Cien por Cien

Capítulo veintidós

La noche llegó y vaya día vivido. Victoria no me dirigió la palabra en todo el día y yo no tenía idea de cuál era su problema. Por el contrario, el abuelo sí que habló conmigo. Por horas.

"¿En serio Medicina? ¿Por qué? ¿Te mudarás? ¿Tan lejos?", repetía cada vez que se le presentaba la oportunidad. No era como si hubiera elegido dejarlos.

Bueno, en parte sí. Necesitaba salir de la ciudad que me encerró durante tanto tiempo, París me demostró eso. Todo un mundo por explorar y lo más lejos que yo había llegado era a la Iglesia. Papá cantaba y tocaba la guitarra, conocía más del mundo de lo que le gustaba admitir. Si bien la carrera de Medicina no me daría precisamente una libertad, era lo que me planteé por un tiempo y se había vuelto realidad... Viajar podía esperar un poco más, cuando tenga mi propio dinero.

Antes de que cada uno se fuera a la cama, comimos pastel. Finn también. Después de nuestro intercambio de ideas llegamos a un acuerdo de paz y disfrutar las pocas semanas que quedaban de clases, además que para su cumpleaños no faltaba tanto. Él aceptó gustoso la invitación de mi madre para quedarse a ver películas toda la noche y estrenar el 'minicine' del sótano. Victoria, como era de esperarse, se enojó y se encerró en su habitación.

Finn y yo bajamos solo con bebidas porque con el pastel había sido suficiente para ambos.

Seguía lo incómodo: el sofá. El único sofá y nosotros dos. Para la Val de dos meses atrás, no habría sido para tanto, pero en ese momento solo recordaba lo lindo que siempre fue conmigo.

Las palabras de Paula retumbaron en mi cabeza: "¿No te gusta él o no te gustó el beso?".

No me gustó cómo me dio el beso. Quizá en otras circunstancias... No. No me gustaba ni Finn, ni el beso.

—¿Todo bien? —Casi podía sentir su corazón palpitando bajo su pecho. La polera no le quedaba tan mal como a mí.

¿Por qué me afectaba tanto un te amo no romántico?

Asentí. Tenía que actuar como siempre lo había hecho.

—¿Qué película se te antoja? Pensaba en esa donde dos empleados hacen que sus jefes se enamoren para tener menos responsabilidades.

—¿Una romántica? —Arqueé una ceja, confundida.

Finn jamás habría elegido por voluntad propia una película de amor. Ni yo. Prefería... mmm, cualquiera que no sea de amor. El amor en libros era mucho mejor, conocías a fondo los sentimientos y en tu mente te hacías la idea de cómo funcionaría en el mundo real. Ver a un actor fingiendo estar enamorado para la película hacía que la magia se perdiera por completo.

—Recuerda que tengo sentimientos.

—Sí, sí —comenté mientras me sentaba en el extremo opuesto del sofá y ponía una almohada entre nosotros—. Pensé que querrías ver algo de suspenso.

—Podrías elegir tú, es que Paula me sugirió una de romance para nosotros y supuse que sería no tan mala opción —Pareció no reparar en sus palabras hasta que el silencio sepulcral se hizo notorio—. O sea, yo. Yo quería ver esa película porque Paula me la recomendó, hace muy buenas recomendaciones. ¿Vemos una de terror?

—¿Paula te dijo que veamos una película cursi?

Jamás en mi vida volvería a hablar de Finn frente a ella. Ni siquiera había contado algo relevante o comprometedor.

—Puede que eso de ser solo amigos me esté costando... —Negó con la cabeza y prendió el televisor—. Por favor, veamos una y dejemos de hablar.

Por primera vez estaba completamente de acuerdo con él.

Elegimos la que había mencionado en primera instancia "Set it up: El plan imperfecto".

No estaba mal, era de esas películas que no recibirían un Óscar, pero eran geniales para pasar el rato y disfrutar con amistades. Tal y como lo hacía con Finn.

A mitad de la película vi de reojo que bostezó y cambió de posición. La almohada dejó de ser nuestra separación para ser donde él apoyaba su cabeza. Sus piernas no cabían en el mueble, así que quedaban colgado. Por mi lado, su cabello rozaba mi brazo derecho. Podía moverme, sin embargo, me quedé tal cual y resistí la siguiente mitad de la película. Aunque estuve más atenta a sus mechones dorados, que contrastaban con las puntas de mi cabello negro, que al final de la película. Como era de esperarse, se quedaron juntos.

Ya eran las diez de la noche.

—¿Qué te pareció? —preguntó mirándome desde abajo, seguí echado a lo largo del sillón con su cabeza en el cojín.

—Meh.

—Lo sabía. A mí tampoco me entretuvo tanto... Lo siento, Val —Cogió mi mano para jugar con mis dedos—. Siento que tenemos diez años de nuevo. Yo en tu casa, Vanessa tratándome como a un hijo, tu abuelo con sus miradas sospechosas. Si te das cuenta antes me miraba como si fuera a romper algo, ahora me mira como...

"Como si fueras a romper mi corazón", concluí mentalmente.

—Es algo tarde, tus padres se enojarán.

—¿Bromeas? ¡Soy su hijo universitario! Ayer celebramos como se debía, cuando supieron que tú también ingresaste se alegraron hasta más que yo.

Permanecí seria observando como entrelazaba sus dedos con los míos.




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