Ya había logrado escapar del discurso inicial y la entrevista, y para su sorpresa y alivio, Mariano no volvió a coquetear con ella. Ahora, Guadalupe buscaba a Ian entre la multitud.
—Ey, amiga —Hernán apareció y se le acercó. —Increíble discurso. Mi papá quedó impresionado.
—Gracias —respondió Guadalupe, mientras buscaba a Ian entre la gente.
—Quería que te invite a salir. Supongo que debo sumar una cosa más por la que se sentirá decepcionado de mí.
—Haz tu propio camino. — respondió Guadalupe, sin prestarle mucha atención. Ian medía un metro ochenta, ¿dónde se había metido?
—Es lo que intento, pero Mei sigue rechazándome. Como buena amiga que sos deberías ayudarme con eso.
—Mei no es la clase de persona que hace lo que le dicen.
—Ya lo sé, es lo que más me gusta de ella. — admitió Hernán. Era bueno que empezara a aceptarlo, pero Guadalupe debía encontrar a Ian antes de que toda su valentía se evaporara.
Alguien pasó y chocó con Guadalupe, dándole un golpe tan fuerte que, de no haber estado Hernán, se hubiera caído al suelo.
Dio media vuelta y se encontró con Camila, quien la miraba desafiante. Guadalupe le devolvió una mirada aburrida.
—¿No tenes suficiente con los becados? Ahora vas por los novios de tus amigas —dijo Camila con hostilidad.
—Pensé que ya no éramos amigas —respondió Guadalupe.
—Y yo ya no soy tu novio —replicó Hernán.
— Te hacías la santa, pero resultaste ser una verdadera puta.
Aunque podría haberse sentido insultada, Guadalupe no lo hizo. Sabía que Camila guardaba mucho rencor y hablaba a través de eso.
—Salir con un becado no me convierte en una puta, pero clasificar a las personas por su condición social sí te convierte en una perra. —respondió Guadalupe con calma.
—¿Me acabas de llamar perra? —Camila se puso roja de ira.
Guadalupe revoleó los ojos. ¿Se asustaba por esa palabra?
—Dicen cosas peores de vos. Supéralo. Además, “perra” ni siquiera es un insulto.
—Anda despidiéndote de tu novio, porque no llega a fin de año. Lo voy a expulsar, sea como sea.
Guadalupe realmente no entendía tanto odio. Podía comprender a Joaquín, a pesar de que no compartía su forma de pensar. Ian había abandonado el equipo sin dar explicaciones, y para Joaquín, el equipo era su familia. Sin embargo, Camila no tenía justificación.
—Tu odio parte del simple hecho que soy novia de un becado. Sos una persona llena de resentimiento. Hace diez años atrás tu situación económica era peor que la de los becados, con la diferencia que nunca hubieses tenido la capacidad para entrar a este colegio. Sé más agradecida y no destiles tanto odio. Ya aburrís.
Camila se puso roja como un tomate, e hizo un refunfuñe infantil y se fue caminando. Sola.
—¿Cómo pude estar un año con alguien así? —se preguntó Hernán en voz baja.
—Una lástima. La arpía se la terminó de comer, ella no era así.
Había compartido cuatro años con Camila. No estaba feliz por cómo se habían dado las cosas, la había considerado su amiga, había estado allí para ella en momentos en que otros no lo estuvieron. Pero si no lograba superar ese resentimiento no podrían volver a ser amigas.
—Va a estar bien, Pupi. Ella eligió este camino. —dijo Hernán, intentando reconfortarla.
Guadalupe lo sabía, pero eso no hacía que doliera menos.
—Espero de corazón, que encuentre la felicidad.
—¿Chicos? —interrumpió una voz.
—Ay, cagamos. —susurró Hernán. Dibujó una enorme y falsa sonrisa antes de darse la vuelta —Hola papá.
Guadalupe se puso tensa al enfrentarse al Senador. A pesar de los años, el hombre seguía poniéndola nerviosa.
—Hola señor Baleman. ¿Está disfrutando de la kermese? —preguntó Guadalupe con educación.
—Es un hermoso evento, señorita Carrizo —respondió el Senador, siempre tan formal que le ponía los nervios de punta. —Le estaba diciendo a mi hijo que debería encontrar a una mujer como usted.
—Me dijiste que la encontrara a ella, no a una como ella —intervino Hernán con un comentario que pareció incomodar al Senador, pero a estas alturas, ya no debería sorprenderse. Hernán era así.
—Mi hijo, siempre tan poco sutil. Bueno, sí, eso fue lo que le dije.
—Me halaga, pero lamentablemente...
—Tiene novio, papá. Ian Santos, es el novio de Pupi. —dijo Hernán. Si la mentira también ayudaba a su amigo, Guadalupe no iba a contradecirlo.
El Senador la observó durante unos segundos. ¿Con disgusto?
—¿El becado? —sí, era asco y ahora lo había dejado implícito en su tono.
Era conocido incluso entre los padres, y ¿qué mierda le pasaba a todo el mundo con los becados?
—El mejor promedio, papá. Nos gusta llamarlo así, “becado" suena algo... —simuló pensar unos instantes. —Despectivo. Si me permitís, estaba teniendo una charla con mi amiga.
Hernán comenzó a alejarse con ella a cuestas.
—Hasta luego, señor Baleman. Gracias por venir —dijo mientras Hernán la arrastraba.
—Este hombre me enferma —susurró Hernán una vez que estuvieron a una distancia segura—. Perdón por toda esta situación de mierda.
—No te preocupes, ya sé cómo es tu papá, no lo conocí hoy. Estaba buscando a Ian antes de que nos encontráramos. ¿Sabes dónde está?
—¿El becado? — bromeó imitando a su padre. — Lo vi hace unos minutos cerca de los juegos de quinto, estaba hablando con Soledad. —Guadalupe no sabía qué tipo de expresión tenía en su rostro, pero Hernán sintió la necesidad de explicar. —Desde que esta de "saliendo" — hizo comillas en el aire — con vos, se volvió un poco más popular entre las chicas, pero él sigue actuando de la misma forma.
Técnicamente, Ian tenía derecho a estar con cualquier chica. Guadalupe no era su novia y le agradecía a su amigo por la aclaración tan gráfica, pero algo en toda esa información la molestó. ¿Soledad de nuevo?