Chica de alas no de jaulas

Capítulo 1.

"No.

no son alas,

es su maldita dignidad."

-David Sant

 

– Lo siento, no se permiten mujeres en el ejército.

– ¿Según quién? –pregunté. Al ver que fue incapaz de responder aproveché para proseguir – El reglamento no impide que entre en el ejército, así que haga su trabajo y deje de llevarse por su instinto misógino.

–¿Sabe que tendrá que pasar unas duras pruebas para poder acceder?

–¿y? –levanté una ceja intentando entender a donde quería llegar.

–Sabe que habrá muchos hombres presentándose ¿verdad? –hizo caso omiso a mi pregunta.

–Vaya al grano.

–Una mujer no podría superar a un hombre en las pruebas físicas –frunció el ceño.

–Comprobémoslo.

Sentada en aquella silla comencé a examinar con gran detalle todo lo que se encontraba a mi alrededor. Era todo lo que cabía esperar, por lo que no me llevé una grata sorpresa al observar cada cuadro que se encontraba  en aquellas blancas paredes. No había ni una sola mujer en ellos, solo hombres mirándome fijamente con una superioridad inentendible.

No podía creer que ninguna otra mujer no se hubiera presentado aquí antes. Estábamos tan acostumbradas a que nos dijeran que no podíamos conseguirlo que nos lo acabamos creyendo.

–Bien, señorita… –entró un hombre uniformado que parecía ser el de mayor cargo en este lugar.

–Coleman –. Dije intentando demostrar una valentía que parecía que en tan solo unos segundos se iba a esfumar de mi cuerpo.

–Señorita Coleman, lamento que la hayan hecho perder el tiempo, pero no accederemos a realizarle las pruebas.

–¿Por qué razón?

–Es tan sencillo como que el ejército es un sitio de hombres en el cual no hay sitio para una mujer, sean cuales sean sus habilidades.

–¿cuál es el verdadero problema de que sea mujer? –cuestioné a punto de explotar ante aquellas palabras tan misóginas.

El silencio inundó la sala y yo sonreí indignada, aquel hombre de educado porte no podía responder a mi pregunta porque ni siquiera él sabía la respuesta.

–No perderé más el tiempo con usted.

–Pues lamento decirle, que tendrá que perderlo –hice comillas con mis dedos.

–¿Perdone?

–A ver, se lo dejaré más claro, no tiene una justificación correcta, como para impedirme hacer estas pruebas –. me crucé de brazos dispuesta a no rendirme ante aquella cara malhumorada.

–Mire niña, hazlas y así podremos dejar de ver por aquí su impertinente cara.

–Si esto le parece impertinente, espere a ver cuando las pase –. Dije decidida a sumergirme de lleno en aquel mundo de hombres.

Al salir de aquella diminuta sala me encontré una larga fila de hombres esperando a ser entrevistados por nuestro encantador y poco machista amigo. Todos me miraban de arriba a abajo como una panda de animales a punto de atacar a una gacela.

–¿Tengo algo en la cara? –me detuve ante uno de ellos cruzando los brazos.

–Estás muy buena.

–Que bien que me lo dices! estaba desesperada porque tus labios dijeran aquello, has cumplido el sueño de mi vida –dije rebosante de sarcasmo.

–¿Estás bien?

–Claro que lo estoy, imbécil –. grité –para la información de todos los machos alfas de esta sala, decirle a una mujer “estas buena” no es una forma de ligar y mucho menos mirarla de arriba a abajo como si fuera un pedazo de carne–. dije para todos y salí de allí con miradas penetrando mi cuerpo.

 



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En el texto hay: drama y humor, feminismo girlpower

Editado: 27.06.2018

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