Cita a ciegas para San Valentín.

Capitulo 11.

    La emoción que me invadió era indescriptible; era un torbellino de sentimientos y todos ellos se mezclaban y me querían arrastrar con ellos. Jaspers palmeaba mi espalda y repetía una y otra vez que lamentaba haberme hecho llorar, que esa no era su intención. Si solo supiera que en realidad me había hecho bien. Llevaba años sin lograr desahogarme, fingía ser fuerte porque creí que así sería más fácil para mis padres el superar la perdida de Sophia. Hasta hoy, no me había dado cuenta que en realidad solo estaba guardando en una caja todo el dolor y que ya estaba a tope, y, necesitaba salir, o terminaría por destrozarme.  

-Lo siento Beca. 

-No… no te disculpes. 

    Le dije con voz temblorosa tratando de aliviar su culpa innecesaria. Jaspers no lo sabía aún, pero me había entregado el mejor regalo, uno que jure haber perdido hace años, pero aquí estaba descansando dentro de una caja. La colección completa, una primera edición de los libros de Jane Austen; pero no era cualquier colección. Está tenía grabado en su interior la promesa y declaración de amor de Frederick Flinch mi tatarabuelo. La colección había pasado de generación en generación tres años antes de que Sophia falleciera, nuestra madre y abuela estuvieron de acuerdo en que ya era hora de que pasara a ser de nosotras. Ambas estábamos contentas y agradecidas pues era un tesoro invaluable para nosotras y no solo por el valor económico de ellos, si no por lo sentimental. Un año más tarde, mi padre perdió su empleo y tuvimos mala racha; el dinero faltaba e incluso nos iban a quitar la casa. Sophia y yo hablamos y decidimos empeñar la colección para obtener algo de dinero pensando inocentemente que algún día podríamos volver a comprarla. Fue una ridícula idea y nos lo hicieron saber nuestros padres cuando llegamos a casa con un gran cheque. Pero en nuestra desesperación por ayudar perdimos de vista la realidad; jamás volveríamos a ver esos libros, ni aquellas bellas palabras que Frederick había dedicado a su gran y único amor. Algunos pensarían que eso solo le quitaba valor a los libros, pero para nosotros era lo contrario, le daba más aún.  

-¿Cómo lo conseguiste? ¡Debió salirte una fortuna! 

-No, no para alguien como yo así que no pienses en eso. 

-¿¡Cómo no hacerlo!? ¡Tu me devolviste un pedazo de mi pasado que creí perdido para siempre y en cambio yo! Yo te di un cachorro y resultó que eras alérgico.  

-Pero me gusto tu regalo. Es realmente bellísimo. 

-Pero no costoso como el que me diste.  

-Beca, el valor monetario es inexistente para mí, si a cambio logró verte sonreír.   

-Eso te salió con rima. 

-Espero que sí, llevo practicándolo todo el día. 

-¿Qué? 

-Sabía que reaccionarías así, pero es broma, las palabras fueron espontaneas. Solo buscaba hacerte reír. 

-Oh. ¿Y cómo supiste de esto? 

-Bueno… 

    Dijo mientras se rascaba la nuca incómoda mente y desviaba la mirada como si estuviera a punto de confesarse. 

-Un día en la oficina te vi de reojo mientras lo buscabas por internet y luego hablaste de eso con Marisol y de casualidad lo escuché. Le dijiste que el valor era inalcanzable para ti y que le habías vuelto a perder el rastro.  

-Jaspers Conelly, estás lleno de sorpresas. 

-Y aún tienes mucho por descubrir. 






 




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