Ciudades de Humo

26. El androide que quería ser feliz

—¡... se te ocurre hacerte esa cosa! 
—¡A mí me gusta! —le gritó Alicia furiosa. 
—¿Crees que me importa que a ti te guste o no? ¡Tienes diecisiete años, 
por el amor de Dios! ¿Dónde te lo has hecho? ¡Es ilegal! ¿Ese novio loco 
te ha obligado? 
—Mi novio no está loco, mamá. 
—Pero... ¿tú has visto la barbaridad que tienes en la espalda, Alicia? 
¡Un tatuaje! ¡Y de ese tamaño! ¿En qué momento se te pasó por la cabeza? 
—¡Es mi cuerpo! 
—¡Eres una niña! 
—¡No soy una niña, el año que viene seré mayor de edad y me iré de 
esta casa, así que deja de tratarme como si lo fuera!

—¿En serio? Y ¿dónde te crees que irás? ¿Con tu novio? Si es que 
seguís juntos, claro... 
—¡No sabes nada de mí! —Alicia estaba histérica. Tenía los puños tan 
apretados que le dolían las palmas de las manos. 
—¡Me da igual! Mientras vivas en esta casa, MI casa, tendrás que 
seguir MIS normas, ¿te ha quedado claro? 
—¡Eres una vieja insoportable! 
—¡Alicia! —Su madre la miró, sorprendida, antes de cambiar a una 
expresión más severa. La chica jamás le había dicho algo así—. ¿Crees que 
esa es manera de hablarle a tu madre? 
Alicia agachó la cabeza. Tenía razón. No entendía qué le sucedía. Se 
pasó una mano por la cara. De pronto, se sentía agotada. 
—Lo siento, mamá —masculló. 
Su madre le puso una mano en el hombro; con la otra, se sujetaba la 
barriga, cada vez más prominente por el embarazo. Quizá Alicia debía ser 
franca con su madre. Después de todo, era su madre. 
—¿Qué pasa? —preguntó, al verla tan pensativa—. ¿Te hace algo ese 
chico? ¿Te ha...? ¿Te ha hecho algo que no te gustara? ¿Te ha obligado a 
hacerte el tatuaje? 
—Ay, mamá, ¿de qué hablas? —Alicia se alejó de ella. 
—Creo que lo sabes muy bien. 
Alicia miró a su madre y sintió ganas de golpear algo, lo que fuera. 
—¿Qué pasa? ¿Que porque tú te casaras con un imbécil crees que yo 
seré igual de estúpida? 
—¡Alicia! 
—¡Estás insoportable desde que se fue! —Ya no podía parar—. ¿Qué 
crees? ¿Que volverá? Pues olvídate. Lo último que supimos de él es que iba 
a por el coche. Ni siquiera se despidió. 
—Para —advirtió su madre en voz baja.

—¡Le importamos una mierda! ¡Asúmelo de una vez! ¡Encuentra un 
trabajo! ¡Haz algo! 
—¿Crees que esto está siendo fácil para mí? —preguntó su madre, con 
lágrimas en los ojos. 
—¿Qué hay de mí? ¡Siempre hablas de ti! ¡Siempre! Pues ¿sabes qué? 
¡Que nos dejó por tu culpa! ¡Por ser así! ¡Una zorra egoísta que...! 
Sintió que su cabeza se movía hacia la derecha y, casi al instante, un 
picor incómodo y caliente le cubrió la mejilla. Ni siquiera había visto venir 
la bofetada. Cuando miró de nuevo a su madre, vio que estaba a punto de 
llorar. 
—Retira eso ahora mismo —le dijo esta con voz temblorosa. 
—Es la verdad —respondió Alicia, también con la voz quebrada—. Y lo 
sabes. 
Se dio la vuelta y fue directamente a la puerta principal. Oyó a su madre 
gritarle que volviera cuando abandonó la casa, pero no escuchó, solo 
siguió caminando hasta alejarse de ella. 

* * * 

—¡Alice, despierta! 
Ella abrió los ojos y vio la cara de Rhett. Tardó un momento en darse 
cuenta de dónde estaba. Tenía el corazón acelerado y le dolían las palmas de 
las manos, como si hubiera apretado los puños. Por no hablar de la mejilla... 
Se llevó una mano a la zona afectada, pero no había nada, solo un ligero 
escozor. 
—¿Estás bien? —preguntó Rhett, haciendo que volviera a centrarse en la 
realidad. 
—¿Q-qué pasa? —preguntó. 
—Estabas teniendo una pesadilla —le dijo con cierta suavidad.

Alice miró a su alrededor. Seguía en su habitación y se había hecho de 
día. Le dolía el cuerpo entero, como si lo hubiera tenido tenso mucho 
tiempo seguido. 
—¿Ah, sí? —preguntó, fingiendo ignorar de qué hablaba sin saber muy 
bien por qué. 
—Sí. —Rhett la miró con una ceja enarcada. 
—Pues... no recuerdo sobre qué era. 
—Claro —murmuró él, pero no parecía muy convencido. 
Alice se incorporó y vio que él había puesto de nuevo el iPod en la 
mesilla de noche. Debió de quitárselo mientras dormía. Se puso lentamente 
de pie y miró a Rhett, que se estaba atando los cordones de las botas. Por el 
pelo húmedo, dedujo que se acababa de duchar. Se estiró, intentando 
olvidarse del estúpido sueño. 
—En media hora habrá una reunión en la sala grande con los que 
seguimos en la ciudad —murmuró él—. Tenemos que avisar a todos. Así 
que si quieres ducharte o lo que sea, ahora es un buen momento. 
—Um... Sí, claro. 
Rhett se puso de pie y ella se mordisqueó el labio inferior. 
—¿Qué crees que pasará ahora? 
Él la miró con el ceño fruncido. 
—¿A qué te refieres? 
—Con Deane. Por lo que veo, prácticamente se está coronando como 
sustituta de Max. 
Rhett se acercó a ella y volvió a sentarse en la cama. Se quedó pensativo 
durante unos segundos. 
—No será tan estúpida. 
—¿Se te olvida que hablamos de Deane? —Alice enarcó una ceja. 
Él volvió a quedarse callado unos segundos. 
—Creo que ni ella es tan estúpida. —Miró a Alice—. Aunque... es la 
última persona en la que confiaría en esta ciudad.

—Y ¿qué vamos a hacer? 
—No te preocupes por ella. Sigo siendo guardián. Si quiere hacer algo, 
tiene que consultarlo primero con el consejo. 
—Pero... 
—Alice, no dejaré que se acerque a ti. 
—No estoy preocupada por mí —replicó ella, soltando por fin lo que 
había estado pensando—. ¿No te parece un poco sospechoso que ella 
sobreviviera, al igual que todos sus alumnos? 
—Alice... —empezó a advertir. 
—¡Es verdad! Pareció que sabían exactamente cuándo tenían que 
aparecer para ser los héroes de la noche y... 
—Escucha, quienes atacaron fueron los de Ciudad Capital. Sé que Deane 
no te cae bien, pero eso no quiere decir que... 
—¡Sus alumnos son los únicos que no han sufrido bajas! ¿Es que no te 
parece raro? 
Esta vez, él se quedó callado, mirándola con expresión pensativa. 
—La verdad es que no lo había pensado hasta ahora —murmuró 
finalmente. 
—Sé que lo que digo es grave, pero Deane parecía estar esperando que 
Max despareciera para controlar la ciudad. 
Sin embargo, él seguía sin parecer del todo convencido. 
—Tiene sentido, sí, pero... 
—Espera, déjame terminar. —Ella respiró hondo—. Si realmente quería 
ostentar el control, solo tenía que quitarse a Max de en medio sin levantar 
sospechas. Mandar a los de Ciudad Capital es el plan perfecto. ¡Y más si 
ella es quien nos salva! Ahora todos la adoran por ser la maldita heroína de 
la noche. Y si lo que te estoy diciendo tiene sentido, si realmente quiere 
hacerse con el control de la ciudad, ahora mismo tú y Tina sois su único 
obstáculo. 
Rhett sonrió, burlón.



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En el texto hay: futuro, amor, amistad

Editado: 09.01.2024

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