvió a adquirir su cuerpo humano dando un aspecto aterrador. Su hermoso vestido que siempre se mantenía impecable ahora estaba empapado de sangre al igual que su rostro que estaba manchado por esta casi en su totalidad y que gracias a las sombras que provocaba la noche estrellada le daba un aspecto tétrico mientras pequeñas gotas de sangre se deslizaban por su cuello.

 

—Gracias… —escuchó decir a una débil voz.

 

La mujer que antes escapaba estaba recostada sobre su espalda, observando las estrellas con un brillo singular en los ojos.

 

—Gracias por permitirme morir así...libre —tras esas palabras la mujer murió con una sonrisa en su rostro y un alma liberada.

 

Esa fue la primera vez que Arica arrebató una vida sin piedad, sin siquiera pensarlo, pero no la última.

 

Los hombres que escaparon no desperdiciaron la oportunidad y esparcieron, antes de dejar ir su último aliento, el rumor de las mujeres que cambiaban de forma y del temible demonio que se ocultaba en el bosque cerca de allí.

 

Rápidamente todos le temieron al bosque y a su guardián, dándole el nombre de La bestia de Gévaudan. Iniciando una leyenda que perduró durante  muchísimos siglos.




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