La confusión y la incredulidad seguían atormentando a Sofía mientras pasaba el día en la escuela. Todo a su alrededor era alegre y vibrante, como si el oscuro episodio con Alejandro nunca hubiera ocurrido. Se sentía atrapada en un torbellino de emociones y pensamientos, cuestionando la realidad de cada paso que daba.
Observaba a sus compañeros actuar con normalidad, riendo y charlando como si nada hubiera sucedido. La incertidumbre la envolvía mientras intentaba comprender este extraño comportamiento. ¿Podía ser que todo lo que había vivido con Alejandro fuera simplemente un sueño? Se preguntaba, tratando de encontrar algún sentido en la situación.
Incapaz de soportar más, decidió regresar a casa después de algunas clases. Cada paso que daba hacia su hogar estaba lleno de pensamientos confusos y preguntas sin respuesta. ¿Había perdido la razón? ¿O realmente había experimentado la muerte de Alejandro?
Al llegar a casa, su madre la recibió con desconcierto.
—Sofi, hija, te olvidaste tu almuerzo —le dijo con un tono preocupado.
Pero Sofía, aún confundida, apenas pudo articular una respuesta. Subió directamente a su habitación, dejando a su madre preocupada por su extraño comportamiento.
En la soledad de su habitación, Sofía se vio envuelta en un mar de confusión. Observó a su alrededor, buscando respuestas que parecían esquivarse de su alcance. ¿Había vuelto a la realidad o aún estaba atrapada en un sueño del que no quería despertar? Las dudas la atormentaban, y el tiempo parecía moverse a un ritmo diferente para ella.
Mientras se dirigía hacia su cama, sumida en sus pensamientos turbulentos, algo inesperado ocurrió. En el silencio de su habitación, una voz estalló en el aire, pero no era una voz ajena, era la suya propia. Una sensación de horror le recorrió la espalda cuando escuchó las palabras provenientes del espejo.
Lentamente, Sofía se giró hacia el espejo, y al enfrentar su propio reflejo, notó algo aterrador. Su imagen reflejada no se limitaba a imitar sus movimientos, en cambio, parecía tener vida propia. Con una voz inquietante, su reflejo le habló directamente.
—Ahora ya sabes lo que pasará. Depende de ti si quieres vivir lo mismo.
Sofía quedó petrificada, incapaz de comprender la escena que se desarrollaba ante sus ojos. El espejo, en un momento de violencia, se estrelló repentinamente, formando astillas que se dispararon por todo el vidrio. El sonido de vidrio roto llenó la habitación, resonando como un estruendo de su propia confusión interna.
Después del estallido, un silencio pesado se apoderó de la habitación. Sofía permaneció quieta, observando los trozos del espejo dispersos en el suelo. Las grietas en el cristal le recordaban la ruptura de su propia visión de la realidad.
Aún con la mente turbada por el extraño encuentro con el espejo, Sofía se aferró a las palabras resonantes de su propio reflejo, "Una nueva oportunidad". Una mezcla de incredulidad y esperanza la invadió, creando un revuelo de emociones dentro de su ser.
La idea de tener una segunda oportunidad para rectificar lo sucedido despertó en Sofía un destello de determinación. Sin dudarlo, salió disparada de su casa, ansiosa por abrazar esa posibilidad que se le presentaba. El aire fresco de la mañana y los rayos de sol acariciaban su rostro mientras corría hacia la escuela, llevando consigo un torrente de pensamientos y emociones revueltas.
Cada paso que daba resonaba con la promesa de un nuevo comienzo. La ciudad, que antes le parecía sombría y desalentadora, ahora cobraba vida ante sus ojos, iluminada por la esperanza que la impulsaba. Sofía se encaminó hacia la escuela con renovado propósito, decidida a desentrañar los misterios que la rodeaban y a aprovechar al máximo la oportunidad que se le presentaba.
Al llegar a la escuela durante el receso, Sofía buscó a Alejandro entre la multitud sin éxito. Sin embargo, divisó a lo lejos a sus amigos más cercanos, Marta y Daniel, compartiendo un almuerzo en una banca. Un destello de recuerdo la golpeó, recordó el día en que Alejandro no tenía comida. Con esa revelación en mente, se encaminó hacia donde estaba, con cada paso resonando en su pecho lleno de esperanza y emoción.
En un instante, todas las preocupaciones y confusiones se desvanecieron. Era como si el universo mismo conspirara para brindarles una segunda oportunidad.
—Alejandro —susurró Sofía, sintiendo un nudo en la garganta mientras pronunciaba su nombre.
Con lágrimas de júbilo rodando por sus mejillas, Sofía se lanzó hacia Alejandro con una explosión de emoción. El joven quedó sorprendido ante el repentino acercamiento de Sofía, sus ojos reflejaban asombro mientras la veía aproximarse a toda velocidad. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un impacto que lo derribó al suelo.
—¡Alejandro! —exclamó Sofía, su voz temblorosa por la emoción mientras se aferraba a él con fuerza, decidida a no soltarlo.
A pesar de la sorpresa inicial, la sonrisa de Sofía irradiaba felicidad y alivio. Alejandro, aún desconcertado por el repentino embate, se encontró envuelto en el apasionado abrazo de Sofía.
—Sofía, ¿Qué... qué sucede? —preguntó Alejandro entre risas nerviosas.
Ella simplemente sacudió la cabeza, incapaz de articular palabras en medio del torbellino emocional que la embargaba. Aferrada a él como si temiera que pudiera esfumarse en cualquier instante, se dejó llevar por la oleada de emociones abrumadoras.
Los otros estudiantes que observaban la escena cercana no pudieron evitar sorprenderse y sentir curiosidad ante la escena que presenciaban. Algunos murmuraban entre sí, sus rostros adornados con sonrisas ante la emotividad del encuentro.
Mientras Sofía y Alejandro se abrazaban con emoción, los demás estudiantes presentes no pudieron evitar comentar lo que presenciaron.
—¿Vieron eso? ¡Sofía lo derribó como si estuviera en un partido de fútbol
americano! —exclamó uno, entre risas.