2º LIBRO - Pasado y Presente
22.
La decisión de Hana
Después de salir del despacho para dejar que Neuval trabajara, Lao y Hana fueron juntos por el pasillo. Hana iba con la vista clavada al suelo de camino a los ascensores, reflexiva sobre todo lo que había oído.
Neuval ya le contó resumidamente de qué se trataba el majin el día anterior, pero ahora, dándole más vueltas en la cabeza, y con la historia de Izan, ya lo iba comprendiendo, y desde luego le resultaba una desgracia para los iris. Era como el cáncer en los humanos, u otro tipo de enfermedad. Nadie elige tener una enfermedad, ya sea física o mental. Se supone que los iris surgieron para ser “humanos mejorados” o “personas perfeccionadas” para servir de ejemplo como defensores del bien y la justicia eficaz. La mayoría de los iris eran estos seres perfectos. Desgraciadamente, había un porcentaje menos afortunado.
Ichi se hizo iris a los 7 años por la pérdida de un íntimo amigo de la infancia, pero fue dos años después, por la trágica muerte de sus padres, cuando brotó su primer grado de majin. Que hubiera iris con una alta sensibilidad era normal, pero había algunos que tenían una sensibilidad que sobrepasaba un poco esa altura estándar. El majin en ellos crecía con mucha más facilidad y fuerza.
Ichi lo supo desde el principio. Pero decidió ocultarlo y tratar de solucionarlo por sí mismo, intentando como podía aferrarse a todas las cosas positivas que se le ocurriesen o que viese. Empezando por su actitud. Se forzaba a sí mismo, todos los días, a reprimir los malos sentimientos, a tener siempre una sonrisa en la cara, a comportarse siempre alegre y cercano a la gente. Pero no le funcionó. Ichi realmente quería ser ese tipo de persona, el que ayuda, el que trae alegría, el que cuida de sus seres queridos, el que lucha contra los males de forma victoriosa… Su majin no paraba de crecer en un segundo plano.
Quizá el error final fue cuando, a sus 15 años, él y Brey decidieron quitarle tanta carga y preocupaciones a su hermana Katz e irse a vivir a otro lugar, a hogares de acogida. Lo hicieron con intención de que Katz y Neuval pudieran tener más tranquilidad y espacio para criar a sus tres hijos, y para reducir el nivel de riesgo que suponía que cuatro iris vivieran en la misma casa, incluyendo a Yenkis. Por mucho que Neuval y Katz les dijeron que no necesitaban irse a vivir a otro sitio, que podían quedarse y que no eran ninguna carga, Ichi insistió y Brey estaba de acuerdo con sus razones.
Alejarse de ellos sí que suponía más seguridad para ellos como iris ante las sospechas del Gobierno. Pero también hacía que lo que alimentaba el iris de Ichi, la compañía y cercanía diaria de sus seres queridos, menguase. Sobre todo cuando, por la diferencia de edad, no pudo estar en el mismo hogar de acogida que Brey y se tuvo que ir a otro. Ichi no tuvo el problema de Brey de caer en un hogar de acogida fraudulento con mal ambiente, pero la distancia que acabó teniendo con sus dos hermanos y sus sobrinos, sentirse solo la mayor parte del tiempo a pesar de que siempre se veía y quedaba con su familia y con su KRS… le afectaba más de lo que él creía.
Pero se empeñó y se empeñó en tratar de resolverlo por sí solo. No quería que nadie, absolutamente nadie, tuviera que preocuparse por él. No quería ser una molestia para sus seres queridos, no quería traerles o contagiarles su oscuridad, no quería pedir ayuda. Pasó años pensando “es algo pasajero, me sentiré mejor algún día, sólo tengo que esperar”.
El mundo no se lo ponía fácil. Cada vez cultivaba más pensamientos negativos. Cada vez que él o sus compañeros iris lograban salvar a unos humanos de unos criminales, pensaba cosas como “¿y de qué ha servido esto? Mañana o el mes que viene estarán otra vez corriendo peligro. ¿Y de qué sirve matar o detener a estos criminales? En el tiempo que nos lleva hacerlo, hay otros diez mil humanos convirtiéndose en criminales ahora mismo por el mundo. Segamos, y vuelve a crecer. Arrancamos, y crece en otro lado. Nada… nada de todo esto… tiene sentido. La humanidad está podrida desde que existe y no hay nada ni nadie que pueda cambiarlo… hasta que todo se extinga”.
A los 16 años y medio, ya fue demasiado tarde. Su buena voluntad no era lo suficientemente fuerte para contrarrestar todo el peso de majin que había estado acumulando durante años, y rápidamente llegó al grado VI. En este penúltimo grado, su “yo” real y su “yo” del majin estaban en una lucha por el control total del cuerpo, así que el desesperado “yo” real de Ichi decidió alejarse de todo, asumiendo ya que no tenía remedio y que pronto se convertiría en otra persona, en un peligro.
A los 17 años se fue, se marchó lejos, lo más lejos posible de sus seres queridos, para alejar de ellos el peligro en el que se estaba convirtiendo. Alvion hizo lo posible por no perder la conexión mental con él, y le decía sin cesar que dejara de moverse, que iría inmediatamente a donde estaba con uno de los taimu para llevárselo al Monte y ayudarlo. Pero cuanto más grande era un majin, más le costaba a Alvion mantenerse conectado a la menguante energía blanca del iris. Llegó un momento en que Alvion, finalmente, perdió toda conexión con él. Ya no podía detectarlo, ni localizarlo, ni comunicarse con él ni nada. La energía blanca del iris había sido consumida por la energía negra del arki. Y ya no se supo nada más de Ichi.
#16909 en Fantasía
#6611 en Personajes sobrenaturales
#9848 en Thriller
#5552 en Misterio
romance y humor, accion con poderes, sobrenatural y crimenes
Editado: 30.11.2024