Coffee

Ñagaza

No sé qué día es hoy. Tampoco es como si me importara. Por suerte no he faltado a clases, y Raúl le pidió a la maestra con la que se está acostando que me cubriera un par de veces cuando debía escaparme a vomitar bilis. Acabo mis tareas mediocres antes de sufrir de insomnio. Las luces en mi departamento ya no se encienden. No he visitado a mamá o a papá en no sé cuánto tiempo.

Sofía ha dejado de hablarme.

Trato de llegar a ella, pero simplemente desapareció. Dijo que ya no quiere volver a verme. Quiere que me largue. No lo entiendo.

Intenté llamarla. No contestó. Probé con mensajes de todo tipo. Nunca llegaron. Llegué a suplicarle por correo una explicación. Me ignoró.

Lo único que quiero es hablar. No entiendo cómo pudo haber cambiado de opinión tan rápido acerca de lo nuestro. Dijo que quería volver. Dijo que lo iba a intentar. ¿Por qué se rindió?

Estoy exhausto. Extraño no extrañarla tanto. Cada día siento que muero un poco. Quiero estar con ella, tanto que me enferma.

Anahí viene de vez en cuando. Casi a diario. Nos sentamos en mi cama a ver películas todo el tiempo. Prácticamente está viviendo conmigo. No sé, verla desnuda luego de salir de mi ducha no me provoca nada. Poco más y me da igual.

Siempre que regreso de clases, me recibe un olor floral pútrido y desagradable. El olor a su perfume. No sé por qué lo odio tanto. Quizás porque es la misma fragancia que desprende el cabello de Sofía. No quiero pensar en ella todo el día, pero apenas pongo un pie en el departamento, me imagino al amor de mi vida esperándome en la mesa, sonriendo, sirviéndose la pizza que ordené para la cena, y lista para contarme sobre su día.

Las luces mostaza brillantes alumbrando el comedor. Nuestro gato, Odín, recostado en el sofá porque está gordo, mientras que el otro gato, Mustang, se estiraba sobre la alfombra.

Quizás Sofía no lo recuerde, pero yo iba muy en serio cuando prometimos tener todo eso. No entiendo cómo pudo romper una promesa de ese tipo solo porque estaba cansada. No dejas a la persona que amas por eso. Según ella, estaba muy comprometida con lo nuestro, pero al primer ápice de flaqueza, desapareció. Eso cuando rompimos.

No contenta, siguió viéndome. Siguió conmigo de alguna manera.

Recuerdo preguntarle qué quería exactamente conmigo. No entendía qué carajos hacer. No sabía si gritarles a los cuatro vientos que la amo con locura, o suicidarme en vida, teniendo que alejarme de la chica que tanto amo. Dijo que no sabía.

"¿Quieres que te trate como mi novia sin estar en una relación" Pregunté.

"Supongo..." Seguramente nunca olvide sus palabras.

Ya serán unos dos meses de que recibí ese mensaje, y sigo sin saber qué demonios debí haber hecho. Había días en los que me trataba como si nunca se hubiera ido, y al día siguiente solo me ignoraba y me hablaba cortante. Pensaba que debí haber dicho algo malo, y me torturaba todo el tiempo que tardaba en responder. Cuando sentía que me quería, aún me sentía vacío. Pensaba que era un cariño de mentira. Que no estaba siendo auténtica. Odiaba sentir eso.

Llegó incluso al punto de decirme que no quiere saber nada más de mí. Quería que me alejara.

Mi corazón no podía estar más roto. Sin embargo, finalmente accedí. Dije que no volvería a aparecer en su vida, pero que al menos me dejara despedirme bien. Que quería verla por última vez antes de largarme. Dijo que no.

¿Cómo se supone que sería capaz de dejarla con las cosas inconclusas?

Aún luego de eso, no dejamos de hablar; prácticamente por mi insistencia. Todos decían que debía soltarla. Debía seguir con mi vida y permitir que ella siguiera con la suya. No lo entienden. A veces me pregunto si todos saben lo que se siente perder a alguien tan importante. No es como cuando alguien muere. Si pierdes a alguien en un accidente, no puedes hacer nada. No es culpa de nadie. Deberás lidiar con el dolor de su ausencia, claro, pero al fin y al cabo, vivirás. En cambio, si alguien se va de tu vida, deberás continuar sabiendo que quien tu amas con locura prefiere vivir sin ti.

Yo no podía aceptar eso. Si estaba haciendo algo mal, podía cambiarlo. Podía corregirlo. Si la perdí por mi culpa, puedo compensarlo. Puedo luchar contra su indiferencia, pero que por favor... No se vaya...

«Quizás si me hubieras escuchado desde un principio, nada de esto habría pasado.»

Tampoco hiciste nada para evitarlo. Ambos sabemos que tú también te mueres por estar con ella. Lo sé, porque yo me siento así, y no es un sentimiento que vaya a cambiar.

No me respondió.

Terminé clases un viernes por la tarde. Santiago y Tomás volvieron a decirme que salga con ellos y con las dos chicas de la última vez. Me extraña que no conozca sus nombres todavía.

El mismo parque, bajo el mismo árbol, hablando de las mismas tonterías de siempre. Entonces, una de las chicas me separó del grupo. Dijo que se llamaba Sarah, y me ofreció un cigarrillo negro. Nunca los había probado, y no sabía si había una diferencia significativa con los que suelo fumar.

«Sé cómo eliminar sentimientos.» Dijo. «Si los ignoras, desaparecerán. Suena bien, ¿no lo crees?»

La llevé a mi departamento porque sabía que Anahí no estaba. De casualidad también tenía marihuana. Casualidad es una palabra interesante para esta situación. Fumamos uno juntos antes de acostarnos. No sentí nada, en ningún aspecto.

Cuando terminamos, me quedé recostado, fumando mis cigarros habituales. Le ofrecí y dijo que no. «Detesto esos cigarros. Hacen mucho daño.»

Se marchó unos veinte minuto antes de que llegara Anahí. Preguntó por el olor y le dije que fumé de más. Dijo que estaba apestando, y que debería tomar un baño. Lo hice.

A la mitad de mi ducha, entró ella a hacerme compañía. Se puso a jugar con mi cabello, estrellando su cuerpo contra mi espalda.

⎯Si tuvieras un superpoder... ¿Qué elegirías?




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