Soy Paora Dakunesu, una estudiante destaca y popular de toda la escuela, amada por muchos y envidiada por otras, pero las opiniones de los demás no son relevantes para mí. Mi vida no siempre fue tan fácil como parece, en el pasado era lo contrario a lo que estoy en la actualidad. Aunque tuve que ir forjando mi camino sin ayuda de nadie, honestamente sigo sin comprender como pude lograrlo.
Hace tan solo 9 años empezó todo, aquella razón que provoco un cambio en mí.
Cuando yo tenía entre seis y siete años era una niña como cualquier otra, me consideraban como una pequeña con dificultades para comprender, analizar y realizar trabajos.
Al principio mis profesores suponían que debido a mi edad tenía algunos obstáculos para comprender la escuela, pero mientras pasaba el tiempo me daba cuenta de que aquella comprensión de los adultos por mis dificultades eran en vano.
Transcurrían los años de la primaria y seguía sin entender nada, pronto habría un rechazo inmenso por las personas hacia mí, aquellas personas que creía que estarían para mí en las malas se fueron, era un caso perdido y todo mundo había aceptado esa verdad, por más que me esforzaba y ponía tiempo, entusiasmo y dedicación no daba resultado, algo me impedía aprender y estaba claro en el principio.
Aunque solía evitarlo, ya que me recordaba mis defectos como persona y la manera en que la sociedad hacía que nunca lo olvidara.
Mientras me esforzaba, sentía que yo sola no podía llegar a mi gran cometido, aunque sentía que debía de hacer algo para revertir las circunstancias. Después de un largo tiempo mis padres optaron por una gran decisión que podría beneficiarme como perjudicarme, pues se necesitaba algo para cambiar el rumbo de las cosas.
Así que la conclusión de este asunto se dio por un cambio de grupo, algo menos drástico de lo que pensé, aunque me aliviaba que no fuera una decisión bastante complicada o a gran escala.
En mi nuevo entorno todo era bastante diferente, no solo podía comprender las cosas de una mejor manera, estaba bastante preparada para grados más arriba, esta fue indirectamente gracias al profesor de mi anterior salón, aparentemente su esquema de trabajo era más complicado del que se debía manejar a esa edad.
Eran temas de años más arriba, incluso había momentos en los que llego a darnos temas de nivel superior.
Era algo bastante sorprendente, aquella persona que pensé que nos aborrecía y de manera inadecuada evitaba explicarnos, al final nos dio una gran lección, en este caso comprendimos que no solo nos preparó para la primaria, sino que para años más arriba.
Aunque esto había causado bastantes inseguridades, problemas emocionales y sociales, acepte su método de enseñar. Algo ortodoxo y complicado, pero al final lograr comprender cosas que a tu edad nadie conoce.
Gracias a eso tomé la una decisión, la cual hasta la fecha no he entrado en una postura de arrepentimiento, esta decisión consistió en pedir asesorías a mi anterior profesor.
Un día que coincidí con aquel profesor le propuse mi idea de tutorías, explicándole que gracias a él me había sentido una chica tonta en varios aspectos, pero dejando de lado aquellos problemas en el pasado me había enseñado demasiadas cosas que habían ayudado a mejorar en lo académico.
Mientras esperaba una respuesta veía sus expresiones bastante distintivas de él, las cuales eran de una cara seria, pero con la peculiaridad de tener un toque de amabilidad en ella.
Después de un minuto de silencio logré obtener una respuesta sólida.
─ Está bien ─ Justamente la única respuesta que esperaba, pero en el interior sabía que conllevaría un sacrificio, el cual consistía dejar de ser la niña tierna y volverme una jovencita profesional a partir de ese día.
Cada día de clases me quedaba después de la escuela con ese profesor, enseñándome temas bastante avanzados y complicados. Mientras más avanzábamos en los temas se creaban nuevos desafíos que debía afrontar, en mi tan corta edad de 11 años estaba logrando tener el conocimiento de adolescentes de secundaria.
Después de terminar la primaria fácilmente seguí con las tutorías de la escuela, algo bastante difícil, pero había llegado al punto de encontrar las maneras de comprender todos los temas que me presentaba, sin darme cuenta tan pronto como iba en mi segundo año de secundaria ya tenía los conocimientos de una estudiante de preparatoria de tercer año.
Mientras más tiempo pasábamos estudiando se creaba un cariño, debido a que me veía como su hija. Cada vez más conociéndonos fuera de lo académico, enterándome de que él era viudo, debido a que su hija y esposa habían perdido la vida en un accidente vial.
Este acontecimiento trágico que había vivido lo motivaba a seguir como profesor, ya que su hija le gustaba estudiar, aunque solo tenía 12, ella ya estaba preparada para la universidad y lo que significaba que debido a eso había aceptado mi petición, pues le recordaba a su hija, a la que le gustaba mucho como le enseñaba.
Viendo estas circunstancias lo vi como un apoyo hacia mí, ya no como un maestro, sino como familia, incluso invitándolo a eventos familiares y a cenas con mis padres. Al enterarse de mi plan a futuro de mejorar mis conocimientos y ser comparados con los de preparatoria, aceptaban mi interacción con el nuevo integrante de mi familia.
Tristemente, no todo dura para siempre, días antes de mi graduación de secundaria sufrió un paro respiratorio, ya que por la edad necesitaba cuidados médicos, pero prefería utilizar su tiempo en enseñarme y prepararme para la vida.
Aquella graduación la recuerdo como un hecho amaro, pues la persona que había preparado casi toda mi vida y me había hecho la adolescente que soy ya no estaba conmigo. Sin duda, la única persona que quería con todo el corazón en ese tiempo.
Queriendo o no llegaba mi nueva prueba, lograr concluir con mi preparatoria y entrar a la universidad, con la finalidad de ser como aquella persona que me enseño hasta el final.
Editado: 25.03.2024