¿cómo Arruinar Una Boda?

33. El precio

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Claire

Ha pasado una semana desde que estamos en Cancún. Mi rutina se ha resumido en tener conversaciones por la mañana con Kyla, desayunar, pasar el día en la playa e intercalar mis exposiciones al sol con comidas y agua para no desmayarme por deshidratación. 

La crema solar que compré hizo que no me insolara ni un poco porque nunca he olvidado utilizarla.

Luego de mi rutina, me baño y caigo en un sueño profundo, que a veces está lleno de pesadillas y otras veces es tan tranquilo y pacífico, que me levanto al día siguiente con ánimos más brillantes que los de una bola de disco lustrada.

Sin embargo, hoy decidí dejar de lado mi rutina para hacer algo que una semana atrás no haría. Estoy buscando una receta de cocina, una de pastel de chocolate porque no me agrada del todo el pastel que hay en el hotel, estoy considerando si debería meterme como una ladrona en la cocina, o al contrario, me dejarían un espacio para hacer pastel cuando aparece Demian.

Demian, a quien después de que me lanzará a las emociones sin un paracaídas, decidí no hablarle. Una parte de mí, está dolida con lo que hizo pero tan en paz consigo misma que a veces reprimo los agradecimientos que quiero decir en su dirección, porque se sintió bien liberar, a pesar de que el ego no me deja manifestarlo en voz alta, a veces le dirijo miradas agradecidas que él contesta, con ojeadas que dicen Ya se volvió loca de nuevo. Pero es nuestra dinámica y está bien para los dos.

O al menos está bien hasta que el pelinegro aparece con cara de haber tenido una colonoscopia larga y sin anestesia, su rostro comúnmente fruncido está crispado creando líneas en su expresión, sus labios apretados, y los pantalones de oficina en conjunto a la camisa abierta que deja ver su pecho le sientan bien, pero no observo demasiado a pesar de que hay una pequeña parte de mí que desvía la mirada hacia esa porción de piel a la vista, puesto que el pelinegro cierra la puerta de un portazo y va al baño soltando una maldición en voz alta que me hace alzar la mirada de mi búsqueda en la web de recetas de chocolate.

Lamo mis labios que se sienten resecos mientras pienso al respecto.

¿Le pregunto si tuvo la colonoscopia? ¿O no?

De tin, Marín, de don, Pingüe…

—Demian —inicio con voz suave—. ¿Has sufrido de una operación que tenga que ver con la entrada de un aparato a tu...

Enderezo mi espalda, y detallo al empresario salir sin camisa del baño quedándome sin habla, porque su pecho y su espalda están al rojo vivo. Su cuerpo tiene parecido a un tomate. Su ceño sigue fruncido y me dedica de las miradas menos amables que he recibido de su parte hasta ahora.

—No me has dirigido la palabra en una semana —declara con frialdad él en mi dirección. No hay burla ni diversión y lo veo comenzar a dar vueltas como una especie de depredador enfadado en la habitación—. No comiences a hacerlo ahora, es agradable que no lo hagas.

Enarco una ceja con duda mientras veo su crisis adolescente tardía aparecer como un amanecer de sol.

—Demian, pensé que ya sabías que mi motivación personal no es hacer las cosas agradables para ti —Trago. A pesar de que tú las estás haciendo agradables para mí—. Luces como un atardecer —señalo.

Me dirige una mirada llena de odio que enciende una cosa milimétrica en mi estómago.

—Luces como un próximo cadáver si no comienzas a mantener la boca cerrada.

Su amenaza no me afecta y me pregunto si algún día las cumpliremos. No le tengo miedo.

—Eres el atardecer más lindo que he visto —halago y recibo un gruñido mientras veo sus ganas de venir hacia mí y hacerme callar pero no puede. Porque parece pollo a la Broster. Me levanto y coloco en mis pies mis tacones blancos, que se han convertido en una costumbre. Me gusta el blanco, la tranquilidad, la paz—. Voy a salir de aquí antes de que comiences a cegarme con tu brillo.

Eso es su límite pero para cuando quiere venir hacia mí, yo ya estoy largandome de la habitación con mi cartera en mano. No me preocupo por mis cabellos, porque los peiné está mañana y los vestidos blancos que siempre utilizo hacen que no tenga que arreglarme demasiado. Bajo por los ascensores hasta la recepción tarareando una melodía de R&B pegadiza, y al salir, el sol impacta contra mí a través de los ventanales dejándome cegada por algunos segundos.

Las personas que viven aquí no temen del cáncer de la piel o las cataratas, pero se ven felices.

Y eso es más importante que vivir mucho.

Mis tacones resuenan y su sonido se pierde entre el barullo de las familias que están vacacionando, las parejas enamoradas y de viaje y los inviduos encontrando revelaciones acerca de sí mismos, al estilo Notradamus. Cuando estoy en frente de la recepción me topó con un rostro moreno y amable que me regala una sonrisa de dientes blancos.

—Buenas tardes —Doy una mueca porque todavía me cuesta un poco sonreír, a menos que lo haga con burla en dirección a Demian—. ¿Conoce alguna farmacia cercana?

El señor que atiende me da indicaciones acerca de la ubicación de distintas farmacias porque a pesar de que he recorrido la isla, me he quedado principalmente en la playa y no he abierto mis horizontes.

Soy feliz de saber que hay una cercana y que no tendré que caminar demasiado, agradezco al de recepción antes de partir en busca de la cura para que Demian vuelva a ser él, y no un pollo enojado.

Mientras detallo los ventanales de tiendas evito mirar los precios que me producen escalofríos, Kyla y yo hemos conversado al respecto y ahora los valores me traen recuerdos, me devuelven a esa noche y al precio que me pusieron, que para todos eran muy poco.

Pero nadie más que tú puede decidir tu precio. Cuánto vales.

Las palabras de Kyla vuelven y entro a la farmacia, provocando el sonido de una campana. Es una farmacia común y corriente, abundan las tonalidades de blanco lo cual me agrada, hay tres secciones distintas, y una parte trasera con cientos de analgésicos, desintoxicantes y…laxantes.



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En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

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