Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x39. El hermano de mamá

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

39.

El hermano de mamá

 

Una hora después, Cleven comenzó a despertarse poco a poco. Estiró los brazos por fuera de la manta mientras se giraba y se ponía bocarriba. Al dejar caer los brazos extendidos a cada lado, una parte de ella le dijo que debería haber golpeado a alguien. No entendió esa idea al principio, hasta que logró recordar que supuestamente Raijin se quedó anoche con ella. Por eso, se incorporó rápidamente, mirando a un lado y a otro.

«Se… ¿Se ha ido? ¿Cuándo…?» pensó, pero luego cerró los ojos con molestia y se frotó las sienes, sufriendo un poco de resaca. «Agh… la próxima vez, le preguntaré a toda la gente que haga falta para confirmar si una bebida lleva alcohol o no. Qué estupidez más grande, probar bebidas sin saber lo que llevan…».

Cleven volvió a abrir los ojos y se quedó ahí sentada y quieta un rato, recapacitando. «¿Qué pasó ayer? Hmm… Ah, sí… Raijin…» sonrió como una boba, sonrojándose. «Guau… No termino de creérmelo. Él de verdad tiene sentimientos por mí igual que yo por él… Él también quiere estar conmigo… ¿Hacen falta más pruebas? Espera… ¿¡nos acostamos!?». Se apartó un momento la manta al darse cuenta de que estaba desnuda por arriba. Pero seguía llevando ropa interior de abajo. «¿Eh? Mierda… ¡no me acuerdo de nada! ¡Mierda! ¡Debió de ser un momento espectacular, un momento especial! ¡Y no me acuerdo! Oh, Dios mío… se supone que era mi primera vez… Bueno, pero, al menos, ha sido con alguien a quien quiero de verdad… alguien bueno, bueno de verdad… Quizá, con suerte, con el tiempo pueda recordar algún detalle, porque lo que sí recuerdo son los besos, y el tacto de sus manos, y su increíble y hermoso cuerpo…». Se quedó cinco minutos mirando al techo como una tonta, rememorando solamente eso.

«Tenía un tatuaje en el pectoral izquierdo… un tatuaje extraño pero muy bonito. Guau… no me puedo creer que Raijin y yo… guau…». Cleven se sentía tan feliz que el corazón le daba saltos entre las costillas.

«Pero… ¿Qué pensará él al respecto? ¿Por qué se ha marchado? Tendría cosas que hacer. Él ya me dijo una vez que siempre está ocupado con muchas cosas. Supongo que… no me queda más remedio que esperar a volver a encontrarme con él por ahí. Ni siquiera tengo su número aún…».

Olvidándose por completo de la resaca y levantándose rebosante de energía e ilusión, se duchó, se vistió, se peinó y decidió salir a dar una vuelta y quedar con Nakuru. Estaba deseando contárselo a su amiga, no podía esperar. Cuando abrió la puerta de la habitación, se encontró con un carrito al lado que le llamó la atención, porque tenía un plato con una tapadera de metal y una nota al lado que decía que era algo encargado al servicio de habitaciones para su número de habitación. Sin entender muy bien, Cleven levantó la tapadera de metal, y descubrió una bandejita de plástico con seis bolas de takoyaki todavía caliente.

—¡Uuuh! —le brillaron los ojos con hambre, y cogió la nota de papel y lo desdobló para leer el mensaje de dentro—. “Intenta no atragantarte, pelmaza”.

Cleven se quedó petrificada ante semejante mensaje. Se le hinchó una vena de enfado en la frente y se puso a gruñir con rabia.

—Grrrmmññ… aahh… —terminó soltando un suspiro apasionado—. ¿A quién quiero engañar? Es el mensaje más insultante y romántico que jamás me han escrito. Lo guardaré al lado de mi corazoncito —dobló el papel y lo metió en un bolsillo interno de su abrigo.

Si ya estaba feliz al salir de la habitación, ahora iba a explotar, con su bandejita de takoyaki en la mano y el hecho de que había sido un gran detalle por parte de Raijin, desayunándose bolita tras bolita mientras paseaba por las calles.

Al cabo de un rato, después de haber escrito a Nakuru avisándola de que iba a pasar por la calle de su casa, se paró frente a su vivienda, viendo a su amiga asomada por la ventana del salón, esperando impaciente.

—¡Naaak! —la llamó desde abajo.

Al verla, Nakuru la señaló, sonrió radiante, le hizo un gesto para que esperara y desapareció dentro de su casa. A los dos minutos, salió a la calle, con sus pantalones rotos, sus botas grandes y un buen abrigo negro con bufanda violeta, mismo color con el que se había pintado sus labios.

—¡Cleven, Cleven! —exclamó, apoyándose en sus hombros y pegando saltos.

—¡Jajaja! ¿Qué te pasa? —se rio—. ¿Qué tal ayer con Álex?

—¡Ah, muy bien! —contestó alegremente—. Pero tú, Cleven, estuviste en la fiesta de Yako, ¿verdad? Estaba deseando que me contases qué tal estuvo.

—¡Oh, sí! ¡Fue genial! ¡Ojalá hubieses podido ir!

—¿¡Pero qué pasó!? ¿¡Pasó algo!? ¡Porque pasó algo! ¿Verdad? —preguntó Nakuru sin parar.

—Qué... —se sorprendió—. ¡Pues sí, sí que pasó algo, Nak! —brincó eufórica.

—¿¡Sí!? ¿¡Sí!?

—Raijin… —comenzó a decir.

—¿¡Síiii!? —Nakuru saltó y saltó, a punto de darle un ataque de alegría.

—Tuvimos una conversación importante…

—¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío!

Cleven la miró fija e intensamente, agarrándola de las manos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.