Chaos Soul Chesshire saga: El gato del ajedrez

Capítulo III ¿De qué color eres?

Chesshire vio esas piezas con detenimiento y confirmó sus sospechas, eran personas que él conocía, personas que él mismo había visto en el mundo del ajedrez, pero había una pieza en especial que había capturado totalmente su atención, de alguna forma esa “pieza” le era conocida de otro lugar ¿Pero de dónde?

No lograba recordarlo.

Suspiró para guardar la calma y  con un movimiento de pata, aparecieron sus piezas de color negro.

— ¿Me dejas las blancas, gato?— preguntó la joven, mientras tomaba asiento en una sillita de marfil al otro lado del tablero. Acomodó su vestido blanco de lazos rosados y agitó suavemente su largo cabello negro para quitar los rizos que le caían por los hombros.

—Los invitados empiezan— dijo sin prestarle mucha atención.

La joven hizo su jugada y espero alguna reacción en el rostro del gato, odiaba sus ojos blancos e inexpresivos, también su manera tan tranquila de hacer las cosas; ya que eso no le permitiría del todo prevenir sus ataques.

Ambos fueron moviendo sus piezas una a una y en cada jugada, ella trataba de encerrarlo para dejarlo fuera de combate, pero sus tretas de nada le servían porque el gato parecía adivinar cada uno de sus movimientos, lo cual la hizo enfadar y decidió emplear otra táctica en el juego: Confundir la mente del gato.

—Gato dime— dijo ella con tierna voz.

—¿Qué deseas? –dijo el gato con la cabeza metida en el tablero de ajedrez.

—Hace mucho ¿qué estás aquí? ¿Tienes amigos? ¿Alguna vez fuiste una persona en lugar de un gato?—preguntó con aparente interés.

—Porque quiero, no, tal vez –respondió y movió su pieza.— Tu turno.

—¿No te sientes solo en este lugar? A nadie le gusta sentirse solo, yo conozco un poco de la soledad y debo decirte que no es nada agradable— dijo ella a la vez que con un movimiento de su mano ordenaba a las “piezas” moverse.

—¿Qué puede ser?¿Qué puede ser?— dijo el gato nuevamente dedicando su atención al tablero.— Se relamió sus patas y abrió grande sus ojos, eran tan blancos que la chica pudo reflejarse en ellos, no encontró emociones ni tampoco miramientos.— ¿Acaso ya te dio miedo? –dijo y movió su pieza a la siguiente casilla.

La chica quedó perpleja al dirigir su mirada al tablero de ajedrez, sus piezas pendían de un hilo literalmente. El gato la había atrapado en  su propio juego, apretó los dientes y los puños, mientras le dirigió una desafiante mirada al gato cargada de su tremendo odio hacia él.

—Anda mueve tu pieza, no me digas que tienes miedo de perder tu cabeza. Tú iniciaste este juego y debo decirte que yo amo los retos.—se relamió los bigotes.— También debes saber lo orgulloso que son los gatos, cuando queremos y prometemos algo, lo cuidaremos hasta de los incautos. Tú iniciaste esta partida por lo tanto no puedes darme la despedida. –sonrió hacia ella y lamió su pata para pasarla por su cabeza.

—Maldito gato, pero aún no termina este juego, aun no haz logrado hacerte de esta pieza— y la chica señaló al rey blanco que se alzaba imponente en su lado del tablero, esta pieza aguardaba ser movido por su mano, así que solo bastaba con que se lo ordenará.

—Úsalo, no me importa, no te dejaré ir… no hasta que tu cabeza sea mía y con ella juegue todo el día.— dijo y bajó lentamente su cuerpo hacia adelante, mientras movía de un lado a otro su cola,  como cuando hacen los gatos antes de brincar hacia su presa.

—Esta pieza parece ser importante para ti ¿Por qué no te la doy a cambio de dejarme pasar? ¿No te gustaría?— dijo ella tratando de persuadirlo.

El gato observó en silencio a la pieza del Rey y luego bostezo.

—No sé de qué hablas. Anda ya, anda, que yo no perdono las mentiras. No agrado de personas nefastas—dijo y luego la señaló con su pata.— Personas hipócritas como tú.

—¿Hipócrita? ¿Yo?—dijo indignada la chica.— ¿Y dime,  tú qué eres? ¿Un santo, acaso? Los gatos son los animales más hipócritas que existen en el mundo. Tú te crees con el derecho de juzgar a quien cruza por tu ajedrez; sin embargo qué puedes tú saber de la humanidad cuando ni siquiera vives en ese mundo que proteges—

—Es cierto que los gatos tenemos fama de hipócritas pero oye... —el gato ronroneó un poco y se acomodó entre sus patas— Si la gente es hipócrita ¿soy culpable de pagarle con la misma moneda?—  

Ella miró al gran gato y vio que ahora sus ojos se habían tornado de diferente color, el izquierdo de color dorado y el derecho de color azul, creyendo que era una ilusión se talló los ojos y volvió a verlos tan blancos y cristalinos como al principio.

—En ese mundo solo puede verme quien quiere verme, no es que yo me oculté. Yo siempre estoy ahí, viendo y escuchando la historia de cada persona, si eso es ser hipócrita me declaro culpable –dijo irónicamente y llevó su pata hasta donde debería estar su corazón – Pero… la cuestión es ¿Qué no son más hipócritas que yo, los que quieren manejar las historias de otras personas?



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En el texto hay: gato, ajedrez, yoru

Editado: 03.04.2018

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