Como si fuera Cenicienta

1. Que comience el juego

Mis años en la preparatoria no habían sido los más gloriosos que digamos.

Más bien fueron desastrosos. 

Tampoco es que hayan sido desastrosos. 

¿Entonces cómo calificas tus notas en ciencias, matemáticas y deportes? 

Como déficit de atención.

Sí, cla(aaa)ro...

Bueno, debo admitir que sí era muy malo en deportes en comparación al resto de mi clase. Estoy seguro de que todo el mundo tenía una buena conexión manos-ojos-pies, excepto yo. Hasta aquellos chicos que no se despegan ni un segundo de sus libros eran capaces de ir un par de kilómetros más rápido que yo en las carreras y atrapar aunque sea un balón cuando se diera la ocasión. Además, los cursos que implicaban matemáticas se me daban fatal, tal y como mencionó el tonto de Frederick hace unas líneas. Si sumas a Dylan y los números de seguro obtendrás un mal resultado. 

¿Por qué no lo sumas tú? 

Solo mantente callado por un rato, ¿está bien? 

No. 

No es que vaya a decir que soy del todo malo en la escuela pero sí había varias cosas para las que yo era un completo inútil y química y física se suman a la lista. 

Se suman... 

Si tanto sabes de matemáticas, tú deberías dar mis exámenes...

Aunque algo sí no se me daba mal, los cursos que implicaban letras. Literatura, inglés (lenguaje), historia y español hacían que mi promedio subiera y se colocara sobre el tercio. Se sorprenderían de saber el promedio de la escuela. 

En mi tercer año de preparatoria probé llevar psicología como electivo y fue de los mejores cursos de la escuela. Me encantaba las dinámicas que hacía la maestra Jones en clase, su manera de enseñar era muy diferente al resto de profesores en la escuela y hacía que de verdad sus alumnos se tomaran en serio lo que se trataba en cada clase. Bueno, siempre hay un grupo que no presta atención pero obviándolos todos se interesaban en algún grado por lo que se enseñaba. 

En cierta forma creo que la manera  como nos trataba la señorita Jones se parecía a la forma como mi mamá se comportaba con los demás. Ella también era maestra. Recuerdo que prefería que ella me enseñara en casa que en la escuela; sin embargo, la leucemia llegó tan rápido que no pude disfrutar mucho más tiempo con ella. 

¡Todos te queremos Susan!

No pensé que tú escribirías algo así. 

¿Qué? Es mi mamá también. 

Como el curso de psicología me gustó tanto decidí tomarlo también en mi último año, de paso que me saltaba el curso de cocina que había dejado varios heridos el año anterior. Mi escuela es todo un caso, ya lo leerán. 

Las clases empezaron a mediados de agosto, algo más temprano de lo acostumbrado, por lo que fue comprensible ver a poca gente en los pasillos dándose abrazos de reencuentro y platicando sobre sus experiencias en el corto verano. Por mi parte, el saludo con Kyle y Jeremy no fue para nada emotivo, pues había estado visitándolos cada vez que Amanda y sus hijos hacían algún viaje o simplemente salían por la noche. Sin embargo, mi reencuentro con Zoe fue algo diferente. Llegó a la escuela más dark.  Su cabello estaba mucho más negro y eso que no sé cómo el negro se puede hacer aún más negro. El maquillaje había vomitado sobre su rostro, ella había sido sacada de algún ritual satánico o algo por el estilo. Meses sin verla y la primera reacción que mis amigos y yo tuvimos fue de sorpresa. Nos golpeó por eso.

Pero lo resistimos bien como machos que somos.

No son machos.

Eso no es verdad.

Kyle no lo es del todo, aún llora con "Siempre a tu lado".

¡Pero es Hachiko!

Los hombres no lloran, carajo.

Como se habrán dado cuenta, mi grupo de amigos no es para nada normal. Estábamos conformados por un pelirrojo hippie con tendencias medio hipsters, Kyle; un cosplayer que puede llegar a ir a la escuela vestido de Spiderman y no le importaría lo que los demás dijeran; una chica gótica que cambió su nombre original -Sunshine- por el de Zoe pues no iba con su nueva personalidad; y por último, estaba yo, Dylan. Un chico simple.

No tienes gracia. Si no estuviera yo tu vida no tendría sentido.

¡Cállate!

Los siguientes días fueron tan monótonos que no valen la pena ser contados, pero el jueves, ese día, puedo decir, que mi vida cambió.

Ni que fuera tan importante.

Sí lo es, Dylan. Solo sigue leyendo.

—¡Bienvenidos a su primera clase del año! —nos recibió la maestra con los brazos abiertos y una amplia sonrisa que derretía a Kyle—. Antes de empezar con el tema de hoy me gustaría hacer una dinámica, ¿les parece bien?




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