ComezÓn

Comezón...

     La noche anterior a la atrocidad ocurrida dentro de aquel apartamento de los suburbios de Zamora, Leo se retorcía en su cama, pasando sus uñas por sobre su cuerpo desnudo y lanzando pequeños alaridos de enfado, de ansiedad... de desesperación. La piel se enrojecía de fea forma. Rascaba con toda el alma, apretando fuerte los dientes. El interior de sus uñas era ya una masita hecha de sangre y mugre. Una semana soportando lo mismo, todas las noches, todas las madrugadas. El hombre que había contratado para buscar alguna plaga en su habitación había hecho un profundo escrutinio en cada rincón, en cada esquina de los muebles, entre el colchón, y nada. Leo cambió de colchón por si acaso, pero se llevó una gran decepción por la noche. La comezón no se había ido, pero su sueño sí. La sombra debajo de sus ojos delataba noches enteras sin dormir, si acaso lograba una o dos horas quedarse dormido debido al cansancio de estar rascando aquello, preparando sinfín de pomadas y tónicos para la picazón, sin conseguir mejorar.

     Sus colegas elegían evadir la evidente degradación de Leo, quién siempre rehuía del tema respondiendo simplemente un "tuve una noche terrible". Sé de primera mano que, todos los días, al estar sentado detrás de su escritorio, en aquel trozo de oficina sofocante y gris, Leo se arrancaba súbitamente de su silla y caminaba rápidamente al baño. Nadie quería poner atención a aquello, pero todos escuchaban detrás de la puerta los quejidos de dolor de su compañero y el sonido que hace la piel cuando la rascas con las uñas. Luego la puerta se abría, y todos observaban de reojo aquel rostro enrojecido, que por más que Leo se lavara la cara para ocultarlo, nadie lo podía negar.

     Hacía un mes que había comenzado, así sin más. Porque las cosas extrañas así funcionan. Y el día en que terminó, Leo se sentía especialmente cómodo, hasta contento. Pensó en pasar por una cena especial para celebrar. Aquello le pareció estúpidamente gracioso. "¿De verdad celebraré con una hamburguesa que hoy no tenga impulsos de matarme?” - rio para sus adentros - "Qué idiota, pero sí."

     La oficina se hallaba más callada y aburrida de lo normal. Aquello lo relajó tanto que cerró los ojos por unos segundos y se dejó llevar por aquel dulce placer. Casi no escuchó el timbre de llamada del móvil.

     — ¿Leíste mi mensaje Leo

Era Marcos, quién recién llegaba a la ciudad a pasar un par de semanas.

     — Por supuesto hombre, sabes que eres bienvenido al departamento. ¿Te espero hoy ¿a qué hora?

     — Apareceré ahí nueve en punto. Espero me recibas con una buena botella, que tenemos mucho de qué hablar.

     — Cuenta con ello.

 

     Una razón más para estar animado. Leo estaba realmente entusiasmado. Hacía algunos años que no veía a Marcos, y retomar aquellas charlas largas y tendidas con su amigo por supuesto que le daba motivos para estar alegre.

     E impaciente por llegar a casa.

 

     Cenaron, hablaron de todo lo que pueden hablar dos amigos que tienen años sin verse. La botella de wiski se vaciaba al pasar las horas, pero el temple no se perdió. El reloj marcó las 3 de la mañana y el sueño comenzó a vencerlos. Leo le pidió a su huésped que durmiera en la cama mientras el dormiría en el sofá. Tal vez haya sido el alcohol, tal vez el cansancio de un largo viaje, pero Marcos no fue capaz de escuchar los alaridos que provenían del final del pasillo. Las luces de los demás departamentos se encendieron y se apagaron. "Otra vez, pobre hombre", habían acostumbrado a decirse los vecinos. Cinco minutos. Y después un crudo silencio, tanto como para escuchar las ruedas de la bicicleta del velador que cruzó justo antes de terminar los gritos.

     Las moscas lo vieron primero, y Marcos después. Del sofá escurrían hilos de sangre. Lo que quedaba del rostro de su amigo miraba hacia el techo. En el suelo, un enjambre de moscas revoloteaba entre pedazos de brazo y cuello. Y aquella sonrisa, a la que le faltaban los labios, mutiló cualquier atisbo que le quedaba de cordura.
 

     Marcos fue condenado por homicidio.

 

     Y hay gente que sabe cosas, pero no está dispuesta a hablar. Así sucede. ¿Qué se le va a hacer



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En el texto hay: misterio, loco

Editado: 06.07.2021

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