Al día siguiente, la clase de Deane se le hizo todavía más pesada que de
costumbre. Y mira que era difícil.
Y es que, ahora que Kenneth no estaba —Alice no sabía qué había sido
de él—, todo el mundo la miraba como si ella fuese la responsable. ¿Qué
culpa tenía Alice de que hubiera estado diciendo mentiras sobre ella? ¡Se lo
había ganado a pulso!
Solo una persona pareció pensar lo mismo que ella.
—Se lo merecía —le dijo Davy en voz baja mientras corrían alrededor
del campo.
Alice lo miró, sorprendida.
—¿Qué?
—Kenneth —aclaró—. Es un idiota y se merecía la paliza que le diste.
Esa vez ella sonrió un poco.
—Ah, sí. La verdad es que sí.
—Quizá hasta se le colocó el cerebro bien gracias a ti.
Alice empezó a reírse, por lo que se ganó una mirada asesina de la mitad
de sus compañeros. Pero le dio igual, no dejó de hacerlo.
—¿Puedo preguntarte algo, Davy?
—¿El qué?
—¿Por qué, si a nadie le cae bien Kenneth, todos me miran así por darle
su merecido?
—Honestamente, yo diría que solo buscan una excusa para odiarte.
Bueno, eso no era un consuelo, precisamente. Tampoco entendía el
origen de ese odio.
—Además —añadió Davy, jadeando porque seguían corriendo—, tras la
pelea, Deane llamó a unos cuantos para que fueran a hablar con ella.
—¿A quiénes?
—A sus favoritos. —Se encogió de hombros—. Shana, por ejemplo.
—Y... ¿sabes qué les dijo? —preguntó Alice torpemente.
Davy negó con la cabeza con una mueca.
—Supongo que les comió la cabeza para que se pusieran en tu contra.
—¿Que les comió qué?
—Que los convenció de que tú eras la culpable. Por eso te miran así.
Alice no le dio mucha importancia al principio, pero al recordar que
Shana estaba en ese grupo, no pudo evitar mirarla enseguida, aterrada. Ella
sabía su secreto. Podía habérselo contado a Deane.
Pero, en realidad, no le pareció más distante que de costumbre.
Simplemente hacía sus ejercicios, ignorándola.
—¿Estás seguro?
—Si no lo estuviera, no abriría la boca —le aseguró Davy, quien de
repente se puso tenso—. Cuidado, se acerca la zumbada.
Esa era la forma en la que se referían cariñosamente a su instructora.
Alice vio que, efectivamente, Deane se acercaba a ellos como si
estuviera dando un paseo por el campo. Se detuvo a su lado y los vio pasar
corriendo en silencio.
Sí, en silencio.
Mmm...
¿Deane los dejaba pasar sin criticarlos? Eso era raro. Muy raro.
¿No?
Quizá la había juzgado mal todo ese tiempo. Quizá hubiera visto que
había mejorado y por eso había empezado a dejarla en paz.
Vale, no. ¿A quién demonios quería engañar?
—¿Qué le pasa? —preguntó a Davy en voz baja.
—Se habrá despertado de buen humor.
—¿Deane? ¿De buen humor?
Davy hizo una mueca.
—Vale. Pues habrá amargado la vida a alguien y ya tiene suficiente
maldad por hoy.
—Sí, eso suena mejor.
El resto de la clase transcurrió sin incidentes. Todo el mundo la seguía
tratando igual, pero parecía que Deane la ignoraba. Alice no estaba muy
segura de si debería estar preocupada, aliviada o contenta. Al final, solo
consiguió sentirse confusa.
Cuando llegó a la clase de Rhett no pudo evitar que su corazón se
acelerara un poco al verlo. Desde que la había besado la noche anterior,
cada vez que pensaba en él sentía que le cosquilleaban los labios. Como lo
hacían, precisamente, en aquel momento.
De hecho, casi estaba feliz de verlo. Casi. Porque cuando se volvió y
abrió su boca amargada lo arruinó todo.
—Deja de mirarme y vete a por tu arma, principiante.
Estaba a un «principiante» de tirarle la pistola a la cabeza.
Rhett debió de ver que eso la molestaba, porque sonrió ligeramente
cuando Alice pasó por delante de él.
Al final de la clase, que fue bastante aburrida porque básicamente se
dedicaron a limpiar armas, recogió sus cosas como los demás, pero se
detuvo cuando vio que Jake entraba en la sala con una enorme sonrisa.
¿Jake? ¿Qué hacía él allí? ¡Podía meterse en problemas!
—¡Aliiiiice! ¡Tengo dos noticias importantes! —se puso a gritar,
haciendo que todo el mundo los mirara con curiosidad—. ¡ALIIIIIICE!
¿DÓNDE ESTÁS?
Rhett hizo un gesto con las manos para despedir al resto de los alumnos,
que, reticentes, salieron de la clase.
—¿Jake? —dijo ella sorprendida—. ¿Qué...?
Pero su amigo no la dejó acabar, la abrazó con fuerza.
—¿Te parece eso apropiado en una clase, principiante? —preguntó Rhett
bruscamente.
—Bah, cállate —contestó el muchacho, por lo bajito, aunque se separó
de Alice.
Suerte que los demás se habían ido, porque si hubiera hecho eso delante
de todo el mundo, probablemente Rhett lo habría colgado de uno de los
árboles que rodeaban el edificio principal.
—Además —Jake le dedicó una sonrisa radiante—, ya no puedes
llamarme principiante.
La boca de Alice se ensanchó en una sonrisa enorme.
—Espera, ¿cómo?
—Ya me has oído. —Jake le sonrió a su vez, entusiasmado—. ¡Estoy en
el grupo de intermedios!
Volvió a abrazarla con suficiente fuerza como para estar a punto de
asfixiarla y Alice se dejó, feliz.
Bueno, y tensa. No paraba de echar ojeadas a la puerta. ¿Y si alguien los
veía y se lo decía a Max?
Se obligó a sí misma a centrarse y sonreír a Jake, que seguía pareciendo
entusiasmado.
—¡Eso es genial! ¡Enhorabuena!
—¡Y con un diez en armas! —gritó él emocionado—. ¡Un diez! ¡El
único de todos los que nos presentamos!
Rhett estaba mirándolos sin decir nada. A Alice le había parecido verlo
sonreír, pero toda expresión alegre se esfumó cuando vio que Jake se
acercaba con una sonrisa de oreja a oreja y los brazos abiertos.
—¡Eh! —Rhett dio un salto hacia atrás, casi como si fuera a atacarlo—.
¡Ni se te ocurr...!
El chico lo abrazó de todas formas, resistiendo a la mala cara del
guardián. Alice intentaba no reírse.
—¡Suéltame ahora mismo si no quieres morir!
—¡Gracias a tu diez pude pasar! —le explicó Jake emocionado—.
¡Muchas gracias, Rhett, sabía que en el fondo no eras tan amargado como
pareces siempre!
—¿Se supone que eso es un cumplido? —Rhett miró a Alice con la ceja
levantada—. ¿Y tú de qué te ríes?
—Yo no me río —aseguró ella, entre carcajadas.
—Trisha también ha pasado. —Jake por fin se separó de Rhett, que lo
seguía mirando con mala cara—. Y Dean y Saud también. ¡Es genial! Me
daba muchísimo miedo pasar solo, no conocer a nadie...
—¿No conocer a nadie? —se burló Rhett—. Si siempre somos los
mismos.
—Pero ¡sería diferente! No son mis amigos.
—Tú eres el típico pesado que podría hacer amigos en cinco minutos.
—Y ¿cuál es la segunda noticia? —preguntó Alice, sonriendo.
—¿Eh?
—Has dicho que había dos noticias —le recordó.