Después de un rato decidió darse una ducha, definitivamente no fue una idea inteligente, le dolía todo, todo el cuerpo, sentía morados y golpes por todos lados, pero gimió de dolor al tocar el agua de la ducha, le escocían las heridas y su piel parecía sudar dolor, se enjuago con cuidado y chillo al agacharse por el shampoo, siempre que el hombre la golpeaba pasaba una semana adolorida, pero siendo que nunca había sentido tanto dolor, calculaba que le dolería por al menos un mes, y eso que estaba siendo positiva. Se vistió en medio de chillidos, ¿Cuando ponerse un pantalón se había vuelto tan doloroso?
Tras despedirse de todos por la noche, después de estar viendo una película de comedia, en la que un hombre decidía disculparse con cada una de sus ex novias y todo terminaba siendo un desastre, decidió irse a dormir. Subió a la habitación de huéspedes, la cual se encontraba entre el cuarto de Ian y el de sus padres, cerró la puerta tras de sí, no era que no confiara en los padres de Ian, sino que desde pequeña había tenido el hábito de cerrar su puerta con seguro como medida para protegerse de su padre mientras dormía, no es que le fuera muy efectivo, si se quería se podía violentar la cerradura con facilidad, pero era un pequeño consuelo que se daba.
Su habitación era muy bonita, pintada del color de la arena y con otros tonos de marrón, en la esquina a su izquierda estaba la cama de tamaño matrimonial con la sabana de color verde manzana que le había colocado hace unas horas después de subir su equipaje, del lado derecho estaba una panorámica que debía medir 1 X 1,30m que mostraba una avenida paralela a la que se encontraba del otro lado del edificio, por lo que ambos frentes de la estructura albergaban avenidas amplias, rodeadas de negocios y departamentos. Había una mesa grande con gavetas para la ropa, pero dado que ella iba a quedarse poco tiempo había abierto la maleta y la había depositado a un lado de la cama para acceder de forma más rápida a la ropa.
Era ruidoso este lugar, pero no se quejaba, ahora entendía porque Ian tenía un sueño tan pesado; una vez se había quedado dormido en el catre que había en la parte de atrás del bar donde ambos trabajaban, ―Se había trasnochado después de estudiar para un importante examen, lo había mandado a descansar y se aseguró de cubrir su puesto― cuando había terminado el turno, después de zarandearlo y verificar sus signos vitales, había vertido un vaso de agua fría sobre él para despertarlo; sonrió para sí misma recordando su cara empapada. Debían tener ese sueño tan pesado si se vivía por esta zona.
Ella había estado planeando toda la noche dormir en la camioneta, sus sueños despertarían a toda la casa, lo lamentaba por su futura compañera de habitación, pero no podía desechar. Ahora estaba aliviada de que hubiera tanto ruido en el exterior, eso amortiguaría sus gritos, ella siempre dormía de lado, así que decidió acostarse boca abajo, odiaba dormir así y le añadía más dolor a su pobre cuerpo, pero debido a que dormía mas incomoda de esa forma, menos tiempo dormiría, o tal vez dormiría ligeramente, por lo que los sueños no la alcanzarían, estos solo llegaban si dormía tranquilamente, esperaba que la incómoda posición fuera suficiente, sus sueños siempre la alcanzaban, era de ilusos pensar lo contrario, era por eso que nunca había dormido en casa de April, pese a las muchas invitaciones, era por eso que nunca había dormido en casa extraña, se preguntó porque no estaba nerviosa de quedarse en un lugar desconocido; toda su vida había dormido en su casa, la respuesta llegó a ella con rapidez, simple, es porque ese lugar nunca fue tú casa.
Se comió cinco caramelos de café que tenia bajo la almohada, el azúcar la mantendría despierta un poco más.
Estaba en su antigua habitación, la oscuridad de filtraba por la ventana, era tan pequeña la ventana que no servía para sus escapadas al hospital, una figura oscura la observaba desde la esquina, se acercó a ella y pudo distinguir que era aquel hombre, el hombre que no solo se conformaba con provocar sus pesadillas sino que también las plagaba.
El empezó a silbar, y la jalo de un pie con fuerza, ahí donde la toco la piel le ardió, su piel estaba embadurnada de una sustancia espesa y negra, como si estuviera bañado en alquitrán, lo cual hacia su aspecto más repugnante. Ella aparto el pie de él, y entonces el sonrió, era la misma sonrisa que había tenido ese día, el día que se había escapado.
―Piensas que soy repugnante ―murmuró―. Que inmoral de tu parte pequeña buscona, estas más sucia que yo, eres repugnante, creo que hasta a mi me das asco, pero estoy orgulloso de ti, después de todo, hijo de gato caza ratón.
Y después el solo rió.
Se había despertado escuchando su grito contra la almohada, sus pulmones ardían, pero no sabía si por el dolor, o por estar gritando, se levanto rápidamente y entreabrió un poco su puerta, todo estaba en silencio; suspiro de alivio, no había despertado a nadie, se toco el cuello y la cara, estaba mojada en sudor, siempre era así, se sentía sofocada, rebusco en su cartera y saco un termómetro que siempre llevaba consigo, el artefacto le indicó una temperatura de 39,2 grados centígrados; estaba ardiendo. Le habían advertido de las fiebres, después de todo era normal tener fiebre o malestar tras una contusión en el cráneo, tomo una pastilla y recogió sus cosas para meterse a bañar para bajar la temperatura, al entrar al baño que se encontraba al final del corredor, tomo la precaución de no mirarse en el espejo, por lo que entró mirando hacia el suelo.