Salí a lo que imaginé que sería el portal de esta enorme casa, no me había percatado de que era más bien un balcón. Me acerqué despacio hasta el barandal. La vista hacia abajo era espactacular aunque daba vértigo mirar. Parecia que mirara hacia abajo desde las nubes. Se veía una ciudad impresionante. Tenía construcciones de todas las culturas, al menos eso me parecía. Me quedé mirando una enorme torre china pero se veía diferente, como futurista.
Por más que buscaba parecido a todo lo que veían mis ojos con lo que conocía, no lograba encajar del todo con nada en particular. Jamás había visto una torre China en persona, pero no creía que luciera exactamente como esta. Algunas carreteras parecían que flotaran y la arquitectura me parecía imposible de lograr en muchos putos. No podía creer que en mi país existiera un lugar así y que nunca hubiera oído hablar sobre él.
Miré hacia él lado opuesto a mi derecha y estaba la carrera por dónde llegué. Habían varias construcciones de cada lado pero eran normales como las que estaba acostumbrada a ver. Nada que ver con lo que había del otro lado. Volví mi vista al precipicio. Era realmente impresionante.
La belleza de cada construcción me extasiaba de una manera indecible. Si no fuera porque era realmente imposible, juraría que era una ciudad del futuro. Tuve el temor de que la casa se desprendiera de sus cimientos y cayera hasta el fondo del precipicio. Las piernas se me hicieron de gelatina. Siempre le he temido a las grandes alturas pero la belleza increíble de la vista me lo hizo olvidar por un momento. Me empecé a marear un poco y la vista hermosa se desdibujó ante mis ojos.
—¿Te gusta el paisaje? Es realmente impactante, ¿verdad?
Me sobresaltó escuchar la voz desconocida. No sentí sonido alguno que me alertara que no estaba sola.
Me moví de mi lugar y me detuve bajo la seguridad del marco de la puerta. Esta era la única que daba a ese lugar. El hombre se arrecostó a la barandilla dónde estaba antes, sin dejar de mirarme. Seguramente era otro de los invitados, pensé.
—Oh, sí.—al fin pude responder. Estaba temblorosa por mi temor a los lugares tan elevados y por el susto que me dio el desconocido.
—Este lugar es muy privado.
¿Era un reclamo?, no estaba muy segura de que lo fuera.
—Nadie me dijo que no podía venir aquí o andar libremente por la casa.
Era una escusa pero también era la verdad.
De pronto el balcón se despredió de un lado. Me moví lo más rápido que pude para socorrer al señor. Logré tomar su mano extendida y para mí horror: ¡me arrastró con él! Su frente se veía como un arcoíris, no así literal pero tenía varios colores como uno. Era algo muy extraño o yo me estaba enloqueciendo por el terror. Me sostuve fuertemente de un tubo de la misma barandilla y saqué fuerzas, no se de dónde, pero salvé al señor y de paso a mí también. Ayudada por él subí y nos alejamos de allí escapando por la puerta. Miré atrás por instinto y mi vista reparó en un cartel que decía:
NO pasar
Peligro de derrumbe.
Pero que extraño, juro que yo no lo ví antes.
Esta casa me daba escalofrío. Quise irme en este preciso momento pero no podía. Mi madre también estaba aquí y me había pedido encarecidamente que viniera con ella a celebrar su cumpleaños. Tenía que buscarla primeramente y contarle lo peligroso que era estar aquí. Busqué con la mirada al hombre que estaba conmigo y no lo ví por ningún lado. Al parecer era más consiente que yo y se había ido sin dudar.
Salí hasta la entrada que venía siendo como un patio grande con muchos árboles frutales. Había bastante espacio entre ellos, haciendo del lugar un sitio acogedor y reconfortante. Algo completamente opuesto al lugar de donde acabo de salir. Para donde se suponía que debía estar el acantilado había una cerca divisoria que se me perdía de la vista y detrás tanta vegetación emboscada que nadie sería capaz de adivinar que había un precipicio.
—Hija, ¿dónde estabas?
—Fuí al balcón.
—¿A qué balcón? Esto no es un edificio.
Sonrió con afecto. Creo que creyó que estaba haciendo una broma. Por lo visto mi madre no sabía de la existencia de ese lugar.
Todo estaba más concurrido que cuando me fui, por lo visto habían llegado muchas más personas. Entre ellas había una mujer con una niña pequeña en brazos, de unos dos años a lo sumo, se veían adorables. En eso llegó un invitando totalmente inesperado para mí que captó mi atención. Todo dejo de existir a mi alrededor.
Él había sido mi pareja una vez pero hacía como 8 años que nos habíamos separado. Nunca más nos volvimos a ver en persona. Lucía mayor y más fornido. Ya no era él mismo joven que recordaba. Había cambiado con el paso de los años pero su mirada cariñosa seguía siendo la misma.
—Hola Adamaris.
—Hola—apenas murmuré. No podía dejar de mirlo y no sabía qué estaba haciendo aquí.
—Yo lo invité—aclaró mi madre como si hubiese leído mi mente.
Viendolo a él se me olvidó hasta el motivo urgente que quería hablar con mi madre. La verdad ya no quería irme de ese lugar. Sentía mariposas en mi estómago, un nerviosismo ancioso y el corazón agitado como loco. Pensé que lo había dejado de amar con el paso del tiempo. Tal vez fue así pero al reencontrarnos volvía a enamorarme de él otra vez.
—De verdad eres Lionel.
—Lo soy.—afirmó.
Pasa muchacho y toma asiento, no te quedes allí de pie. Ofreció mi madre después de que se separaron del abrazo. Al parecer ellos no habían perdido el contacto.
Ocupamos unos puestos libres al fundó, mi madre llegó poco tiempo después con unas bebidas frías y una bandeja llena, ni siquiera me fijé que era. Mi atención estaba principalmente en mi acompañante. Estaba muy nerviosa. Aún no creía del todo que de verdad estuviera aquí.
— Necesitas ayuda mamá—recapacité.
— No cariño, Sergio tiene un personal de servicio. Los estoy atendiendo a ustedes porque quiero.
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Editado: 25.02.2021