En frente de mí se encontraba un chico, con unos ojos que podían hipnotizarte, me permití detallarlo sin ningún tipo de vergüenza. Su piel se veía suave, su cabello color azabache incluso lucia más cuidado que el mío; pase a las facciones de su cara, sus ojos eran una mezcla de marrón y verde impresionante; sus cejas pobladas, pestañas largas y labios finos. Por un momento me quede bajo algún tipo de efecto que él producía en mí. yo estaba en algún lugar de marte cuando hablo:
-No te preocupes, no es nada grabe. -me extendió su mano para que pudiera levantarme.
Shock total. Me quedé paralizada, no sabía qué hacer, mis manos sudaban, no entendía que pasaba conmigo, me di una cachetada mental para reaccionar y tomar su mano. Efectivamente su piel estaba suave, me recordó a mi manta favorita, tan suave y acolchada.
-yo de verdad lo siento, mira -señale su ropa- la arruine.
-de verdad no tienes nada que preocuparte, solo es ropa -me sonrío-una lavadita y como nueva.
Me eche a reír, tal vez por los nervios. Noté que no había despegado sus ojos de mí, lo que hizo que como toda una retadora le sostuviese la mirada, y entonces el decidió hablar.
-uy, qué descuidado, no me presente -me extendió su mano- me llamo Nil Duarte.
-Nil Duarte..., -repetí- suena a algún multimillonario
¿Lo dije o lo pensé?
Escuche como se reía, supongo que sí lo dije.
-Sí, suena a una persona con mucho dinero, pero este no es el caso, no soy un multimillonario, pero tengo lo mío. -me guiño un ojo.
-yo me llamo Laia Mora.
-¿Mora? ¿Cómo la fruta?
-¡oye! Tú no te burles también.
Sí también pues mis compañeros se burlaban de mi apellido, niños tontos.
-lo siento, lo siento, un mal chiste.
-un chiste que no da mucha gracia -susurre casi para mí, pero parece que logro escucharme.
-para compensar ese chiste, ¿qué te parece ir a tomar algo?
-no -dije firme- no salgo con desconocidos.
-ya no soy un desconocido, nos acabamos de presentar.
Buena esa eeh niño con apellido de millonario.
-lo siento, pero no, tal vez otro día.
-bueno, lo intente- chillo rendido
-me tengo que ir -avise- adiós, chico miltimillonario.
-adiós, chica mora -hizo énfasis en mora.
Me reí para mis adentros. Seguí mi camino para ir a casa. Caminar era algo así como mi pasatiempo favorito en especial las tardes, me gustaba ver los atardeceres mágico y sentir la brisa fresca en mi rostro. El camino de mi casa al psicólogo era aproximadamente unos 20 minutos, 20 minutos que los aprovecha al máximo, ya que no salía de casa, lo tenía que disfrutar y aprovechar.
Al llegar a casa mi mamá me recibió con un abrazo, al parecer papá no estaba.
-¿Cómo te fue mi turroncito de azúcar?
-Bien nada nuevo, solo que a salir del consultorio derrame café sobre un chico -le conté. De hecho, le contaba todo a mis padres (también le contaba de mi ex, pero omitiendo las partes malas). Siempre les he tenido mucha confianza, aparte de mis padres son mis mejores amigos.
-siempre eres muy despistada, desde chiquita has sido así, recuerdo muy bien cuando tenías 5 años…
-¿Mamá donde esta papá?- cambie de tema tan rápido como pude, o si no iba a contar esa historia por horas.
-Salió con unos amigos, creo que luego los traerá a casa.
No pude ser, por qué venían casa, no era que los amigos de papá me cayeran mal solo que siempre que me veían era una charla sobre lo grande que estaba, ah y se ponían a conversar por horas de los viejos que estaban ellos, que extrañaban mucho sus días de juventud.
Escuche como la cochera se abría, lo que significaba que papá había llegado. A lo lejos se podía escuchar las risas de sus amigos. Se abrió la puerta de la casa por donde sus amigos entraban.
-que grande estas Laia -dijo uno de sus amigos.
-sí, me recuerda lo viejo que estoy yo, recuerdo lo chiquita que era -el otro amigo también hablo.
Así todos me decían lo grande que estaba, me quedé paralizada cuando me encontré con esos ojos hipnotizadores.
¿qué tan mala suerte tenía que tener para encontrármelo aquí? Maldijo en mi cerebro.
¿era uno de los amigos de papá? Tan viejo estaba el chico ¿Por qué nunca lo había visto con mi padre antes? Esas y muchas preguntas más pasaban por mi cabeza.
En frente de mí se encontraba un chico, con unos ojos que podían hipnotizarte, me permití detallarlo sin ningún tipo de vergüenza. Su piel se veía suave, su cabello color azabache incluso lucia más cuidado que el mío; pase a las facciones de su cara, sus ojos eran una mezcla de marrón y verde impresionante; sus cejas pobladas, pestañas largas y labios finos. Por un momento me quede bajo algún tipo de efecto que él producía en mí. yo estaba en algún lugar de marte cuando hablo:
-No te preocupes, no es nada grabe. -me extendió su mano para que pudiera levantarme.
Shock total. Me quedé paralizada, no sabía qué hacer, mis manos sudaban, no entendía que pasaba conmigo, me di una cachetada mental para reaccionar y tomar su mano. Efectivamente su piel estaba suave, me recordó a mi manta favorita, tan suave y acolchada.
-yo de verdad lo siento, mira -señale su ropa- la arruine.
-de verdad no tienes nada que preocuparte, solo es ropa -me sonrío-una lavadita y como nueva.
Me eche a reír, tal vez por los nervios. Noté que no había despegado sus ojos de mí, lo que hizo que como toda una retadora le sostuviese la mirada, y entonces el decidió hablar.
-uy, qué descuidado, no me presente -me extendió su mano- me llamo Nil Duarte.
-Nil Duarte..., -repetí- suena a algún multimillonario
¿Lo dije o lo pensé?
Escuche como se reía, supongo que sí lo dije.
-Sí, suena a una persona con mucho dinero, pero este no es el caso, no soy un multimillonario, pero tengo lo mío. -me guiño un ojo.