Ciudad OnÍria

SIN PERMISO

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Ashley me acercó a la cafetería, y aprovechó a tomar un batido especial antes de marchar. Aquella conversación con Ash me hizo sentir extraña. No entendía que pretendía con todo aquello, primero buscaba un vestido perfecto asegurándome que la encantaba el motorista porque es diferente, acto seguido confirma que después de esa noche saldrá de su vida como si nada, ¿alguna vez podría ser capaz de aferrarse a alguien durante algo más de una semana?, no... creo que no.

Mientras me cambio para empezar con mi jornada laboral, Ash se acomoda en la barra, Nancy prepara un batido natural de frutos del bosque con una hoja de menta y se lo sirve. Cuando salgo a la barra, mi compañera se despide de ambas y marcha. Ash comienza a dar vueltas sin sentido al batido mirándolo pero sin ver, como si estuviera en otro planeta:

—¿Ash?.—pregunté repetidas veces mientras acaricia-ba su mano.

—Estoy nerviosa, sí.

—No lo estés. Es sólo una cita, nena.

—Lo sé, pero él es...—suspira alicaída.—Si al menos estuvieras tú.

—Lo siento, pero tengo que trabajar. Yo no pinto nada en una cita tuya. Ell estará —aseguré.

—Sí, pero Ell no es mujer. No me entendería.

—Ash, te estás ahogando en un vaso de agua. Has tenido cientos de estas, ¿porqué miedo ahora?.—se encoge de hombros.

—¡¡Por favor, Gené!!.—suplica. Pongo mis dedos en la sien. Ash a veces era un dolor grandísimo de cabeza. Aca-bo cediendo en parte, aunque sin asegurarlo. Suspiro.

—Te prometo que si termino pronto, me acerco.—Ash se levanta y empieza a aplaudir como si fuera una niña pequeña que se sale con la suya.

—¡Gracias baby! ¡te esperaré! —y sale del local con una placentera sonrisa.

¿Era posible que algo tan simple hubiera sido capaz de hacerla cambiar el semblante? aunque probablemente acabara tan entretenida o peor aún, borracha, que yo estuviese de más en aquella dichosa fiesta.

Después de terminar mi turno, salgo, cierro la cafete-ría, paro un taxi y le indico camino de mi casa, minutos después reculo y cambio la dirección…vamos a dicha hermandad. Antes de llegar, voy preparando mi mente y la armadura para enfrentarme a toda la manada de idiotas que suelen ir a las fiestas de Price y amigotes. Tomo aire y me aproximo a la entrada, pero cambio de idea al escuchar tal algarabía, doy media vuelta, oigo mi nombre y me giró sobre los talones, Elliot:

—¡Qué ven mis ojos, Gené!.—me encojo de hombros.

—Ash —sonríe.

—Sabía que esa loca te convencería.

—Sabe como hacerlo.

—Perdí su rastro hace un buen rato.—se encoje de hombros.

—Sabía que no era buena idea.

—Vino con el "angelito" motorizado…pero desapare-cieron.

—Espero no toparme con él.

—Ven conmigo… yo te protegeré de las "bestias"

Ya estaba allí, así que... a por todas. Entro de la mano con Elliot y uno de los anfitriones que me mira aún atónito, me ofrece algo de tomar, a lo que acepto por educación, y vuelve a marcharse.

El salón, la pista improvisada de baile contaba con un par de bolas de discoteca colgando del techo, y dj inclui-do. Estaba atestado de gente, casi imposible vislumbrar cara conocida entre la multitud eufórica, y eso que ya llevaban horas ahí. Dada la hora que era y la hora a la que había empezado, imaginé que gran parte de los asisten-tes hubieran abandonado la fiesta... pero me equivoqué.

Elliot me arrastró hasta la pista a bailar un tema llama-do "Time is running out" de Muse, otro de mis grupos favoritos... y Ell lo sabía. Fue un momento divertidísimo, bailamos sin parar entre trago y trago, entre vuelta y vuelta, en el estribillo final agitaron unas botellas de champagne que soltaron por toda la sala haciendo que todos acabáramos empapados por aquel líquido pegajo-so, pero lo estaba pasando realmente bien, no me importó aquello.

Hacía tanto que no iba a una fiesta de esas que lo estaba disfrutando como quinceañera. Bebí y baile... baile y bebí, a ratos me sentía un poco mareada, Elliot me acompañaba a airearme y volvíamos a la pista. Saltába-mos y brincábamos como locos, todo estaba mejor de lo que me imaginaba.

Mi compañero se ausentó unos instantes, lo que aproveché para buscar a Ash, al menos para que supiera que sí había cumplido con mi palabra, pero ni rastro de ella por ningún lado. Aquel lugar era demasiado grande para mi parecer. Busqué en la planta superior y encontré a Becca, uno de los muchos ligues de Price, la que me señaló con el dedo índice el baño.

—Ahí está... tiene una buena.—asegura.

Entro y me dispongo al rescate de mi amiga que no cesa de vomitar hasta la primera papilla, arrodillada en el suelo, sujeta al inodoro. Sostengo su pelo entre mi mano.

—Missss…brrrr…brrr…—ríe y sigue vomitando. Trato de tapar sus bragas, ya que supuse que era a eso a lo que se refería.

—Ash… .

—Nooo digas nada. Estoy asqqquerrrosa.—ríe.—¿dijjje rosaaa?.—ríe de nuevo.

—Ya veo, rosa y asquerosa…ambas…y borrachísima, que es aún peor.

—Grrrrrasiaz por tu inffffinitaaa sinceridad.—me apun-ta con el dedo índice sobre la nariz. Vuelve a vomitar.

—Vamos a salir a que te de el aire.

—Nnnooo.—niega a su vez con la mano y cabeza.

—No te ves bien. Y tampoco veo a tu acompañante.

Se acerca Becca y me informa:

—¿El rubio?—asiento.—Se lo llevó Price y sus chicos.

—¿Y la dejó sola en este estado?.



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En el texto hay: amor, magia, ángeles

Editado: 09.01.2022

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