Cómo aprender a besar con Eli Brown

34 (Pt 1) | Una cita de... ¿tres?

―Eli, me gustas. Me gustas muchísimo. ―confesé.

Enderezo mi postura, arreglando mi pelo en un gesto de nerviosismo. Sonrío apenada, sintiendo todo mi cuerpo responder ante la ansiedad. Me abrazo, intentar calmar los sentimientos a flor de piel que habían surgido en cuanto solté las palabras.

Había silencio, pero a pesar de la calma, no podía controlarme. Sentía mi corazón latiendo tan fuerte que me aturdía, como si en cualquier momento fuera a explotar.

―¿Me has escuchado? ―pregunté― He dicho que estoy enamorada de ti. ―me reí. Agaché mi cabeza.

Entonces lo realicé.

―Dawn, por supuesto que no puede oírte, ¡Eli es sordo! ―me di un golpe en la cabeza― Intentémoslo de nuevo...

Carraspeo antes de continuar. ―¿Eli, me entiendes? ¡Me gustas tanto! ―exclamé en voz alta― ¿Pudiste leer mis labios? ¿Quieres que lo diga más despacio?

Me quedé viendo al espejo, viendo lo ridícula que me veía ahora mismo.

―Dawn, estás perdida ―suspiré, mirando al techo, pensando en él―. Si estuvieras aquí, no sé ni cómo te diría lo que siento por ti.

¿Debería solo darle un beso? ¿Abrazarlo o tomarlo de la mano? ¿Escribirle una carta, enviarle un mensaje... qué?

Seguramente si se lo decía de frente sería un completo desastre. No puedo hacerlo bien ni cuando él está ausente, me pongo tan nerviosa practicando, que no imagino cómo será cuando realmente tenga que hacerlo.

Después que le pregunté si quería ir a una cita conmigo hace un poco más de una semana, su reacción fue bastante adorable y graciosa. Se quedó inmóvil un buen par de minutos, a lo que me vi obligada a soltarlo antes de plantarle un beso en los labios en un acto de impulsividad... cosa que no me podía permitir hacer aún. No antes de confesarle mis sentimientos, al menos.

Incluso apagó y prendió su audífono, pensando que había entendido mal. Al final, tuve que preguntarle de nuevo porque parecía no asimilarlo. A la segunda vez, no le di tiempo de responder, diciéndole en su lugar que nos reuniríamos en el café al que habíamos tenido nuestras primeras reuniones. Prometí avisarle qué día sería nuestra cita. Asintió un par de veces, tal cual un niño y unos minutos después nos despedimos.

Durante los días que quedaban de esa semana y los que habían transcurrido de esta, Eli había estado algo raro conmigo. Unos días no se despegaba de mi lado, pero al siguiente no parecía querer acercarse en absoluto. Nunca le reclamé, porque en el fondo sabía que lo estaba confundiendo.

Eli creía fervientemente que no sentía nada por él, entonces cuando lo invité a salir, creo que solo pude crear un caos de confusión de sus sentimientos.

Después de todos estos días que habían pasado, él no se atrevió a preguntarme nada al respecto, hasta parecía que estaba esperando a que le dijera que era una broma.

Estábamos a mitad de semana y nos encontrábamos en el receso. Jules, Connor, Eli y yo estábamos sentados en una mesa, en donde básicamente obligué a Eli a sentarse junto a mí. Era uno de esos días en donde no parecía querer acercarse.

―Quédate. ―le ordené, apuntándolo con un dedo.

―De acuerdo.

Me acomodé junto a él, sentándome lo más cerca posible. Nuestros brazos se estaban rozando y cuando él lo notó, dejó de respirar. Lo miré masticar el sándwich que traía consigo con una rapidez que resultó graciosa.

¿Acaso no entendía que estaba coqueteando con él? No me la creía. Eli Brown, el experto en coqueteo no podía leer entre líneas.

―¿Por qué no se da cuenta que estoy coqueteando con él? ―hablé en el oído de Jules. Ella se carcajeó.

―Por favor dime que no lo dices en serio. ―me regresó una respuesta en un susurro mientras veía a Eli y Connor platicar sobre cosas triviales.

―Claro que lo digo en serio, Jules.

―Ay, Dawn, ¿cómo te lo digo? ―juntó sus manos― Eso no es coquetear ―se tragó la risa―. ¿Cómo llegaste a la conclusión que sentarte junto a él es coquetear? ―se tapó la boca.

―¿Es que acaso no lo es? ¡Hasta me senté extra cerca de él! ―exclamé en voz baja.

La castaña se mordió los labios. Al final soltó una risita que no pudo contener.

―De acuerdo, pero primero dime, ¿por qué susurramos? Él no puede escucharnos.

Miré a mi lado, observando a los dos rubios que se encontraban presentes. Achiqué mis ojos, sospechosa.

―No creas todo lo que Eli diga. Es astuto, puede decirnos que no puede escucharnos en veces, pero sí puede... al menos eso creo. No me arriesgaré. ―tomé un sorbo de mi jugo de manera dramática.

Jules se llevó la mano a la cara, frustrada. Negó un par de veces antes de mirarme de nuevo.

―Sea lo que sea que la malvada cabeza de Eli pueda tramar, no importa, ¡porque eso no es coquetear!

Me retraje de Jules, acomodándome de nuevo en mi asiento. Hice un puchero con los labios, fijando mi vista en Connor.

―No gracias, zanahoria ―me rechazó. Arrugué el entrecejo―. Aprecio tus esfuerzos, pero este hombre no podría aceptar un beso tuyo jamás, aunque es impresionante tu manera de coqueteo, te doy un diez de diez. Infalible para cualquier hombre que no sea yo.

Hice una mueca de asco.

―¡No estaba coqueteando contigo, Connor! No tengo mis gustos por el suelo. ―Connor abrió la boca, ofendido.

―Entonces explícame por que me miraste con los labios parados. ―me imitó, apuntándose la boca.

Y así fue cómo lo que quedaba del recreo pasó. Con Connor y yo peleando, él afirmando que era apuesto, sexy e irresistible y yo asegurándole que no quería besarlo cuando lo miré.

Ni pude terminar mi almuerzo por estar peleando con él, así que cuando escuchamos la campana sonar, nos paramos y seguimos nuestro camino en donde proseguimos a lanzarnos insultos infantiles por los pasillos.

A pesar de mi pelea con Connor, arrastré a Eli conmigo. Lo tomé de la muñeca para evitar que se escapara de mí. Por otra parte, Jules caminaba frente de nosotros, pretendiendo que no nos conocía. Llevaba su cabello castaño y espeso suelto, que se mecía conforme más rápido caminaba y nos escuchaba más cerca de ella.



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En el texto hay: besos, aprendiendo a besar, panque

Editado: 23.08.2021

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