APRIL
“Por qué tarda tanto? ¡Sabía que no tenía que confiar en ese canalla!”, se enojó Elizabeth que continuaba caminando dando vueltas en círculos. “Tú, mientras tanto, ¿has hecho todo lo que debías hacer?”
“Sí señor!”, respondí tensa. “Estoy vestida, maquillada, llevo el collar arreglado por Grucho. También hice una prueba para asegurarme de no terminar electrocutada. Después llamé a Eve, mi amiga de la facultad, que le dirá a mis padres que pasaré la noche con ella en caso de que hubiera algún problema, aunque soy lo suficientemente grande como para no tener que rendirles cuentas de todo lo que hago.”
“Ya estamos atrasados diez minutos y Leo no está aquí”, comenzó a preocuparse Elizabeth, que seguía llamándolo al teléfono.
Por fortuna, después de algunos segundos llegó Leo corriendo, con el esmoquin completamente hecho jirones y con moretones y rasguños por todo el cuerpo.
“Se puede saber qué demonios sucedió?”, dijo Elizabeth. ¿Era una impresión mía o estaba seriamente preocupada por su primo?
“Mi padre descubrió que esta noche iré a la fiesta del Príncipe y no lo tomó bien”.
“Pero no puedes ir a la fiesta vestido de esa forma!”, se asustó Elizabeth tocando su mandíbula herida e hinchada.
“Sólo tengo que recomponerme”
“Necesitarás horas!”
“Iré sin él”, improvisé.
“Claro que no”, me respondieron a coro.
“Puedo hacerlo.”
Elizabeth me tomó por los hombros. “No, tesoro, soy yo quien no puede permitir que vayas a una cueva de vampiros enemigos, sola e indefensa.”
“No tienes que preocuparte tanto por mí o mi corazón comenzará a latir como un tambor”, me burlé de ella.
Mis palabras debieron irritarla, porque de repente se alejó aterrorizada y asumió de nuevo su aire severo e implacable.
“Escúchenme, nuestro plan es perfecto. Todos creerán que soy Elizabeth y nadie osará siquiera a tocarme, ya que soy la hija de un Antiguo y ex miembro de la nobleza vampira. Tengo el collar conmigo, por tanto, tendré todo el tiempo para poder salir y volver al coche rentado que aparcaré cerca. Con la magia de Leo esconderé también el latido de mi corazón hasta la medianoche. En fin, ¡estoy en un barril de hierro!”, Les recordé para tranquilizarlos.
“Prométeme que no te meterás en problemas y que te mantendrás al margen. Intenta mantener alejados a los vampiros.”
“Prometido.”
En contra de todo pronóstico, Elizabeth saltó alrededor de mi cuello, abrazándome con fuerza. Una de sus rarísimas demostraciones de afecto.
“¡Te lo ruego, presta mucha atención! Si te sucediera algo, no me lo perdonaría en toda la vida… y yo vivo mucho, ¿entiendes?”
“Si”, respondí divertida por su aprehensión.
“Sé que me arrepentiré”, se rindió Leo acercándose a mí y tomándome una mano. En un segundo sentí un fuerte calor y después una descarga helada que se propagó en todo mi cuerpo, haciéndome temblar por algunos segundos. El encantamiento había funcionado.
Envuelta en mi vestido de chiffon negro y con una sofisticada máscara de plumas, que Elizabeth me puso atándola al chignon que me había hecho para esconder mis cabellos rojos, me dirigí hacia el que era mi destino.
Conduje por una hora dejando que el GPS me indicara el camino oscuro en medio del campo abierto.
A diferencia de los demás, aparqué el coche al costado del camino, más allá del estacionamiento, entre los cipreses que circundaban el camino de tierra.
Conté cinco cipreses y luego llegué al pie de una inmensa villa del ochocientos con una escalera doble que llevaba a los invitados directamente al salón de baile.
Con el corazón a mil, me acomodé la máscara temblando, estiré el vestido y, jugando con el collar de rubíes para tranquilizarme, me dirigí hacia la entrada.
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Editado: 27.03.2021