Cien días nos separan

Estrella 14: Inevitable

Una nueva semana empezó en el Jules Watson High. Como era de esperarse, Lucas y Kamille no volvieron a hablarse durante el resto del fin se semana. Lo cierto es que poco a poco, a medida que sus cabezas fueron enfriándose, ambos se dieron cuenta que dijeron cosas que no debieron y cosas que no sentían. Pero qué más daba. Al fin y al cabo, no eran más que simples conocidos y compañeros de escuela. Así era y así tendría que seguir siendo.

El día comenzó con el pie derecho para Lucas, pero con el izquierdo para Kami. La chica llegó al colegio un poco más temprano de lo habitual. Pensó que así evitaría encuentros innecesarios con Shay y su pandilla, pero no fue así. Ese grupito era como una plaga; mientras más intentaba deshacerse de ellos, más rápido se reproducían.

     ―Buenos días, perdedora―dijo la rubia interponiéndose en su camino―. Pensé que el circo aún no llegaba a la ciudad, pero parece que los payasos llegaron antes de tiempo―se burló tomando un mechón del cabello oscuro de Kami, que llevaba suelto sobre sus hombros, entre su índice y su pulgar.

Las risitas y los chistes malos comenzaron a llover de inmediato entre los seguidores del grupito de populares. Era como si Shay hubiera activado un interruptor oculto en cada uno de sus diminutos cerebros. La chica puso los ojos en blanco. No estaba dispuesta a dejarse fastidiar.

     ― ¿Y qué hay de su ropa? ―añadió Ginny con expresión asqueada―. ¿Vas a un funeral o es que se murió tu dignidad?

La artista dirigió la vista hacia su ropa. La combinación de jeans negros con la sudadera negra de Mickey Mouse no le había parecido tan mala cuando la encontró en su armario. Incluso cubría perfectamente todo su brazo vendado.

Quiso decirles algo, pero se contuvo. No necesitaba más problemas de los que ya tenía. Tan solo se limitó a alzar la vista y fulminar a cada uno con la mirada.

     ― ¡Uyy cuidado! ―exclamó Spencer con tono exagerado―. Dicen que si miras directo a los ojos a una bruja te puede caer una maldición―aseguró. Más carcajadas.

     ―Uhh qué miedo―bufó Kane―. Larguémonos de aquí―le dijo a su amigo el chistoso y ambos se alejaron por el pasillo, abriéndose paso entre los alumnos como si de la Reina Elizabeth se tratara.

 

 

Kamille

«¿Qué acaso eres tonta? ¿Por qué te quedas ahí parada dejando que se burlen de ti?» Casi podía escuchar la voz de Archie resonando en mi cabeza. Y tenía razón. Él no querría verme humillada de este modo.

Me dispuse a largarme de allí cuando una chica, cuyo nombre desconocía, apareció corriendo tan rápido que su cuerpo chocó contra el mío, dejándome en el suelo. Protegí mi brazo herido instintivamente.

     ― ¡Quítate! ―me gritó dándome un empujón. En ese colegio definitivamente no había respeto―. Shay...―dijo sin aire.

     ― ¿Y tú eres...?

     ―Eso no importa. Tienes que ver...en el estacionamiento...el chico nuevo...

     ―No te estoy entendiendo nada―replicó Shay con cara de diarrea―. ¿De qué nuevo hablas? ¿Ese tan Dustin? ―indagó con tono asqueado y sin mostrar ni una pizca de interés.

Me levanté del suelo rápidamente, sin desviar mi atención de la conversación a la que no había sido invitada. Por alguna razón sentía que la tonta rubia me estaba observando mientras hablaba, pero mi mente estaba en otra parte.

¿Qué había pasado con Dustin en el estacionamiento? Busqué alguna pista en la expresión de la recién llegada. No mostraba miedo, ni horror; sino más bien asombro e incredulidad. ¿Qué cosa tan grandiosa podría haber hecho Dustin?

     ―No es Dustin―declaró la recién llegada―. Es Lucas.

 

 

Lucas

No sabía exactamente cómo había pasado. Lo único que sabía era que cuando me disponía a salir de casa, noté que las llaves de mi coche volvían a colgar de mi llavero. Esbocé una sonrisita de satisfacción al pensar en que mi padre por fin comenzaba a comprenderme. Sin embargo, aquella sonrisa se borró de inmediato cuando leí la nota que había dejado para mí en el refrigerador.

«Es mejor que tengas el coche para emergencias. Cuida de Kamille, ¿sí?» Decía. ¿Por qué tendría que cuidar de ella? Ni siquiera éramos amigos. Definitivamente no era mi deber.

     ―Hoy no voy―despedí al chofer del autobús escolar, con la sonrisita de satisfacción regresando a mi rostro.

Dicho esto, me dirigí orgulloso a la cochera y arranqué mi precioso BMW. Cómo lo había echado de menos. Acaricié el timón como si lo viera por primera vez, emocionado por volver a conducirlo.

Apenas aparqué en el colegio, los estudiantes empezaron a aglomerarse a mi alrededor. Qué bien se sentía volver a ser el centro de las miradas de admiración. La mayoría de ellas, provenientes de chicas.

 

 

――*――

Lucas se tomó su tiempo para acomodarse y peinarse antes de salir del coche, como toda una súper estrella de Hollywood. Era uno de sus tantos momentos de fama y debía aprovecharlo.



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En el texto hay: juvenil, desamor, amor

Editado: 18.08.2022

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