El momento en que lo vi darse media vuelta, el corazón se me estrujó un poco.
Se veía enfadado, podía entender la razón detrás de eso, ¿pero así, sin más, se irá y me dejará?
Me llevé una mano al pecho, dándome unos pequeños golpes. Apreté mis ojos un par de segundos tragándome las lágrimas que amenazaban con querer salirse en cualquier momento. Al abrirlos, él, junto a muchos otros estudiantes ya iban camino hacia clases.
―¡Eli Brown! ―exclamé su nombre a tope de pulmón. Algunos chicos voltearon, pero me ignoraron después, siguiendo su camino. Sin embargo, él solo se detuvo un segundo y continuó su paso sin voltear― ¡Elijah Brown! ―lo volví a llamar.
Pero no hubo respuesta. Hasta lo vi alcanzar su oreja y apagar su aparato auditivo.
A decir verdad, me dolió tanto como me dio risa. Solté una carcajada incrédula.
Si no me hacía caso por las buenas, sería por las malas, justo como aquella vez que me ignoró al igual y terminé lanzándole mi zapato. Todavía recuerdo cuando estaba tan enojada cómo era que me pasaba por alto cuando él en realidad no podía escucharme.
Esta vez tampoco podía hacerlo, pero él lo había decidido así.
Corrí hacia él y me detuve a un metro de distancia. Me quité la bota y se la lancé. Esta dio en su espalda, dejando la marca de tierra de la planta del zapato en su chaqueta. Con esto, finalmente pude conseguir que se diera la vuelta a enfrentarme.
Di pequeños brincos para llegar a él, recogí mi bota y me la coloqué rápidamente.
―¿Qué mier-...? ―comenzó, pero lo interrumpí, tapándole la boca.
―No digas groserías.
Rápidamente lo tomé de la chamarra que llevaba puesta, jalándolo a mí. Me acerqué a su oreja, encendiendo su audífono sin darle tiempo para apartarse.
En realidad, no podía hacerlo ya que lo tenía agarrado con fuerza.
―Ahora que sí puedes escucharme, o algo así, te quedarás a oír todo lo que tengo que decirte. No irás a ninguna parte, señor. ―hablé con firmeza, sin soltar mi agarre empuñado.
Él dio un trago y carraspeó, evitando mi mirada.
―Vamos a perder la clase... todos se han ido.
―¡Y una caquita la clase! Eso no importa ahora, ¿de acuerdo?
Perfecto, esto marchaba bien. Dawn valiente estaba presente y aprovecharía al máximo de eso.
Solté la tela de su chaqueta y bajé mi mano, encontrando la de él. Las entrelacé en un movimiento rápido y lo jalé hacia las gradas nuevamente, obligándolo a sentarse junto a mí. Pude notar cómo se tensaba cuando lo toqué, pero no soltó mi agarre, no hasta que ambos estuvimos sentados.
Quiso deslizar su mano fuera de la mía, pero la apreté, viéndolo con el ceño fruncido. Detuvo sus movimientos un segundo cuando me observó, pero al minuto logró zafarse de mí.
Carraspeé, claramente decepcionada. No podía reclamarle ni pedirle que dejara de actuar así, pero lo que sí podía exigirle es que me prestara atención.
―Eli... ―comencé, tomando un profundo respiro― sé que ese día no cumplí mi promesa, pero quiero que sepas lo que sucedió, por favor, escúchame.
―No es necesario, ya lo sé todo.
Me sorprendí por su respuesta apurada.
¿Jules le habrá dicho lo que sucedió con Samuel? Pero, si ella le hubiera contado, él no estuviera teniendo esta actitud tan rara y distante, además que Jules me lo hubiera hecho saber al instante en que nos vimos.
Eli notó mi expresión confusa, ya que no podía entender cómo es que se había llegado a enterar de la situación y seguía comportándose de esta manera.
―Samuel me lo contó todo. ―me observó con los ojos aguados.
¿Qué? ¿Samuel?
A decir verdad, no creo que él haya optado por confesarle la verdad, no cuando él había sido tan malvado como para hacernos algo así. A Eli queriéndolo lastimar y a mi catalogándome como un medio necesario para hacerlo.
Sin embargo, quise creer en él una vez más. Tal vez, y solo tal vez exista una mínima posibilidad que él se haya sentido culpable por lo que me hizo y por ende, confesándole la verdad a Eli.
Quisiera creer. En verdad, desde el fondo de mi corazón.
―¿Qué te dijo? ―pregunté con voz temblorosa. La mirada que me dio fue tan dolorosa, y no porque me haya mirado de una manera terrible, sino porque él se veía herido.
Ahí entendí que no es lo que quería creer. No era que Samuel le hubiera contado la verdad, sino que le dijo otra cosa, como su último remedio de querer lastimarlo y terminar separándonos de manera indirecta o no.
Ya no sabía nada.
―Pasaron juntos el año nuevo, ¡te burlaste de mi sordera! ―se puso de pie, exaltado― Tú y él... estuvieron juntos. Eso fue lo que pasó y yo como estúpido esperando una respuesta―decidió apartar la mirada de mí. Se giró a un lado para que no lo observara. Después de unos segundos me enfrentó―. Yo solo quería que me respondieras, incluso dije que si tú no sentías lo mismo, estaría bien, ¿recuerdas? Solo quería eso pero me dejaste esperando toda la noche, te esperé por días, Dawn.
Me puse de pie, imitándolo. Ahora él no era el único que se encontraba alterado.
―¿Y le creíste? ―se me hizo un nudo en la garganta― ¿Decidiste creerle a él antes que a mí?
―Me envió fotografías de sus conversaciones, ¿cómo no le iba a creer?
Ignoré lo que último que dijo, por más sorprendida que me haya dejado, porque de todo lo que ha dicho, lo que más me afectó fue que él creyera el hecho que me haya burlado de su sordera.
―Sabes que tu problema auditivo no tiene nada de malo, ¡yo misma te lo he hecho saber una y mil veces! Pero aun así confiaste en la palabra de Samuel antes que en la mía. ―arrugué las cejas, apartando la mirada.
No podía comprender cómo es que él haya caído por todas las mentiras que Samuel le tenía preparadas. No sé cuándo le dijo todo, pero seguro todo fue planeado para que fuera lo más verídico y creíble posible.