Yo estaba pensando y escuchando. Escuchaba y absorbía sus sentimientos mientras trabajaba a través de lo que íbamos a hacer. Él estaba asustado. Tenía miedo de que yo no fuera capaz de aceptar lo que su familia me dijera. Tenía miedo de que fuera odiarlo, a culparlo y no quisiera tener nada que ver con él para decidir una vida diferente con otra persona.
Esto me confundió porque ayer, parecía tan seguro de que iba a tomarlo bien. Aceptarlo y quererlo. Ahora ya no estaba tan seguro. Me preguntaba lo que había dicho o hecho desde entonces para hacerle cambiar de opinión sobre mi.
Llegamos al patio delantero de Adam y nos detuvimos, tome una respiración profunda. Fred me vio y volvió a pararse frente a mi.
-Soy un bicho raro, ¿no? -Le pregunté.
-¿Qué? ¿Por qué dices eso?
-Dijiste que esto no le sucedía a los seres humanos.
-He dicho que es raro.
-¿Qué pasa si no les gusto? -Me brotaba rápidamente y disparé mi mirada hacia el césped, mi inseguridad asomando su fea cabeza.
-¿Qué más se puede pedir? -Dijo dulcemente.
-¿Y si piensa que tu impronta fue un error? ¿Qué pasa si ellos piensan que soy demasiado ingenua y joven? ¿Qué pasa si ellos piensan que definitivamente vas a tener tu trabajo cortado conmigo? Tengo miedo de caminar por esa puerta y escuchar lo que puedan decir. No soy nadie, soy mediocre, yo no soy especial, no soy rica. Soy aburrida, soy tímida y sólo tengo diecisiete años.
-Emma...
-Y estoy aterrorizada de que cuanto más me conozcas, te des cuenta también.
Puso un brazo alrededor de mi espalda tentativamente y tiró mi boca arriba con un dedo bajo mi barbilla haciéndome automáticamente inclinarme hacia él y su calidez. Él sonrió y era precioso.
-Las improntas no cometen errores, Emma. Todo lo que una impronta es, es nuestra alma viendo lo que es perfectamente adecuado para ella en otra persona. De aquí, -se palmeó el pecho -Vi algo en ti que no podía vivir sin él. Yo te escogí, dentro de mi, y me elegiste. No es de un solo lado, sólo funciona cuando ambas personas se imprimen en el otro. Eres perfecta para mí en todos los sentidos. Yo no quiero asustarte con todo. Quiero decir, eres tan joven y no me conoces, pero siempre nos acercaremos. Siempre vamos a estar en sintonía con el otro, tanto física como mentalmente. No hay nada que pueda cambiar o romper eso. E incluso si lo hubiera, no lo quiero. Por nada del mundo. -Movió su mano a mi mejilla y la acarició con el pulgar. -Te he visto. No puedes falsificar ni modificar lo que hay dentro de tu mente. Y tú eres dulce y cariñosa y absolutamente adorable en esa cabeza tuya. Te prometo que a mi familia le encantaras. De hecho, estoy seguro de que ya lo hacen. Eres una de nosotros ahora y pueden sentir lo que siento por ti.
-¿Cómo te sientes acerca de mi? -repetí y asintió.
-Sí. Todos saben cómo es. Cómo nos sentimos por el otro... no es infrecuente. Es normal que te sientas tan presionada y atraída por mi, aunque no me conoces, al igual que yo a ti, pero se pone mejor con todas nuestras conexiones y habilidades vamos a llegar a conocernos con gran rapidez.
No podía negar eso y definitivamente sentía algo por él. Especialmente en estos momentos con su brazo alrededor de mi, tentativo, luchando consigo mismo porque quiere tocarme más, pero también quiere asegurarse de que estoy bien con él también. Su preocupación por mi fue muy entrañable.
-Todo esto es muy extraño. -Le dije sin aliento.
-Espera -Él se inclinó para susurrarme al oído. -Sólo se pondrá más extraño. -Él se rió entre dientes y las vibraciones me pusieron la piel de gallina. -Vamos. -Me tiró de vuelta para mirarme. -Si estás lista, vamos a seguir así todo el mundo va a dejar de mirar por la ventana.
No me atreví a girar para mirar, pero cambié mis ojos hacia allí y, definitivamente, había más caras de las que podía contar, todo ellos amontonados y mirando a escondidas por las cortinas. Sentí mis mejillas arder rojo, gemí y él se echó a reír de nuevo.
-No te preocupes por ellos. Te lo prometo. Mírame a mi. -Lo hice, pero lentamente. -Ellos te aman. No dejes que te abrumen, ¿bien? Todo va a estar bien. ¿Lista?
-No -Volví entonces. Los mire. Todos estaban sonriendo, mirándonos. Una niña agitaba sus manos frenéticamente hacia mi. Me saludó con la mano y ella saltó hacia arriba y abajo y aunque yo no podía oírla me di cuenta de que estaba gritando. Tomé una respiración profunda y sonreí.
-Vamos a ir, pero estate preparada para responder a un millón de preguntas.
-Cuento con ello.
Nos dirigimos a la puerta y antes de que él pudiera alcanzar la manija de la puerta fue arrancada, se abrió y estaba envuelta en un abrazo de una mujer grande con el pelo gris y marrón quien olía como Freesia. Se balanceo conmigo lado a lado y lo único que podía hacer era dejarla
Escuche a Fred detrás de mi, junto con un montón de parloteo.
-Gran, vamos. Está suficientemente asustada de cómo están las cosas.
-Oh, silencio, Fred. Déjame tener mi diversión. -Ella se apartó para mirarme. -Vaya, vaya, eres una cosita bonita, ¿no es así?
-¿Lo soy? -Pregunté sin convicción y todo el mundo se rió y cacareó.
-¡Bueno, por supuesto que lo eres! Mira esas pecas. Y esos pómulos. -Refelxionó ella y pasó un dedo helado para acentuarlos.
-Gracias. -Dije doblemente poco convincente.
-Gran, por favor. -Fred sacó mi brazo para que ella me libere y ella lo hizo. Yo no podía dejar de aferrarme a su brazo y tratar de mantener mis ojos arriba para mirar alrededor del cuarto con confianza en lugar de mirar como un conejo atrapado. Yo no quería que se sintieran como si estuvieran molestándome. Yo podía hacer esto, pero había por lo menos veinte personas ahí. -Muy bien, ¿pueden todos darle un poco de espacio para respirar, por favor? Caray, chicos.
-¿Por qué no la llevas a la sala Fred? -Una mujer muy menuda, con el pelo rubio que hacia juego con el de Fred. Estaba muy bien vestida con pantalón gris y una blusa blanca de botón. Ella caminó hacia mi y me sonrió. -Hola Emma, soy la madre de Fred, Rachel, y tienes que llamarme así. Ninguna de esas cosas de Señora Jacobson.
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Editado: 25.11.2024