Cómo aprender a besar con Eli Brown

4 | Como el mundo conspira contra Dawn.

Me quedo completamente paralizada, con la respiración atascada, como si las vías respiratorias se me hubieran cerrado.

El miedo recorre mi cuerpo y la piel se me eriza, pero me mantengo ahí, expectante a ver lo que pueda suceder después. Aprieto los puños a los costados de mis piernas y me encojo en mi lugar.

El intruso da un paso adelante. El pecho se me encoge y me es imposible soltar sonido alguno aún cuando intento con todas mis fuerzas pedir ayuda.

Estaba petrificada.

—No esperaba que nuestra primera cita marchara así, a decir verdad, Dawn —dice. Esa voz la reconocí, y fue en ese momento que sentí mis músculos relajarse—. Pero vaya que no me quejo en absoluto.

Reacciono y yergo mi postura, caminando con rapidez a mi mesita de noche, en donde se encontraba una lámpara. La encendí.

Era un poco tarde ya, un poco más de las once de la noche, y si prendía el foco de mi habitación, lo seguro era que mamá viniera a apagarme la luz ella misma y mandarme a dormir.

Y claro que no quería eso cuando era casi media noche y yo estaba sola, a oscuras con un chico desconocido en mi cuarto. No viviría para contar la historia, y mucho menos él.

—¡¿Qué estás haciendo aquí, Eli?! —le pregunto en un susurro frustrado. La poca luz que emana la lámpara ilumina el rostro del chico, el cual me miraba con una sonrisa en sus labios— ¡¿Cómo rayos sabes en dónde vivo?!

Me llevo una mano a la boca, tapándola porque había alzado la voz más de lo intencionado. Él comienza a reírse y los pelos de todo el cuerpo se me ponen de punta, enviando alarmas a mi cabeza diciendo "peligro, probabilidades de morir joven pronto".

Tan rápido como mi cerebro me permitió realizar lo peligrosa que era su asombrosamente atractiva risa, puse mis pies en marcha y corrí en su dirección para callarlo. Solo que en el camino, y gracias a mi excelente suerte, tropecé y caí encima de él, haciendo que perdiera el equilibrio y cayéramos juntos al suelo.

Yo encima de él, si el detalle no sobraba.

Milagrosamente, Eli calló sus carcajadas, pero el estruendo de algo cayendo al suelo sonó diez veces más fuerte que eso.

Los ojos pudieron salirse de mis cuencas de tanto que los abrí por el mero hecho de lo incómodo y extraño que era la situación en este momento. Ambos mirándonos a los ojos, congelados. Unos segundos pasaron y sentí su mano rozando mi espalda. Su contacto envió escalofríos por todo mi cuerpo.

No pintaba bien yo estando esparramada encima de Eli cuando apenas lo conocía.

Oh, no ¡estoy engañando a Samuel y ni siquiera somos nada aún!

—Dawn, ¿todo bien por ahí? —se escucha mi madre preguntar desde afuera, un poco lejana. Eso hizo que reaccionara, poniéndome de pie y levantando a Eli también, quien estaba más relajado de lo que quisiera.

—¡Sí, mamá! Solo me tropecé por no encender la luz —me excusé—. Estoy bien, no me pasó nada.

—¿Segura, cariño? Quiero ver cómo te encuentras, voy a entrar...—anunció. Me desesperé y busqué en dónde meter al rubio.

¿El armario? No, íbamos a causar ruido al abrir y cerrar la puerta. Escuché cómo mi madre se acercaba más y más a la puerta ya que sus pasos sonaban más fuertes.

Jaloneé a Eli para que me siguiera.

—¡Muévete o los dos terminaremos muertos en menos de cinco minutos! —le grité en un susurro. Al parecer, eso logró hacerlo recapacitar ya que se agilizó y apretó el agarre de mi mano.

Lo conduje a mi cama, ordenándole que se escondiera debajo, pero en el proceso, se golpeó la cabeza emitiendo otro golpe seco que alertó a mamá aún más.

—¿Qué está sucediendo ahí dentro, Dawn? Ábreme la puerta ahora mismo.

Oh, no, ahí estaba. La voz que empleaba cuando sospechaba algo, y con razón de hacerlo.

Espero unos segundos más para que Eli se escondiera por completo, apurándolo con las manos y dando pequeños saltos en mi lugar. Abrí la puerta momentos después, encontrando a mi madre parada frente a mí. Le regalé una sonrisa inocente.

—Hola, mami. —la saludé.

—¿Por qué no enciendes la luz? —preguntó tajante, escéptica. Entonces, prendió la luz, iluminando el cuarto apenas se adentró en él.

Analizó mi habitación un segundo y relajó los músculos. Después me dio la cara, con las manos puestas en la cintura.

—Te dije que todo estaba bien —repetí—. Es solo que me estaba desvistiendo y caminando a la vez. Estaba oscuro y me tropecé, cayendo al suelo. Luego me golpeé el pie porque no veía nada.

Cuando terminé de explicarle a mamá lo que ocurrió a medias, descartando a Eli, por supuesto, ella asintió.

—Lo siento, es solo que pensé que alguien más estaba aquí y sabes lo que pasaría si un chico estuviera aquí a solas contigo media desnuda, ¿verdad? —alzó las cejas al terminar de hablar.

Di un respingo y asentí con euforia, pero entonces realicé algo: estoy semidesnuda.

¡Estoy semidesnuda y así lo estuve cuando me caí encima de Eli!

Le regalé una sonrisa forzada a mamá y la vi salir de mi habitación después de darme un beso en la mejilla. Cerré la puerta a mis espaldas y le puse seguro una vez más.

El rubio salió del escondite y me acerqué con rapidez a él, lista para reclamarle, un poco enojada. Eli solo me sonrió coqueto.

—Quita esa sonrisa de tus labios —lo apunté con el dedo índice. No me hizo caso—. ¿Por qué no me habías dicho que estaba semidesnuda frente a ti? ¡No nos conocemos! Es más, debería llamar a la policía por allanamiento, y...¡y acoso!

Deliberadamente, y como si existiera toda la confianza en el mundo entre ambos, se recostó en mi cama, usando sus brazos como almohada.

Oh, ¿qué tal señores brazos, cómo están? Muy bien por lo que veo, en perfecto estado, ¿y cómo estoy yo, preguntan ustedes? Pues mirándolos descaradamente.

Bueno, creo que podía descartar esa llamada a la policía. Alabados sean los padres de Eli por esmerarse tanto en este humano.



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En el texto hay: besos, aprendiendo a besar, panque

Editado: 23.08.2021

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