Claroscuro — [star Wars Fanfic]

IV

A Keikata le costó gran trabajo reponerse del shock que le causó ver la destrucción del templo Jedi donde había pasado gran parte de su vida. La mañana siguiente al incendio ella permaneció en el bosque cercano al lago, llorando en posición fetal por varias horas. Sólo pudo estabilizarse con la ayuda de una alta dosis de sedantes, luego de que Ben la encontrara y se la llevara a un lugar que ella no habría reconocido jamás. 

 

—¿Cuánto tiempo llevo aquí, Snoke? —Cuestionó la joven, visiblemente molesta. Ben, que se encontraba junto a ella, le dio un suave codazo, atrayendo su mirada con recelo. 

—Líder supremo Snoke, Kei —murmuró el muchacho—, muestra un poco de respeto. 

—Como sea —Keikata suspiró—. Déjame reformular la pregunta. ¿Cuánto tiempo llevo aquí, líder supremo Snoke? 

 

Keikata se encontraba frente a la enjuta y arrugada figura de Snoke, el líder supremo de un grupo de seguidores del Lado Oscuro de la Fuerza que cada vez se hacía más grande: la Primera Orden. La voz rasposa del anciano le causaba escalofríos que difícilmente lograba ocultar. 

 

—Tres días. Y estaba esperando con ansias que despertaras. 

—¿Para qué? —Keikata se cruzó de brazos. 

—Para agradecerte, por supuesto. 

—¿Qué dice? —La joven entrecerró los ojos, extrañada. 

—Te convertiste en el arma más poderosa de la Primera Orden. Gracias a ti pude lograr lo que se le hizo tan difícil a los demás. 

—Me veo obligada a pedir una explicación. 

—Verás, jovencita —Snoke se levantó de su asiento y se acercó a Keikata—, aquel encuentro carnal en el que te involucraste con el muchacho despertó en los dos una serie de pensamientos que los Jedi no pueden darse el lujo de tener —El líder pasó sus huesudos dedos por la mejilla de la joven, que con un gran esfuerzo ocultó su repulsión ante aquella árida textura—. De verdad lo vales. Tan astuta como cautivante. 

 

—¿Kei, dormiste con Ben? ¡Es imposible! —La incrédula voz de Taliara se escuchó a través de una jaula sellada con campos electromagnéticos. La rubia, junto a un grupo de aprendices, se encontraba prisionera de Snoke, quien se volvió hacia ella sin un ápice de emoción. 

 

—Ella era la carnada —Snoke la miró con detenimiento—. Inusual, pero plausible. De verdad fue una excelente estrategia. 

—No sé de qué habla. —Keikata mantuvo el gesto impasible. 

—Todavía te atreves a hablarme como si yo fuera tu antiguo maestro. Pero te equivocas —El anciano se acercó a ella de nuevo—. A diferencia de él, no puedes engañarme. 

 

Snoke tomó asiento de nuevo. Tanto Keikata como el grupo de aprendices prisioneros lo miraron fijamente a la espera de una explicación. 

 

—Le hiciste creer al muchacho y al maestro que la niña rubia era la dueña de tus afectos. Ese fue un buen movimiento, jovencita. Crear aquella distracción es lo más brillante que se te pudo haber ocurrido. Aunque debo aclarar que la idea no fue enteramente tuya. Reconozco que tuve una ligera influencia ahí. 

—¿Puedo pedirle que sea más preciso? 

—Lo seré. El plan era pasar la mayor cantidad de tiempo alejada de los demás aprendices y permanecer con quien consideras tu mejor amigo. Y funcionó bastante bien. 

—Sigue siendo un pensamiento muy vago. 

—No lo será cuando yo lo diga en voz alta y tú lo admitas —Snoke levantó la vista hacia Ben—. El hijo de Han Solo y Leia Organa es quien te quita el sueño y te hace perder la calma. Es el hombre del que estás devotamente enamorada. 

 

Keikata cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio inferior. Ben la miró a la espera de una explicación. —¿Es eso cierto, Kei? —La joven se mantuvo en silencio ante la mirada acusadora de su mejor amigo. El muchacho la tomó del brazo ante la frialdad que veía en ella. —Contéstame, Keikata. ¿Es cierto lo que dice el líder supremo Snoke? 

 

—Esto es inaudito, no tengo por qué darle explicaciones a nadie. —Keikata se soltó del agarre de Ben, dio la vuelta y caminó hacia la salida del recinto. Snoke sabía muy bien lo que debía decir para retenerla y sacarle la verdad, por lo que no se alarmó. 

 

—El camino al Lado Oscuro, querida... está empedrado de buenas intenciones. —La joven se detuvo. 

—Lo difícil es convertirlas en buenas acciones. 

—Sé que lo entiendes. Tu intención al desear más tiempo al lado del muchacho no fue mala. 

—Aun así no fue la mejor. 




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