Cielo Azul

CAPÍTULO UNO: LA NOCHE DEL JUICIO FINAL

En aquel vasto mundo, la magia, algo tan único y misterioso para muchas personas, ha intrigado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Desde las antiguas civilizaciones hasta la era moderna, el encanto de lo inexplicable sigue cautivando mentes y corazones. ¿Qué es la magia? ¿Es simplemente un truco astuto, o hay algo más profundo en su esencia? Nadie en el mundo de los Desprovidos, como eran conocidas las personas cuya carencia de habilidad mágica era gigante ante el esplendor de los hechiceros, podía entender realmente la complejidad de la magia.

Era el año de 1988, en una ciudad de Europa central, Swellow, el ambiente estaba cargado de tensión y misterio. Swellow era una ciudad antigua y llena de historia, con callejones empedrados y edificios centenarios que parecían susurrar secretos de tiempos pasados. Sin embargo, en aquel año, la ciudad se encontraba en medio de una transformación tumultuosa. Una fuerte guerra había golpeado duro a Swellow, dejando a su paso desempleo, pobreza y desesperación. Los habitantes de la ciudad luchaban por sobrevivir en medio de la adversidad, mientras que las sombras de la guerra y el ascenso de regímenes totalitarios amenazaban con desestabilizar aún más la frágil paz.

En medio de este panorama sombrío, la magia se escondía en los rincones más oscuros de la ciudad, apenas perceptible para aquellos que sabían dónde buscar. Los callejones estaban llenos de charlatanes y falsos magos que intentaban sacar provecho de la desesperación de la gente, mientras que verdaderos practicantes de la magia mantenían un perfil bajo, temerosos de ser descubiertos y perseguidos.

Los auténticos temen aparecer, haciendo que los falsos parezcan reales.

Eran las diez de la noche aproximadamente. A las orillas de un extenso río de una gran variedad de animales marinos que nadaban de un lado al otro, el pueblo de Aureum se encontraba sumergido en un profundo silencio que solamente era interrumpido por el cantar de los pájaros sobre los árboles y el sonido del viento al golpear contra las cosas. Era un ambiente terrorífico. Las luces de las antorchas, que normalmente iluminaban las calles con gran resplandor, se habían apagado hace ya varias horas dejando todo en completa oscuridad. Todos estaban consciente de lo que sucedía por lo que nadie se atrevía a poner un pie en la calle. Aureum, conocido como el pueblo de los mil colores, casi nunca se encontraba en silencio, el bullicio de las voces parloteando lo llenaban de vida, pero en ese momento, parecía como si nadie viviera en ese lugar. 

Las calles de piedra que hace pocas horas se encontraban repletas de comercio y gente caminando de un lado a otro, en ese momento se extendían desiertas y silenciosas bajo el resplandor de la luna. El pueblo parecía estar en pausa, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Los escaparates de las tiendas permanecían oscuros, las puertas cerradas y apenas se escuchaba el eco distante de los pasos solitarios de algún transeúnte apresurado. En medio de ese terrorífico ambiente, una figura encapuchada se deslizaba por las sombras de los callejones, corriendo con fuerza mientras trataba de escapar de algo que la perseguía. Tenía miedo de morir. No quería morir. No debía morir y no deseaba morir.

El sonido de pasos pesados resonaba detrás de ella, cada vez más cerca. El miedo le hacía palpitar el corazón con fuerza, mientras sus piernas seguían adelante impulsadas por el puro instinto de supervivencia.

En sus manos, sostenía un bebé envuelto en mantas blancas que se encontraban llenas de su sangre. Aquella recién nacida poseía unos ojos llenos de inocencia mientras miraba a su asustada madre, sin entender qué sucedía a su alrededor. Su madre la miró por unos segundos mientras continuaba corriendo, pero sus pasos no eran los únicos que se escuchaban por el lugar. Varios más resonaban con fuerza detrás de ella, quien con cada paso que daba, volteaba la cabeza, esperanzada de que aquellos cazadores no estuvieran muy cerca. La bebé, ajena al peligro que los rodeaba, emitió un suave gemido, lo que hizo que su madre lo apretara contra su pecho con más fuerza. No podía permitir que les hicieran daño, no a ella. Su pequeña comenzó a llorar con fuerza, alentando a su joven madre quien intentó calmarla con la preocupación de que su llanto pudiera atraer a los cazadores. 

— Calma, mi amor — susurró su madre, su voz apenas un murmullo en el aire cargado de tensión — Tu madre está aquí y no dejará que nada malo te suceda — con voz suave y tranquilizadora, sostuvo el rostro de su hija entre sus manos, mirándola con ternura a pesar del miedo que le oprimía el pecho. Con cuidado, secó las lágrimas que inundaban los ojos de su pequeña. Sabía que debían permanecer en silencio para no alertar a quienes las acechaban, y con un ruego silencioso, imploraba a su hija que comprendiera la importancia de mantenerse callada.

— Por favor, amor mío— continuó la madre, con la esperanza de que sus palabras alcanzaran el corazón de su hija—. Deja de llorar. Hazlo para que no puedan encontrarnos esas personas que nos quieren hacer daño. Por favor, guarda silencio.

Ella continuó corriendo con más fuerza, pero de repente, un dolor agudo atravesó su cuerpo cuando unas cadenas ardientes se enroscaron alrededor de sus pies, quemándola con su abrasador calor y tirándola al suelo con su recién nacida quien comenzó a llorar con más intensidad. Ella quiso acercarse a su hija, pero las cadenas en sus pies, le hicieron imposible la acción al alejarla lejos de su hija. Ella comenzó a gritar, pidiendo ayuda, pero nadie la ayudaba, solo veían por la ventana lo que sucedía en el exterior. Nadie quería ayudar a una mujer que tachaban de malvada y aunque no fuera mala, nadie quería enfrentarse a los cazadores que podrían matarlos si así quisieran. Los Cazadores se dedicaban a la caza y persecución de aquellos que se desviaban del camino de la ética y la legalidad mágica. Ya fuera un hechicero que traficaba con artefactos oscuros o un brujo que utilizaba sus poderes para fines malignos. Algunos los veían como salvadores de la comunidad mágica, mientras que otros los consideraban tiranos que abusaban de su autoridad.




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