Ciudades de Humo

16. El campo de minas

Deane estaba insoportable. 
Es decir, más que de costumbre, que era todo un logro. 
A Alice le dio la sensación de que estaba más pendiente de ella que de 
los demás, como siempre. Odiaba la presión a la que la sometía. Y odiaba 
aún más el hecho de que solo fuera contra ella. ¿Es que le había hecho algo 
a esa mujer para que la tratara tan mal? 
Tenía alumnos —entre ellos Kenneth, por supuesto— a los que adulaba 
continuamente, otros a los que directamente ignoraba —como Davy, Tom y 
Shana— y después estaba la pobre Alice, sola en la última categoría, la de 
los odiados. 
Lo peor no era que estuviera todo el tiempo criticando lo que hacía — 
que también—, sino que, con la presión, a Alice las cosas le salían todavía 
peor.

Como en ese momento, en el que estaba subiendo la red del circuito tan 
rápido como podía, rasgándose las palmas de las manos y tratando de 
ignorar el dolor. Deane se puso a gritarle tanto que Alice terminó 
resbalando y su tobillo quedó enredado en la red, haciendo que quedara 
colgada boca abajo. 
Sí, echaba de menos las clases de Rhett. 
Cerró los ojos, tratando de no ponerse a gritar, especialmente cuando 
escuchó risitas a su alrededor. 
Maldita Deane. 
Intentó incorporar el torso para liberar el tobillo, pero era incapaz de 
alcanzarlo. Volvió a intentarlo. Era inútil. No llegaba. Las risas aumentaron. 
Le entraron ganas de llorar de rabia. ¡Ni siquiera sabía que se pudiera 
llorar de rabia! 
—¿Piensas quedarte ahí colgada todo el día? —preguntó Deane con una 
pequeña sonrisa. 
—No puedo —admitió. 
—Claro que no puedes. —La instructora se acercó a ella, hablándole en 
tono condescendiente—. Por mucho que entrenes, nunca estarás al nivel de 
los demás. Por mí, puedes quedarte ahí colgando el resto del día. 
Uf, era una... Alice cerró de nuevo los ojos cuando Deane se volvió 
hacia sus compañeros y siguió con la clase como si ella no estuviera allí 
atrapada. 
Su plan inicial había sido esperar que alguien tuviera piedad y la 
rescatara, pero estaba claro que nadie iba a hacerlo, así que tocaba 
rescatarse a sí misma. 
Alzó la mirada a su pie enredado. Empezaba a doler y la sangre le estaba 
bajando a la cabeza. Tomó aire y volvió a impulsarse para arriba, 
conteniendo la respiración. Su mano rozó la cuerda, pero volvió a caer, 
ganándose un fuerte tirón que reverberó en toda su pierna.

No obstante, volvió a intentarlo. Y, esta vez, en lugar de impulsarse solo 
con el torso, también lo hizo con la pierna. Su mano alcanzó la cuerda, ella 
soltó todo el aire que estaba reteniendo, aliviada, y miró a su alrededor en 
busca de un poco de ánimo. 
Pero, claro, nadie le prestaba atención. Solo la miraban cuando las cosas 
le iban mal. 
Dio un tirón a la cuerda para liberar su tobillo dolorido. Un segundo más 
tarde, estaba cayendo directamente hacia el barro, donde aterrizó algo 
desgarbadamente, salpicando a sus compañeros y provocando más risas. Se 
puso de pie lentamente, acariciándose la espalda entumecida y notando latir 
el tobillo mientras volvía a su lugar. 
—Buen trabajo —le dijo Deane a una chica que acababa de terminar el 
recorrido y que había esquivado a Alice en la red, como si no existiera. 
En cuanto se dio cuenta de que esta pasaba por su lado, la miró de arriba 
abajo y sonrió. 
—Y tú... Bueno, es sorprendente. Hoy lo has hecho incluso peor que a lo 
que nos tienes acostumbrados. 
Más risas. 
La odiaba. 
Profundamente. 
Alice nunca terminaba el recorrido. Siempre se caía en la zona de las 
cuerdas. Y fue lo que pasó durante su último intento, que provocó más risas 
todavía. Al final de la clase, se rindió y siguió a los demás en las vueltas al 
campo. Aunque su cuerpo estaba empezando a acostumbrarse a esos 
entrenamientos tan intensos, seguía agotándose y siendo la primera en 
detenerse para descansar. 
Nunca se le daría bien eso, ¿verdad? Por mucho que entrenara. No 
importaba. Nunca lo conseguiría. 
Mientras corría alrededor del campo, vio que el grupo de Jake entraba en 
la sala de tiro. Dean fue el único que la vio y la saludó con la mano. Alice le sonrió, pero por dentro estaba a punto de ponerse a gritar. Quería volver con 
ellos. Quería no tener que ver a Deane nunca más. 
Y pensar que hacía unas semanas pensaba que Rhett era cruel... Nunca 
había creído que echaría tanto de menos sus clases. O a él. 
Cuando terminaron, Alice apenas podía sostenerse en pie. Siguió a Tom, 
el amigo de Shana, hacia la sala de tiro, donde Rhett acababa de tener la 
clase con los principiantes. 
Tom no hablaba con ella desde que Shana se había enterado de que Alice 
era una androide, cosa que era bastante sospechosa. Seguro que se lo había 
contado. Bueno, mientras no se lo revelaran a nadie más, que pensaran lo 
que quisieran. 
Alice podía soportar estar siempre sola en clase y en su habitación, le 
daba igual. Era duro, pero soportable. Lo único que pedía era que, por 
favor, no se lo contaran a nadie. 
Ese día tenían que aprender a limpiar las armas, cosa que podía parecer 
una bobada pero resultó ser muy complicado. Alice, con expresión 
concentrada, frotaba con ganas el interior de una pistola pequeña, 
intentando quitarle una mancha que parecía no querer borrarse. Tenía que 
admitir que quizá estuviera aplicando mucha fuerza porque imaginaba que 
ahí estaba la cara de prepotencia de Deane. 
Levantó la mano cuando terminó, mucho después que los demás, y Rhett 
se acercó para comprobar el trabajo. 
Alice casi esperaba que la riñera —como de costumbre— por haber 
tardado tanto. Pero no. De hecho, ni siquiera la miró a la cara. 
—Pasa a la siguiente —le dijo, sin más. 
Alice se quedó mirándolo un momento con extrañeza antes de cambiar 
de arma. 
¿Era cosa suya o Rhett no la había mirado desde que había entrado? 
Pero ¿qué le pasaba ese día a todo el mundo? ¿Es que había hecho algo 
malo y no se acordaba? Le entraron ganas de llorar.



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En el texto hay: futuro, amor, amistad

Editado: 09.01.2024

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