Al entrar lo he guiado hasta el comedor donde se encuentran todos los demás o más bien nuestras mamás.
—Tu hijo es muy apuesto —comentó mamá en cuanto lo vio.
Todos reímos por aquel comentario menos él, quien ahora mantenía una expresión totalmente seria, tomó asiento y se dedicó a servir pequeñas porciones de cada comida que había en la mesa.
Yo no podía concentrarme en lo que yo hacía, ya que cada mínimo paso que él daba ahí estaba yo al acecho, observando cada movimiento que él hacía o lo que decía.
De repente sentí un codazo lo que provocó que girara mi rostro hacia mi lado izquierdo encontrándome con la cara de mamá, quién me señalaba las habichuelas/frijoles, ya que estaba a punto de derramarlas en la mesa. Al percatarme me he sonrojado un poco por aquella vergüenza, agradeciendo que solo mi madre se había dado cuenta de lo sucedido.
Entonces él pidió disculpas, deslizó su asiento hacía atrás, tomó su celular y salió de la casa lo más rápido posible, dejando a todos en la mesa con cara de interrogación.
Más tarde había quedado para reunirme con mis amigas en el parque, yo era de las que prefería quedarse en casa, pero por una extraña razón quería salir, quería respirar un poco de aire fresco, no quería cuestionarme más, debía dejar de hablar conmigo misma todo el tiempo y compartir con los demás.
Era algo que sé que me va a costar pero debía de hacerlo, debía intentarlo.
Así que coloqué mis audífonos y me dispuse a caminar por todo el camino, tratando de ignorar miradas y comentarios obscenos. Odiaba tanto eso, odiaba que personas mayores me miraran depravadamente, ¿Dónde estaban los valores?¿Qué pasó con el respeto? Hasta las mismas leyes se quebrantan ya que ellos mismos se contradecían con sus propias palabras. Esto solo me producía asco y desencanto al ver que el mundo era habitado por personas que le importan un pepino los demás y lo único que tienen cuidado es de su propio ego.
Mientras iba dándome una charla mental, escuché a lo lejos la voz de mis amigas las cuales me hacen señas con las manos para que me acerque.
—¡Ya es un hecho, hemos logrado lo imposible! —dice Corey acercándose a mí—. Hemos logrado sacar a la misma Malía Johnson de casa más de dos veces en una semana.
Todas rieron al unísono para después recibirme con un fuerte y cálido abrazo.
Hicimos un picnic en medio de aquel parque, debo admitir que el aire allí es muy agradable y el lugar es tranquilo, me lo imaginaba lleno de personas, pensé que sería un poco más irritante. Pero al contrario todo el lugar estaba lleno de grama y grandes árboles que cubrían todo el lugar.
—Juguemos a preguntas y respuestas ¿Quién empieza? —dice Brenda tratando de mantenernos entretenidas mientras organizamos los alimentos en aquella grama—, supongo que nadie quiere empezar entonces ¿no has conocido a alguien aún?
—Aún nadie pero tranquila yo no tengo prisa —comento muy confiada.
—Pues yo sí, he conocido a alguien —interrumpe Corey y todas clavamos nuestra mirada en ella.
—¿Qué esperas para contarnos? —dice Shelley esperando respuestas.
—He visto a aquel chico del que todos hablan, hace dos días cuando apareció en la puerta de mi casa —todas las miramos un poco extrañadas—. Al parecer se le había dañado un neumático y estaba en busca de ayuda. Se llama Aidan Miller y es súper apuesto.
—Pero ¿hablan o qué? —interrumpe Brenda.
—Aún no, pero tengo su número —dice para luego dejar salir un fuerte chillido.
Entonces Corey se me había adelantado, el chico que esperé conocer por dos semanas y cuando apenas logro verlo al rostro ya una de mis amigas sabe su nombre y tiene su número.
Teníamos reglas y una de ellas era; no enamorarse o tratar de coquetear con el chico o chicos de nuestras amigas.
No es que estaba enamorada o iba a coquetear con aquel chico, pero lo que Corey había contado me llegó como agua fría a mi rostro recién despertada, Siento tantas emociones juntas que no sé como sentirme al respecto.
—¿Qué opinas Malia? —pregunta Shelley y todas ahora Corey y Brenda me miran esperando una respuesta, ya que todo el tiempo he guardado total silencio.
—Ah —digo casi ahogando mis palabras, le di un sorbo a mi jugo de naranja y volví a mirarlas— creo que está bien, siempre y cuando todo salga bien y seas feliz.
Entonces la miré detenidamente y es que Corey era de esas chicas hermosas de la cual ningún chico se le negaría. Pelo terriblemente rizado, cara de ángel, de tés blanca, ojos encantadores de color verde y un poco alta, con tremendo cuerpazo y eso querido amigo significa que he perdido la batalla contra Corey. Aunque aún ellos no empiezan ni siquiera a salir, apenas se conocen, pero no creo que ese sea un buen motivo para tener esperanzas.
¡Pero vamos! ¿Qué estoy diciendo?
Todas hablaban de un y que otro tema y yo estoy totalmente sumida en mis pensamientos estúpidos y sin sentido, que ni siquiera me di cuenta de cuando todas empezaron a recoger sus cosas para irnos.
—¿Te acompaño a casa? —preguntó Shelley—. Tengo que visitar a unos amigos y ellos quedan un poco cerca de tu casa.
—Sí claro, no hay problema.
Luego de haber ayudado a recoger todo y despedirnos, nos pusimos en marcha.
—Oye, te noté un poco rara después del comentario de Corey —dice Shelley acabando con el silencio.
—Ah —digo un poco incrédula para luego entender a qué se refiere.
—¿Te gusta tu vecino? —me golpea en el hombro derecho dedicándome una sonrisa ladina.
—Pues no, no sé, es solo que es absurdo lo que dices, no me gusta y no creo que vaya a gustarme —digo esto casi en balbuceos convencida de que ella no me ha creído ni una sola palabra.
¿Acaso era tan obvio lo que no quería admitir?
Nos conocemos en persona, ya sabe de mi existencia, pero tengo que dejar esas locas ideas de querer conocerlo, estoy muy enfocada en aquel ser tan misterioso para mí, solo por su cicatriz, le estoy dando mucha importancia a un chico común y corriente como la mayoría de los chicos.
Editado: 26.04.2023