Cicatrices

2.¿DONDE ESTOY?

 

He visto a personas decir que ya no esperan nada de nadie, 

pero sus ojos reclaman que esperan el regreso de alguien...
 

***

 

Semanas Después...
 

Soledad y dolor, miedo y sufrimiento.

Es lo único que observo en las personas alrededor y en mi propio reflejo cada vez que me veo en un espejo.

Ansiedad y pesar, rabia y resignación.

Una pequeña parte de mi se resiste a esos sentimientos.

Larguémonos de aquí, me grita.

Corramos muy lejos.

Pero algo me frena, el temor a algo peor me paraliza.

 

Es increíble como personas que se supone deberían cuidarte, ayudarte a calmar tus demonios pues para eso los tienen en estos lugares, que se preparan durante determinado lapso de tiempo para poder ejercer de profesionales competentes y a quienes tu familia les paga una fortuna buscando deshacerse de ti, de la vergüenza que les generas porque, seamos sinceros.
 

No digo que todas familias busquen un sitio de estos por no cargar contigo, evitando llevar la carga y estigma que para ellos en esos momentos representas. Sé que hay muchas personas a las cuales les duele dejar sus seres queridos en este lugar, que de poder hacerlo se encargarían de sus familiares. Pero para la mayoría un sanatorio funge como un tipo de papelera, ahí reciclas a quienes se convierten en un estorbo, un desecho, para resumir; En lo que yo me convertí para mi familia y por eso ahora este es mi lugar de residencia.
 

Y contrario a lo que se espera, en este lugar no encuentro paz, todo lo contrario. La mayoría de los trabajadores en este sitio parecieran no tener respeto por los demás, tienen el alma y corazón completamente podridos.
 

Utilizan tus miedos en tu contra para obligarte a realizar actos en contra de tu voluntad, tus más recónditos temores para así infundirte temor y pánico.
 

Me encuentro acurrucada debajo de las sabanas con los ojos fuertemente apretados, mi cuerpo tenso y miles de pensamientos rondando por mi cabeza. Anoche fue una noche horrible, casi no pude dormir.

Las pesadillas me atormentan día y noche, despierto empapada en sudor y con la garganta adolorida a causa de los gritos que emito entre sueños, mi cuarto es de los mas alejados pues altero a los demás pacientes del centro. Los medicamentos no hacen nada, solo empeoran las pesadillas, pero, aunque informe acerca de eso nadie me hace caso, solo me ignoran.

Me encuentro perdida en mis pensamientos cuando de un momento a otro la sabana es arrancada de mi cuerpo, abro los ojos rápidamente encontrándome frente a dos enfermeras muy sonrientes. Mi corazón empieza a latir fuertemente.
 

—Ya sabes cómo funcionan las cosas, querida —me dice Mildred, una de las enfermeras o, mejor dicho, demonios que habitan en este lugar. — Si no nos colaboras invitaremos a varios enfermeros para una fiesta privada en tu habitación.

Suelta maliciosa e inmediatamente mi cuerpo se tensa al escucharla, ellas dos notan mi cambio lo que solo ocasiona que las dos arpías rían mirándose entre sí.

 

Ahora me encuentro con dos lunáticas que dicen llamarse enfermeras, pero lo más seguro fue que compraron el cartón en alguna página de internet o en el peor de los casos. Algún psicópata peor a ellas les otorgo ese diploma.
 

Es imposible que dos desquiciadas de tal calaña hayan logrado sacarse un título de enfermera, que alguna entidad con ética se los haya expedido.
 

— Por lo menos cinco y a puertas cerradas —, sigue diciendo aquella mujer que reconozco como Andrea mientras de manera descuida observa sus uñas, Mildred se dirige hacia la ventana donde se recarga cruzando los brazos y las dos me observan.  —  Igual no es algo que no hayas hecho antes, ¿verdad?


 

Quiero llorar, gritar hasta desgarrar mis pulmones o simplemente defenderme, demostrarles que no soy débil, que sus amenazas no hacen mella en mi sistema, que sus palabras no me afectan. Quisiera hacer tantas cosas, pero no puedo. Mi cerebro pide una cosa, pero el cuerpo me ordena otra. Así que me quedo en el mismo lugar dejando de revolverme, sentada mientras solitarias lágrimas cruzan por mis mejillas y me dejo hacer y me pregunto.
 

¿Este será mi destino? ¿dejarme hacer por los demás mientras les en permito en silencio y completamente amedrentada?

¡No! ¡Tu puedes! ¡Eres una guerrera! Me grita una voz en mi conciencia.

Pero las otras, las que me gritan lo poco que valgo, que soy una fracasada, que no valgo nada se escuchan mas fuertes, mas cerca, y me hieren.

— ¡Eso es! — dice Mildred cuando nota que no planeo resistirme, me toma del brazo con algo de fuerza arrastrándome hacia el baño, me dejo llevar como si fuera un títere, un simple maniquí. Luego procede a desnudarme, me tenso un poco pero no es algo que a ella le importe —, eres una buena niña.
 

La observo lamerse los labios mientras pasea su asquerosa vista por todo mi cuerpo, mientras pasea sus manos por más tiempo del necesario y solo procedo a desviar la mirada.

 

Es lo mejor porque de lo contrario, vienen los golpes en lugares no visibles.


 

Se aleja de mí y luego escucho como abre la regadera para después empujarme hacia el área de la ducha ocasionando que mi cuerpo impacte con el agua helada, por último, me lanza un pequeño jabón el cual rebota en el suelo, directamente a mis pies con un golpe seco.


 

— Sobra recordarte que no debes decirle a nadie sobre esto, ni de nuestra pequeña conversación, — su voz como siempre suena amenazante. Extiende su mano y hala un mechón de mi cabello haciéndome daño, — ¿has entendido? — asiento sin mirarla y ella parece satisfecha pues no me lanza más amenazas. — Ahora báñate bien, vuelvo en cinco minutos para sacarte como estés.


 




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