Tres días antes del accidente.
Carmen escupió sangre de su boca.
Era una mujer de cuarenta y dos años, negra proveniente de Filadelfia que había trabajado como empleada doméstica durante once años para la familia Canady. No le recomendaba a nadie trabajar para esa bruja de Bella Canady, no le recomendaba a ningún ser humano trabajar allí. Adrede, todos los empleados eran negros, porque ella era racista y lo maquillaba bastante bien.
Carmen López tenía ascendencia mexicana por parte de su padre, pero nunca había visitado México. No tenía hijos, porque no le había ido bien en sus relaciones de pareja y nunca pudo concebir. Cuando entró a trabajar en Canady House supo que algo andaba mal desde que todos los empleados fueran negros, fue demasiado chocante toparse con personas así en pleno siglo XXI.
Billy era el chofer personal de Bruce Canady y se había convertido en un gran amigo para Carmen. Ella notó que algo andaba mal desde que había visto grandes moretones en la piel de este, que habían sido causados por Bruce Canady en un ataque de histeria. Él le había explicado que aguantaba todos esos maltratos porque tenía cuatro hijos, una esposa enferma y en ningún lugar le iban a pagar tan bien. Los sueldos en esa casa eran exorbitantes y la mayoría aguantaba porque eran casi cantidades millonarias.
Carmen comenzó a sospechar desde que Billy había desaparecido de la nada dejando a su esposa y a sus hijos, al día siguiente había aparecido otro chofer negro. Ella había velado por el bienestar de la familia de su amigo y a la vez investigaba en el silencio que había sucedido con este.
Hasta que una noche se había aparecido Roxanne Rains, vestida de negro de pies a cabeza. Había llegado en la mitad de la calle donde Carmen vivía con unas fotos en la mano, se las entregó sin decir una palabra. Carmen se había desgarrado por completo: Allí estaba Billy, encadenado, se le veía delgado y con la mirada cansada.
–Pero…–le había dicho Carmen–¿Dónde está? ¿Quién le hizo eso?
–Carmen, necesito tu ayuda. Te recompensaré bien y podrás volver a ver a tu amigo.
A partir de allí su vida cambió. Se volvió un agente encubierto para aquella mujer que le pagaba una gran fortuna por desenmascarar una red de tráfico humano, no obstante, Carmen le hubiese ayudado gratis, ya que era algo horrible.
Lo único que le había dolido de todo era que alguien como el joven Marcus, un ángel entre todos esos demonios había terminado pagando los platos rotos. Todos en esa casa lo querían y el sentimiento era mutuo, pero el joven Marcus no vivía allí. Él no encajaba con esa familia. Carmen había olvidado darle esa pequeña información a Roxanne antes de que estallara Luna Oscura.
Ahora no sabía si la volvería a ver. Visualizó el lugar donde la tenían aquellos hombres: Era un viejo almacén de carpintería. Habían cinco hombres sin contar a Bruce Canady y estos últimos le habían dado una buena paliza. Hasta ahora ella había recibido los golpes sin queja alguna, al contrario de lo que ellos piensan, ella no tenía nada que perder. Sus padres habían muerto hace varios años, no tenía hermanos, ni hijos y sus antiguas parejas no quieren saber nada de ella; Carmen no tenía miedo a morir si con eso ayudaba a su gente a no volver a pasar por ello.
–¿Sigue sin hablar?–le preguntó a los hombres.
–Sí señor–respondió uno de ellos.
–¿Después de esa paliza?
Nadie respondió y él se acercó a ella.
–A ver Carmen–comenzó a decir Bruce–No tienes idea de todos los problemas que me has dado. Insistes en salvar a tu gente y gracias a tu gente es que estás aquí.
Ella lo miró en silencio.
–Todos tus compañeros te delataron–continuó.
Ella alzó las cejas.
–Me dijeron que habías actuado muy sospechosa, que te estabas viendo con alguien… Es increíble como no me di cuenta teniendote en mi propia casa. Estoy casi seguro que la persona con la que te reunías era Goenji.
Ella alzó una ceja. Sus manos estaban atadas a la espalda y estaba sentada en una silla.
–Te duplicaré la oferta que ese hombre te dio si me das su nombre.
Carmen se forzó a sonreír.
–No me interesa su dinero señor Canady, me interesa que se haga justicia.
Él asintió–Pensé que podíamos hacer negocios, bien se sabe que los negros tienen un diminuto cerebro. Traigan al chico.
Carmen vio a través de su ojo derecho, el cual había quedado ileso de los golpes. No dudaba que su ojo izquierdo estaba morado, ni siquiera podía abrirlo.
Lo que vino a continuación la dejó atónita. Traían a un niño con los ojos vendados. Un niño negro que ella conocía muy bien. Era el hijo de Billy.
–Creo que ahora sí tenemos un trato Carmen.
***
Roxanne bebió el trago que le ofreció René y se dio cuenta que no debía beber más. Los tres cosmopolitan estaban surtiendo efecto y decidió sentarse. El club nocturno al que los había arrastrado René se llamaba Inferno, como el último peldaño del infierno de Dante y como el libro de su autor favorito Dan Brown.