La primavera era realmente bella en Filadelfia. Era como cualquier otra, pero más divertida y, a la vez, trabajosa. Era un día de abril común y a primavera, la bella primavera que se pasaba en corriente en el que nos encontrábamos Sammy y yo lavando la ropa en el patio. Lisa, Agui y Jane tejían en la sala media docena de prendas que nos habían encargado. Mamá y el abuelo se dedicaban a preparar el almuerzo, yTracy y Holly limpiaban la casa esperando que llegaran las dos de la tarde para que el abuelo les diera la lección. Mi hermana y yo nos estábamos arrojando agua del lavadero cuando un caballo relinchó.
Era la nueva posesión del travieso y querido John. Un hermoso potro marrón con paso ligero y crin blanca.El único problema era que el dueño no podía montarlo, solo dejaba que lo montara Wilson. Ahí estaba el muchacho, alto, apuesto y apacible; muchas mujeres hubieran querido que Wilson fuera el prometido de sus hijas de no ser pobre. Wilson era inteligente, trabajador, hábil y muy gracioso. Aquel día corría sujetando el caballo con una soga y guiaba al animal en un trote sencillo. Sammy apoyó el brazo en la baranda del lavadero en un resbaloso jabón. Como estaba toda apoyada se cayó y casi se empapa con el agua jabonosa. Yo me eché a reír y mi hermana, ofendida, comenzó a salpicarme con las manos.
No habíamos notado que tras nosotras se acercaba una figura.Ahí estaba ese pilluelo dela casa contigua ala nuestra. Ese muchacho travieso, de pelo rubio y ojos verdes. Rodeó nuestras cinturas con sus fuertes brazos e hizo el intento de levantarnos. Pero se cayó al suelo y nosotras lo seguimos. Tirados los tres en el piso, reíamos a carcajadas. El caballo volvió a relinchar y, cuando levantamo sla vista, ahí estaban el animal yWilson. El animal se comía una rosa a la que le habían quitado todas las espinas y Wilson tenía dos en la mano. Me dio una a mí y la otra a Sammy. Con su ayuda, nos levantamos del suelo y seguimos nuestras labores. Dejamos las rosas en unjarrón viejo que había en el patio ylollenamos de agua de la fuente.
— ¿Qué hay de nuevo, Gardiner? —preguntó John.
— De maravilla —dijoSammy.
— Sammy, ¿tienes puesto labial?—preguntó John.
— No —Sammy parecía alarmada.
— Por supuesto que no. Ella es muy bella, no tiene que maquillarse.
— No es más bella que tú — me respondió John.
— Este todavía quiere ser tu esposo—rió Sammy.
—Pues que siga soñando —susurré y mi hermana y yo reímos por lo bajo.
—¿Quieren montar a caballo esta tarde?—invitó John.
—¿Todas?—preguntó Sammy.
—Las que quieran venir—dijo John.
—De acuerdo. Te decimos luego del almuerzo.
—Montaremos en Distancia—advirtió John.
—¿El caballo nuevo?
—Sí—dijo John.
—Jamás.
—Vamos, Charlotte—reconvino John.
—De acuerdo.Yo monto enAlegría.
—¿Y tú, Sammy?—preguntó John.
—Debo preguntarle a mamá.
—¡Samantha! ¡Charlotte! —se escuchó la voz de Lisa que estaba parada en la ventana. Jane también estaba asomada y, cuando nos divisó bien, dio un grito y salió corriendo.
—¿Qué?
—¡A almorzar!—invitóLisa.
—Nos vemos luego, John.
—Búscanos a la una y media—dijo Sammy.
—Nos vemos, Gardiner—dijo John.
Las dos salimos disparadas, dejando aun la ropa en el lavadero. Corrimos a nuestro cuarto y nos cambiamos de ropa. Samantha se puso un vestido verde desteñido y blanco con un delantal blanco y recogió su pelo negro con unaredecilla. Por mi parte, me puse un vestido rosa y un delantal banco, no me dio tiempo a peinarme, así que bajé con el cabello suelto. Fue de mucha fortuna que Lisa tuviera una
cintarosada amano.Me tomó del brazo y me puso enfirmes de espaldas a ella, me puso la cinta y me dejó andar hasta la mesa. Mamá ahora se sentaba en el puesto de papá; el abuelo, en el demamá; Lisa, en el de Richard. Yo iba ahora frenten a Sammy; Ágata, frente a Jane; yTracy, frente a Holly. Quedaban otros tres asientos vacíos en la mesa.
Mamá estaba sonriente aquella tarde. Tenía su cabello pelirrojo y rizado hecho un moño alto, y llevaba un vestido marrón con un delantal blanco. Lisa estaba preciosa como siempre, su cabello castaño claro tenía el mismo peinado que mamá y llevaba un vestido celeste y blanco.Nadie conocía la razón por la que mi hermana mayor, de veinte años, no se había casado aún. Aquellos dos años habían hecho a la pequeña Agui,dequince años, más pálida y su salud sumamente inestable, pero ese día estaba linda, con un vestido amarillo desteñido y el cabello rojo hecho una coleta. Jane, de catorce años, era una muchacha bella en verdad, no eran pocos los que la habían halagado alguna vez, pero de quien ella quería alabanza, parecía ignorar su existencia. Vestía ese día delila y blanco y tenía el cabellorizo yrubio hecho una coleta.Tracy
era unamuchachamenuda y tranquila, tenía trece años y seguía haciéndose aquel corte de cabello. Ese día, como siemprelollevaba suelto,tenía un vestido gris oscuro y un delantal
blanco. Holly era una niña traviesa que gozaba de una excelente salud y gustaba de andar descalza por las praderas. Ese día llevaba dos trenzas pequeñas en su cabello negro y un vestido azul cielo. El abueloTim llevaba yamás canas que la última vez, pero seguía siendo un hombre fuerte y atlético. También consejero y buen maestro, sobre todo para Agui, Jane, Tracy y Holly, que aún estaban en edad escolar.