—Estamos aquí hace tres días.
—¡¿Cómo?!
No lo podía creer. Al parecer estuve inconscirnte mucho tiempo. Más del que podía imaginar.
—Al día siguiente del cumpleaños de tu madre me la encontré en el pasillo, ella estaba desesperada buscándote y yo la acompañé en su búsqueda. Te buscamos por toda la mansión y de pronto llegamos al balcón. Te vi incocirnte y unos hombres uniformados con trajes especiales y máscaras extrañas te estaban llevando. Tu madre gritó detrás de mí y yo me quedé paralizado por un momento. Los trajes eran los mismos que usaban los hombres que llegaron después que sonó la extraña alarma pero las máscaras eran diferentes. Intentamos impedir que te llevaran pero nos redujeron y también nos llevaron a la nave junto contigo. Ellos te reanimaron y luego te entubaron. Fue entonces cuando me di cuánta que te estaban salvando y no haciéndote daño. Tu piel estaba de un color morado. Creí que estabas muerta porque no te novias. No te imaginas la desesperación y el dolor que sentía pero tenía que mantenerme fuerte por tu madre. Ella estaba histérica y yo trataba de calmarla con palabras reconfortantes y alentadoras pero era inútil. Cuando te dejaron estable le pusieron lo que supuse una inyección a tu madre que la dejó inconsciente. Poco tiempo después desendimos todos del extraño tranporte volador. No era un helicóptero, ni ningún tipo de globo aerostático, menos un avión. Podría compararlo con el concepto que hay de nave espacial o platillo volador, aunque no parecía exactamente un platillo. Quizás una taza más bien por su forma ancha en vez de aplanada. A tú madre la trasladaron en un tipo de camilla y a mí me llevaron a rastras porque no quería separarme de tí. Quise impedirlo pero fue inútil. Te llevaron en sentido opuesto al nuestro y por más que luché lo único que conseguí fue que me golpearan. Lo siento.
¿Sentir qué? No tenía la culpa de nada.
—¿Te duele mucho aún?
Me preocupé por el daño que esos hombres le pudieron haber causado durante su residencia.
—No fue grave. No te preocupes. Mi cuerpo no es tan débil.
Lo sé bien, él era sólido como roca. Estaba acostumbrado al trabajo pesado y a jugar por su físico también hacía ejercicios, supuse.
—Estuvimos encerrados dentro de la misma habitación por algunas horas— continuó contándome—hasta que nos llevaron a un salón donde había un grupo grande de personas. Ese hombre no fue el primero que ví explorar. Allí ocurrieron dos casos iguales. El primero ocurrió poco tiempo después de que se habían llevado a las mujeres a cambiarse de ropas, por suerte, y tu madre no lo vió. En el segundo pude darme cuenta un poco antes por los síntomas, así que le dije que se fuera para el baño y de allí no saliera hasta que le avisara. Esta mañana muy temprano nos cambiaron a tu madre y mí a ese nuevo grupo con el que nos encontraste. Eran recién llegados por lo que escuché. Me separé del grupo siguiendo, muy sigiloso y discreto, a uno de los hombres que nos dejó allí. Así fue como descubrí una salida. La tecnología de este lugar es muy avanzada. Parece futurista.
Estaba completamente de acuerdo.
—Gracias por cuidar de mi madre.
—No tienes nada que agradecer. Lo hago porque me importan.
Acarició ligeramente mi rostro con cariño. De pronto di un brinco sobresaltada al escuchar el fuerte chillido. La pequeña de la mujer amable, la que nos iba a ayudar a salir de aquí, estaba contorsionada por el llanto. Al mirar a la nena ví con horror que las extrañas manchas coloridas de la frente estaban en ella. La pequeña criatura creo que no llegaba a los dos años de edad.
Oh, no no no no, Eso no podía estar pasando.
Esas pequeña e inocente criatura no podía explotar como si fuera un fuego artificial. Imaginar el dólar que estaba sintiendo me estaba volviendo loca.
—¡No puede ser!
Me llevé ambas manos a la cabeza.
—Cálmate mi vida. Ellos harán algo antes de que pase.
—¡No, mi niña no! ¡¿Por qué, por qué...?! Ayuda por favor.
Cómo calmarme al escuchar el lamento desconsolado de una madre, la gran desesperación y el desconsuelo. Me tapé los oídos con desesperación y cerré los ojos.
—Creo que están buscando la forma de revertir el proceso. Eso fue lo que me dijo el señor mayor con el que conversacé.
Me informó Lionel. A pasar de mi intento desesperado por no oír, lo seguía haciendo. Recé con todo mis fuerzas para que así fuera. No podía ver a esa niña morir de una forma tan espantosa. Abrí los ojos. Ver a la madre en su actual estado me partía el alma. La pobre mujer estaba desmoronada.
—Tranquila mi amor, mamá está aquí. Se que duele, te pondré una inyección para aliviar tu dolor.
Sacó un objeto raro de su bolso. Era como una pististola, a eso era a lo que más se asemejaba, no se describír exactamente su forma. Era pequeña y de color blanco. No se de que material estaba hecha, a mí me pareció de plástico, y la disparó en el brazo pequeño. Poco tiempo después la niña se fue calmando hasta quedarse dormida. Gracias a Dios, pobre angelito. Cuidala señor. Que no le pase nada.
La puerta tracera del vehículo se abrió de pronto. Y el susto que me dio fue muy grande.
—Pueden bajar, pasaremos la noche aquí.
Era el chófer, sentí un gran alivio. Me había imaginado lo peor. Mis nervios estaban de punta. Me sentía al borde de un colapso nervioso. Por lo visto hasta aquí había llegado nuestro viaje por hoy.
Descendimos del vehículo con cuidado. Me dolía el trasero. No sé ni cuánto tiempo llevábamos de viaje. Estaba perdida en tiempo y espacio. Seguimos a los demás, éramos los últimos o casi, miré hacia atrás y estaba la madre con su pequeña. Me ganó el terror al mirar su rostro. Una mano grande me cubrió la boca impidiendo que emitieran algún sonido.
—No lo digas, ella lo debe saber, seguro que siente dolor. No podemos hacer nada por esa pobre mujer y su hija. Dale espacio es lo mejor.
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Editado: 25.02.2021