Cicatrices en el alma

Capitulo 4. El reencuentro.


JAMES STANTON.

La mañana había pasado lentamente, se había encontrado con Sara durante el descanso.

―Hola J, ¿Cómo sigue April? Se veía bastante alterada anoche.

―Está mejor, ya está planeando sus jugadas para tratar de encontrarla. ―recordó el optimismo grabado en el rostro de April al hablar con ella por la mañana.

―La chica no parece que quiera ser encontrada.

―Tal vez tiene miedo.

―Espero que April la encuentre, no es bueno que después de lo que paso, la chica ande sola por ahí.

―Opino igual, ¡Oye! ¿Y tu nueva compañera?

―Ella llegó ayer por la noche, seguramente mientras estábamos en Vesubio, así que cuando llegué ya estaba dormida, no vi su cara, así que no se cómo es, cuando me desperté en la mañana ella ya se había ido.

―En cuanto la conozcas me das tu calificación. ―ellos siempre le daban una calificación a sus compañeras de cuarto, del uno al diez, entre mayor era el puntaje, peor era la chica.

―Te mantendré informado. ―dijo ella mientras reía.

― ¿Oye quieres almorzar con nosotros en el jardín?

― ¿Me estas incluyendo en tu circulo? ―se burló.

―No, solo estoy aceptando que tienes un tiempo formando parte de el.

― ¡Vaya! Está bien, acepto, ¿Puedo almorzar con ustedes todos los días? Mis compañeros de clase me aburren.

―Es un trato, nos vemos mas tarde.

Tras salir de su clase de circuitos integrados, su cerebro dolía, tenía una hora para almorzar y relajarse junto a sus amigos, al llegar a la mesa en donde se sentaban habitualmente, vio que las chicas ya estaban sentadas una al lado de la otra conversando animadamente; nunca pensó que dos personas tan disparejas podían llevarse bien, así como tampoco nunca pensó que podría tener una amistad estable con una mujer, al parecer se había equivocado. 

El día estaba soleado de una extraña forma, no hacía calor, pero el día no estaba oscuro, la luz era de una tonalidad gris o blanquecina, era la misma sensación que tenía cuando comparaba la luz de un bombillo amarillo, con la de uno incandescente, alzo la vista al cielo y se dio cuenta de que el color de la luz era debido a que el sol se encontraba vestido con nubes de tenues tonalidades grises; prefería la luz amarilla y plena del sol, pero se conformaba con que no estuviera lloviendo, odiaba cuando llovía, lo que era todos los días desafortunadamente para él.

Se sentó frente a las chicas y justo cuando las saludaba su primo llegó y beso sonora, asquerosa, pública e indecentemente a April mientras Sara y el hacían ruidos de asco.

―Cállense. ―espetó Sam― ¿Es qué no puedo besar a mi novia? ―dijo con tono dramático.

―Claro que puedes idiota. ―le contestó Sara― Solo que eso no fue un beso, ¡Eso fue porno!

Los cuatro rieron ante eso y después de colocar cada uno sobre la mesa su comida, habían empezado a comer y conversar entre ellos.

―Y después la perra me dice que debería dejar de tratar de meterme en los pantalones de "su chico"―comentaba Sara.

―Laurel nació ramera, es ramera y morirá siendo una ramera. ―señalo April.

―Primo, ella te cela como un raro y psicópata perro rabioso. ―dijo Sam

―Golfa rabiosa. ―le corrigió su novia.

Los cuatro estallaron de la risa, en un momento de la conversación de repente se había sentido observado, en frente de él y a espalda de sus amigos estaba una chica.

Era peculiar su postura, parecía que había estado caminando hacia ellos y se había detenido abruptamente a unos siete o seis metros de donde estaban. La estudio detenidamente, empezando por los pies. Llevaba puesto botas militares negras, las había ajustado hasta el principio de la bota, sus pantalones terminaban ocultos por su calzado, llevaba un blue jean de color azul oscuro, el mismo azul del uniforme de policía que había visto en su padre por tantos años y que hoy reposaba al final de su armario; tenia piernas largas y delgadas, no esqueléticas, pero tampoco anchas, lo sabía ya que esos pantalones no dejaban detalles a la imaginación, abrazaban sus piernas de una manera que le hacía preguntarse si los había hecho a su medida, subió la mirada por sus piernas hasta su cadera, no pudo ver su cadera, ¡Demonios! -se lamentó- era todo por culpa de lo que llevaba puesto en la parte superior; era un suéter largo que ocultaba el comienzo de esas largas y formidables piernas,

el suéter era tejido con modelos de cuadros blancos y negros que se asemejaban al tablero de ajedrez, era de mangas largas, pero pudo notar que ella se las había arremangado hasta sus codos. Lo único que podía ver hasta ahora de piel era su antebrazo, su piel era blanca, extremadamente blanca, juraba que nunca había visto un color tan blanco, era como el de la sal, era el mismo color de una hoja de papel, cerca de su codo, donde terminaba la manga del suéter, el pudo ver una mancha oscura, negra como la tinta, ¿Un tatuaje tal vez? Subió la mirada hacia su pecho y vio que el suéter también descubría su cuello y clavícula, llevaba un morral en la espalda. ¡Qué raro! pensó, su cuello, hombros y clavícula también tenían esas extrañas manchas negras, debía estar bastante tatuada, entonces, vio que su cabello era largo y se retorcía en abundantes bucles. 



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En el texto hay: amor, dolor, perdida

Editado: 07.08.2018

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