Cinco ¿número de la Suerte?

Por Noah

Cinco cuerpos adornados de espesa sangre están tirados en el piso de esta vacía habitación que hace poco estuvo lleno de vida. Cinco seres que llegaron a repartir dolor, sufrimiento y miseria para quienes estaban a su paso. Cinco, número impar que se mantiene como vital en este conteo improvisado. Conteo progresivo que logra mantener mi carente tranquilidad, mientras observo con asombro la impresionante alfombra escarlata que adorna a este funesto lugar detestable que me ha sumergido en mis recuerdos sin tener plena conciencia de ello. Recuerdos de este “castillo” en el bosque como lo nombró Noah antes de morir. Antes de que su vida se marchite como el verano dando paso al invierno, como los árboles antes de perder sus hojas, como la tierra carente de lluvia, como yo un ser que perdió toda emoción después de que ellos acabaron con todo rastro de inocencia.

—Suél… tame por fa… —digo de forma entrecortada en tono de súplica. Sus manos logran impedir que entre el oxígeno a mi ultrajado cuerpo.

—¡Cállate maldita! —dice mientras suelta el cinturón que sujeta. Su cinturón sin que le genere ningún tipo de problema.

—Por favor nuestra madre esta por… —suplico aprovechando el momento para hacer que entre en razón. Su mirada hambrienta me demuestra lo ineficaz de mis palabras. Se ve mucha determinación en ella como si no hubiera nadie que cambie lo que ya tiene decidido.

«Tengo miedo.»

—¿Quién viene dices? —pregunta en tono burlesco y yo me conformo con asentir la cabeza afirmando en respuesta. —Yo mismo me aseguré de que todo marche de acuerdo a mis planes. – confiesa con placer mientras mi mirada manifiesta incertidumbre. —Y ahora solo te falta a ti hacer tu parte. —susurra en mi oído.

—Estás loco. —digo temblorosa, su mirada se oscurece.

—Compláceme perra… —dice mientras sus manos quitan todo rastro de aire, no logro mantener abiertos mis ojos.

El resto sólo se explica en retazos de memoria. Recuerdos entrelazados a una realidad diferente. Una realidad que desconozco. Sangre pegada a mi cuerpo, a mi ropa, a la ropa de Bryan. Mi madre horrorizada impartiendo golpes en mi rostro por tentar a su hijito. Mi madre gritando que me fuera lejos de aquí. Vociferando que me quería en un sitio ajeno de esta inmensa casa. Logré ponerme de pie con mucho esfuerzo sin siquiera cambiar mi aspecto porque no dejaron que lo hiciera. Encontré a mi padre en su sillón de siempre viendo la televisión en su completa ausencia habitual, sólo las putas lograban captar la atención de él. Mis hermanos jugando a WF en el bosque. Nunca encontré la satisfacción en ese juego. No me dolió el exilio de este lugar. No me sentía atada a nada ni a nadie. Tampoco sentía el cordón de plata. Pero lo que vi cerca del río, motivó mi regreso a este infierno. Mi hermana menor, Noah. Noah con sus ojos grandes y grises, de hermosa piel tono marfil, de cabellos ondulado castaño, con pies pequeños por su dulce tamaño, de labios rosas pálidos, de voz melódica y desbordante energía. ¿Quién diría que mis esfuerzos no darían ninguna retribución? ¿Quién siquiera imaginaria que mi encuentro con ella estuviese marcado por más sangre al lado de un ser carente de vida?

«Si pudiera conjurar las memorias para hacer tu presencia permanente»

—¡Britania! —le escucho conjurar mi nombre a la distancia. Mi corazón late vertiginoso al ver los cuerpos una vez más en mi campo visual y por instinto busco un escondite que permita mi huida sin conseguirlo. —¡Britania! —pronuncia mi nombre en la melodía de Bach para que reconozca a su interlocutor.

—¡Aquí estoy! —respondo presa de la emoción por verlo.

—Preciosa. —logró conjurar palabras mirando mi imagen al mismo tiempo que los cadáveres. —Pero… ¿Qué demonios pasó aquí? —murmuró.

—¿No lo ves? Están muertos… —susurro en respuesta.

Veo en sus ojos desconcierto y preocupación.

—¿Los… ma… mataste tú? —tartamudea.

—No, los encontré así. —respondo mirando directo a sus pupilas.

—¿Cómo te sientes? —me interroga.

—Siento que se hizo justicia. —mis palabras salieron sin vacilar.

—¿Y Noah? —continuó preguntando disipando toda la paz conseguida.

—Había sangre en su cuarto. —mis lágrimas se escapan por mis mejillas mientras contesto. El agua vertiente de ella no me deja ver cuando se acerca, por tanto, me limito a refugiarme en su abrazo. —Disculpa Nathan. —logro decir mientras rompo en llanto.

—Shhh… No hay de que disculparse preciosa. —susurra a mi oído.

—Es que… —trato de formular una oración coherente, por la diversidad de las ideas circundantes por mi mente el ritmo de mis palabras pierde todo sentido y claridad.

—Shhh… —sus manos acarician mi cabeza intentando calmarme. —Escucha preciosa. —pronuncia pausado. —Tenemos que salir de aquí. —murmura esperando mi confirmación y yo muevo mi cabeza de forma afirmativa.




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