Voz de mi conciencia
PUEDEN LLAMARME Alice Johnson. Aunque no logro recordar mi verdadero nombre y en mi mente todo es confuso, no sé quién soy ni al menos qué clase de persona he sido; no logro recordar quienes fueron mis padres ni de dónde provengo.
–¿Y si fuera de otra manera, y si lograse recordar todo?–
No, creo que ni de ese modo sería suficiente para mí, porque no estoy segura de que es realmente cierto en este sitio ni al menos, que parte de mis recuerdos serían la realidad y cuales serían memorias insertadas.
Aquí me conocen como el sujeto AJ-6 (de ahí mi nombre) del Área Sub C-8 de Terra. Terra, es un cubo de cuatro paredes de espejo que por techo tiene un inmenso cristal, es imposible ver lo que está sobre él, pero en mis tiempos libres, cuando me tiendo en el suelo y miro hasta donde alcanzan mis ojos, puedo pensar que sólo es un cielo azul, como aquel cielo azul que logro recordar.
Cada cara del Cubo debe aproximarse a los cien metros cuadrado. Dentro, un recinto perfectamente dividido en cuatro compartimentos triangulares, divididos entre sí por los corredores principales. Dos compartimentos son dormitorios, un tercero es el Área de ingreso y el último es la zona de extracción; cada estructura es homogénea y de color blanco como el piso de cerámica y las altas columnas que soportan la capa superior del Cubo. El Lugar, está repleto de jóvenes de mi edad, lo llamamos El Sótano.
En eL SÓTANO solo existen dos puertas enormes que permanecen cerradas por el reverso, ambas están en el área de extracción, una al lado de la otra, distan entre sí por unos diez metros: La primera, tiene una "A" robusta; trazada en el centro de un cuadrado negro que contrasta con el blanco de la letra. Sobre ella, hay una inscripción: "Extracción". La segunda de las puertas, está marcada con una gran "B" mayúscula, de igual forma, enmarcada en un cuadrado negro y sobre ella también hay una inscripción, se lee "Ala B".
Regularmente entran al Sótano diez hombres que vienen del exterior con extraños vestidos herméticos: son esa clase de individuos que encontrarías después de un ataque biológico, aunque la enorme máscara de aire que les cubre la cabeza parece el casco de un traje de astronauta y el tubo flexible que la conecta al portafiltro es tan anticuado como los tubos de respiración de un buzo.
Cada semana, los Tomadores, como se los llama, entran al Cubo y extraen a cinco sujetos que jamás volverán al Sótano.
¿A dónde los llevan? No lo sé, pero no regresan.
–Así que puede ser hoy–
Cuando el reloj marque las tres se activara la sirena y los Tomadores vendrán de nuevo.
Me sorprende como he logrado resistir a esta situación sin enloquecer. Ahora que lo pienso, tal vez este monologo interno que susurra y susurra en mi cabeza sea el indicio de un trauma paulatino. Hoy es mi vigésimo quinto día en el Sótano y parece haber sido ayer que desperté en esta caja de vidrios. En mi estadía, he visto llegar a muchos novatos y también los he visto ser arrastrados fuera por el par de Tomadores que los conducen a la puerta de extracción, mientras intentan ocultar ese pánico que los entumece. Primero fue Lucas; después, Jhon; luego, Marcos y, por último, Lois, a todos se los han llevado y sé que no regresarán nunca, pero yo continúo aquí, con ese terror que me despierta cada mañana porque sé que en el Sótano cada día puede ser el último.
La clave de todo está en la respuesta de nuestro cuerpo a lo que llamamos el Descongelamiento. Se nos ha dicho que acabamos de despertar de la Criogenización, una especie de hibernación; que nuestra raza intenta sobrevivir de la aniquilación, el día del juicio del señor; aún no logro comprenderlo totalmente. Se nos dice que la puerta de extracción nos lleva a CIROX, un planeta base, donde se nos adiestra; en el que nuestra raza ha logrado arrinconarse desde cuando el destructor de los mundos golpeo la tierra. Todo parece tan irracional, que es más sencillo pensar que somos un banco de órganos, conejillos de india, que detrás de esa puerta llamada extracción haya una enorme sala abarrotada de incubadoras de vidrio, saturados de líquidos y cuerpos inmersos en ellas con esas extrañas burbujas que se le escapan de las fosas a los sujetos allí sedados, y tal vez, una ciudad demócrata donde la justicia y los valores priman ante todo ni siquiera conozca de nuestra existencia o tal vez, la situación esté tan crítica que la conservación de la raza es el principio fundamental; todo es absurdo.
Lo verdaderamente seguro es que las revisión, una especie de examen biotecnológico, se encargan de datar nuestro organismo y ésa es la base para que los Tomadores elijan a sus cautos. No es algo al azar y no es algo de lo que se pueda escapar. Alguno de estos días, los tomadores entraran por esa puerta, me tomaran de los brazos y me arrastraran fuera como lo vienen haciendo con todos.
Aún no he logrado recuperar la total sincronía de mis movimientos, mi cuerpo es incontrolable, como si llevara una armadura oxidada; en comparación con la primera semana, los síntomas han menguado un poco, los temblores y los adormecimientos ya no son tan frecuentes. Me preocupa que puedan notarlo. Las revisiones son algo de rutina, una por día, aunque los días en que entran más chicos al Sótano, es posible que haya una que otra revisión imprevista.
Todos los miércoles son de Reabastecimiento, es el día que las capsulas suben al Sótano; con nueve sujetos más. Nueve chicos iguales a mí, al menos, en ese aspecto frívolo que causa la amnesia en la mirada.
Aún puedo recordar mi primer día.
ME DESPIERTA el disparo de vapor cuando la compuerta superior se abre. El aire se escapa de mis pulmones y me asfixio: intento tomar grandes respiraciones, pero es el exceso de oxígeno el que me ahoga. Es esa sensación que tienes cuando escapas de la profundidad del océano. Entonces, cuando creo estar a salvo, cuando creo descansar; me cubre el frío. Un frío que entumece todo mi cuerpo; lo siento recorrerme y percibo como mi sangre detiene su flujo y se convierte en hielo ardiente en mis venas. Lo que le sigue, son los dolorosos calambres por todo el cuerpo petrificándome por completo, y de nuevo la asfixia; mi garganta sólo responde con un par de alaridos como los de una vestía que se ahoga en su saliva.
Los médicos están allí para socorrernos. Mi cuerpo se tuerce hasta enroscarse como un feto o como una concha de caracol y adquiere tal rigurosidad. Aunque intento, no logro controlarlo. Es entonces cuando las convulsiones aparecen. Los médicos son rápidos, nos suben a las camillas de hierro. Se las llama así, por las mordazas metálicas con las que se nos sujetan, tanto la cintura, así como también la cabeza y las extremidades. Las mordazas no permiten que nuestro cuerpo se enrosque y se funda como concha de caracol prehistórico, y así consienta la intervención médica. Los choques eléctricos son necesarios la mayor de las veces, las muertes más frecuentes son por paro cardíaco o por asfixia.
Los médicos llegan del Ala B, con sus trajes de látex incoloro; al Ala B también van los cuerpos que no logran recuperarse, los cadáveres, para ser precisa. Liana, una compañera de dieciséis años, que aparenta entrar a los veinte y que lleva en el Sótano un año con dos meses; dice que ha visto a un chico despertar dos veces de las capsulas; dice que vio cuando los médicos transportaban su cadáver al Ala B, pero que dos semanas más tarde, nuevamente lo vio despertar en el Cubo, como si nada, nuevamente con los ojos atiborrados de amnesia.
No sabemos que rayos es el Ala B, pero lo que realmente nos preocupa es el área de Extracción.
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Editado: 10.08.2018