2º LIBRO - Pasado y Presente
2.
El Knive y la Oráculo
A la mañana siguiente, lunes...
Cuak... Eso era lo que se oía... Cuak, cuak, ¡cuak!, ¡cuak, CUAK!
Raijin, en la habitación de su sobrina, observó aquel despertador con forma de pato, muy fijamente, muy seriamente. Sostenía entre sus manos su bate de béisbol. Estaba en mitad de una profunda reflexión sobre su problema existencial con ese aparato, ese aparato que lo había despertado media hora antes de su propia hora, ¡sacrilegio! Cleven seguía durmiendo a pierna suelta, soñando con un tal Chris Hemsworth. El chico siguió sosteniendo el bate, con el cuak-cuak retumbándole en las orejas. ¿Destrozarlo, o no destrozarlo? El patito del demonio... ¿¡Cuánto tiempo podía llegar a estar Cleven sin oírlo!?
—Uaaah... —bostezó la joven de pronto, meneándose entre las mantas con una sonrisa de bienestar en la cara y, alargando un brazo, apagó el despertador—. Mmm, qué bien he dormido... ¡Ah, buenos días, tito Brey! ¿Qué haces aquí?
Raijin permaneció en silencio, ahí de pie junto a su cama.
—Sí que madrugas tú —le sonrió la chica, levantándose de la cama—. Y luego te quejas de tener sueño, anda que...
Cleven salió de la habitación justo cuando Daisuke iba a entrar, frotándose un ojo con cara somnolienta. Cleven, al verlo, no pudo resistirse.
—Oh... —lo cogió en brazos y se puso a achucharlo—. Mi pequeño y despiadado primo, no se puede ser tan mono.
—¡Suéltame, pedorra! —rezongó el niño, tratando de esquivar su beso mortal.
—Mmmuak —se lo estampó en toda la cara, hundiéndose en su moflete, y lo bajó al suelo, tan feliz.
Daisuke se frotó la mejilla con la manga de su pijama con asco, como si le llevase la vida en ello. Después se acercó a Raijin.
—Guau, papi, tienes una vena muy grande palpitando en tu frente.
Raijin cogió aire profundamente y luego lo soltó poquito a poco, calmándose. Ese pato... tenía que hacer algo con él.
—Tengo hambre —protestó el niño, pegándole tirones en el pantalón de su pijama—. ¡Tengo hambreee!
—¿Y tu hermana? —preguntó el rubio, saliendo de la habitación y dejando el bate a un lado.
—Sigue dormiendo —contestó, caminando tras él.
—Durmiendo —le corrigió.
—Dormiendo —replicó, pero de repente se paró en medio del pasillo, dando un mortífero respingo que sobresaltó a Raijin, entonces se agarró el estómago con una mano y alzó la otra mano al cielo—. ¡Gaggh! —emitió un gemido terrible, cayó de rodillas al suelo y luego se tiró al suelo.
—¡¡Daisuke!! —gritó Raijin con tremendo horror, con los pelos de punta por la electricidad y el ojo izquierdo brillando, echándose al suelo para sujetarlo.
El niño entreabrió los ojos y alzó una manita.
—Esto es lo que pasa… —musitó moribundo—… cuando te digo que tengo hambre y no me das de comer… birria de padre… bugh… —cerró los ojos y se hizo el muerto.
Raijin se quedó como una estatua. Se planteó la idea de matarlo de verdad. Como no oía ni sucedía nada, Daisuke volvió a abrir un ojillo con disimulo para ver, y encontró la cara de su padre poseída por la furia de Zeus.
—¿Qué? —preguntó el pequeño, impasible.
—Niño de los cojones, ¡casi me das un infarto! —Raijin volvió a dejarlo en el suelo y volvió a colocar el corazón dentro del pecho mientras cesaba la electricidad estática del ambiente y se puso en pie—. Igual que su madre… —murmuró en bajo.
—Si no quieres que me muera de verdad, aliméntame —insistió Daisuke.
—¡Que ya te he oído! —refunfuñó Raijin—. Ahora voy.
Daisuke se fue al piso de abajo dando saltos, tan contento, mientras Raijin suspiraba con fuerza, recuperando la calma. O ese niño tenía un talento notable para ofrecer actuaciones extremadamente creíbles, o realmente Raijin padecía una gran debilidad por cualquier mal que les ocurriese a los mellizos. Un poco de cada.
Raijin se fue a la habitación de los niños a despertar a Clover. Tenía una cara de muerto que asustaba, si es que apenas había dormido, el pobre. Con lo tarde que todos se fueron ayer a sus casas, porque todos los que habían venido a ver a Fuujin los habían estado entreteniendo un buen rato, y encima el despertador de Cleven lo había despertado media hora antes. Él tenía que despertarse a su hora, para él era sagrada. Pero él aguantaba, siempre, lo que hiciera falta.
Se sentó al borde de la cama de la niña, la cual estaba repleta de peluches. Raijin se inclinó hacia ella, posándole una mano en la cabeza y apartándole sus cabellos negros suavemente.
—Mishka... —susurró.
Clover se meneó un poco por las cosquillas que sentía en la cara por el pelo, pero Raijin empezó a toquetear su cara con la punta del dedo. La pequeña soltó una risa y abrió los ojos poco a poco.
—Cinco minutos —pidió con ojitos brillantes.
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Editado: 30.11.2024