Como estrella fugaz

CAPÍTULO 14: FUEGOS ARTIFICIALES.

Es de madrugada, y Steven duerme profundamente en la cama de la habitación que había designado como mía.

Luego de haber compartido charlas, de haber jugado al Monopoly, y de haberlo escuchado tocar la guitarra, se acomodó, y en cuestión de segundos entró al mundo de los sueños.

Por la forma profunda en la que duerme, tal parece que no descansa bien desde hace tiempo. Quizá sólo sean ideas mías, quizá no, no lo sé. Pero está durmiendo tranquilo, abrazado a la almohada que debería estar debajo de su nuca. Podría sacarle una fotografía, no a modo de burla, sino porque me gusta como se ve. Pero no lo hago por el simple hecho de no querer quedar como una loca.

Y el hecho de ver como duerme, ¿no me deja como tal?

Me levanto de la cama, sin hacer demasiado ruido. Aunque bueno, dudo que escuche algo, hace unos minutos no se inmuto por el trueno. Lo arropo con una cobija blanca con rayas grises, y me dirijo a la cocina. Una vez allí me preparo un té y me siento en el sofá de la sala.

El silencio que hay a mi alrededor es algo único. Sólo la naturaleza emite sus sonidos, y no creí que tal cosa fuera tan necesaria. Cuando hable con mi terapeuta le voy a mencionar esto, él siempre me recomendó un viaje lejos de la ciudad, y yo siempre me reí. Ahora creo que él se va a reír de mi, de la chica que ni por una gran suma de dinero haría un viaje de ese estilo. ¡Ja! Y aquí estoy...

Bebo un sorbo de té, y cuando quiero dejar la taza sobre la pequeña mesa, noto que debajo de la misma hay una caja de cartón, no puedo ver su color en específico debido a que parece que lo perdió con el tiempo.

Sé que no debería, pero la curiosidad me puede, y mucho. Además... Steven no se va a enterar que inspeccione su interior. A menos que haya algo ilegal dentro.

La cojo entre mis manos, la coloco sobre mi regazo y le quito la tapa. Hay muchas fotografías en su interior, notas, cartas y algún que otro objeto.

Las fotografías son de paisajes, algunas del abuelo de Steven, y otras del señor con un niño, quien calculo que es Stev. Sonrío ante el niño regordete que posa feliz junto a un abuelo igual de feliz.

Y creo que entré mi fotografía favorita, es una donde ninguno mira a la camará, pero quien la haya sacado, captó justo una carcajada cómplice entre ambos. No sé de que reían, pero verlos reír es contagioso.

Luego paso a los objetos, todos vienen acompañados con notas, algo desgastadas, pero con una letra clarísima. Hay una rama de árbol pintada de azul, y la nota dice:

 

"La varita mágica de Steven a sus cuatro años"

 

¿Acaso este hombre guardó todos los recuerdos de su nieto?

Hay una roca mediana, la nota amarilla dice:

 

"Hoy, Stevie, me enseñó a jugar a la roca saltarina en el agua, según él. Ya lo conocía, y claro, lo dejé ganar"

 

Sonrío. Hasta que la puerta de la habitación en donde está Steven se abre, y es fácil notarlo porque cruje mucho. Me asusto, me despero, guardo todo y dejo la caja donde estaba.

Steven se aparece en la sala, frotándose los ojos, y cuando se despereza, me ve y sonríe.

—Lo siento —dice.

—¿Por dormirte, o por usurpar la cama?

Se ríe y se sienta a mi lado.

—Por ambas, ¿tú no has dormido?

—No, como nunca tengo insomnio.

—Bueno, funcionó al revés para mí. Como nunca dormí bien, y eso que solo fueron...

Sonrío.

—Tres horas.

—¿En serio? —se sorprende—. Me venía despertando cada una hora últimamente.

—¿Por algún motivo en especial? ¿Mente inquieta? ¿Sueños feos?

—Mmm, mente inquieta, creo.

—¿En qué piensas, Steven Fry? ¿Qué no te deja dormir? —se detiene en su mente por un largo rato, suspira, me mira y vuelve a suspirar—. No hace falta que respondas si eso no te hace sentir cómodo.

—Tú me haces sentir cómodo. Como nunca nadie antes lo hizo —sonríe, pero luego su sonrisa se borra, vuelven sus pensamientos—. ¿Nunca te has detenido a pensar en tu vida?

—Siempre, como todos, supongo.

—Sí, pero me refiero al tiempo específicamente.

—Dime más.

—Tengo veintiocho años, Gia.

—¿Y eso qué?

—No he cumplido con nada de lo que me propuse en la vida, y el tiempo corre. Eso asusta. A esta edad ya quería una familia, tres niños en específico. Y me siento en verdad preparado para lo que una familia requiere, lo juro, pero nada, no pasó. Esperaba tener a la mejor compañera a mi lado, claro. Y mis sueños estancados, producir una banda, o a un solista, y abrir mi propia escuela de música. Y tener una gran cocina para hacer los menús más deliciosos. Uff, demasiado ¿no? —niega con la cabeza—. Y sólo tengo un pequeño apartamento, una gata, y una sala que recibe estudiantes. La vida pasa. Últimamente el tiempo me persigue mucho.

En su rostro hay decepción, mucha. Sus ojos están tristes, y parecen cansados, como si no hubiera dormido bien, cuando dijo que si.

—Por más profundo que sea este tema en especial, ya lo hemos hablado, nunca es tarde, Stev.

—Para algunas cosas sí.

—¿Quién dice eso?

—No sé, todo el mundo.

—Oh, vamos. Mírame a los ojos porque esto que voy a decir será épico viniendo de mi —me mira a los ojos, tomo aire y continúo:—. ¡A la mierda los que dicen eso!

Se ríe, y verlo reír me gusta.

—Espera, ¿qué?

—Calla, no lo volveré a repetir.

—Rayos. Bueno, fue sexy.

Me río.

—¿Podemos volver a lo que importa? —sonríe y asiente—. No te fijes en el todo, porque si lo haces, siempre vas a perder. Ponle atención a lo que en verdad importa, tus metas, tu sueño, y si lo deseas con todo tu corazón, sabrás que nunca es tarde, que siempre hay tiempo —abre la boca para decir algo, pero no lo dejo—. No, espera, no dirás nada hasta que termine.

—De acuerdo.

—Eso es decir algo, pero bueno —se ríe—. Tal vez formar una familia no llegó a la edad deseada, pero ¿importa eso? —ladea con la cabeza—. ¡No, no importa! Importa que no hayas perdido las ganas, ¿o si? —niega con la cabeza—. Bien, entonces paciencia. Tu hermosa y gran compañera ya llegará, y espero que sea buena, sino me llamas y lo arreglamos —sonríe—. Tendrás tu familia, no al tiempo que has deseado, pero la tendrás y será hermosa. Tendrán un hermoso hogar, siempre con música y comida deliciosa, porque tendrás tu cocina, no importa que tan grande o chica sea, la tendrás. Y también tendrás tu título como chef, te acompaño a inscribirte en la carrera. 



#32575 en Novela romántica
#3463 en Novela contemporánea

En el texto hay: musica, amor, vida

Editado: 24.09.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.