Como siempre y como la primera vez

CAP 10

Me encontraba en una casa vieja de paredes grises y suelo blanco, con techos que parecían extenderse al infinito. Me sentía desorientada. Empecé a explorar para tratar de entender dónde estaba, caminé y caminé, y sólo seguía viendo habitaciones de paredes grises y suelos blancos, sin ningún mueble, cama o ventana, era una estancia extensa de pura monocromía. Al ver que no llegaba a ningún lado traté de dirigirme hacia la puerta otra vez, pero no la encontré, pensé que me había perdido entre tanto gris y blanco, pero la puerta ya no estaba. Entré en pánico y empecé a correr por los pasillos de la inmensa casa sin saber hacia dónde iba, sabiendo que no había salida.

Choqué con alguien mientras la vista comenzaba a nublárseme por las lágrimas, al levantar la vista suspiré de alivio al ver que era solo mi abuela, no pude evitar relajarme con una sonrisa mientras la observaba con atención, notando que no había cambiado ni un poquito desde lo que me sucedió, supuse que había estado de viaje, ya que no la había visto en casa desde que volví a mi vida.

— Abuela, ¿cuándo llegaste? —me reconocí abrazándola como hacía tanto no hacía.

— No he llegado, Titi, me he ido —su suspiro me descolocó mientras la sentí abrazándome contra su cuerpo gordito.

Me alejé para verle el rostro, pero solo se veía pausada, como si su gesto fuese retratado por una fotografía.

— ¿Te has mudado? ¿Por qué? ¿Hace cuánto? Pero no hay ninguna cama o mueble. Ah, pero esta bonita la casa, ah —le sonreí hablando rápido como siempre había sido con ella.

Ella sólo mantuvo su sonrisa de ternura.

— No Atila, no me he mudado —admitió con el primer cambio de su expresión causándome escalofríos, entonces soltó un sollozo y me abrazó más fuerte—. Al final si despertaste. Creí que, aunque ya no estuviera allí, no despertarías.

Quise alejarme de su cuerpo obligándola a soltarme con reticencia.

— ¿A qué te refieres abue?

— ¿Tu mamá no te ha dicho? Ush, ¿por qué Cynthia no te dijo? —dijo limpiándose el rostro amargamente.

— ¡¿A qué te refieres abuela?!

— Yo ya no vivo con ustedes, ya no vivo en la tierra, Titi —sentí que me atragantaba con mi respiración, comencé a negar una y otra vez— Lo siento. No podía ver como uno de mis pequeños nietos moría lentamente, y ver como mi única hija sufría al verte.

— ¡No! ¡Pero si la última vez estabas en la casa! Se supone que tú estabas en casa cuando deje de oírte en el hospital —sentí mis lágrimas mojarme el rostro.

— No, deje de ir a verte hasta que enfermé, lo siento.

— ¡No! ¡NO!

Duerme. No te va a durar mucho.

Duerme.

¡QUÍTATE DE MI CAMINO!

Duerme. Duerme. Solo duerme.

El aire golpeó mis pulmones con fuerza cuando me levanté exaltada, tras aclarar la vista vi como todos, mi hermana y mis amigos, se levantaban hacia mí, seguía hiperventilando y los latidos seguían resonándome en las sienes. Aun estábamos en la casa/convento, lo sabía por los sonidos que se extendían por los árboles tras las paredes.

— ¡Dios mío! ¡Atila! —gritó Mathias abrazándome, su cara estaba empapada y podía ver sus ojos moviéndose de un lado a otro con rapidez mientras me estudiaba.

— Dios es de todos, maldito, no es sólo tuyo —le contesté en broma mientras le sacaba la lengua ignorando cómo cada palabra raspaba mi garganta.

De pronto Olly apareció en mi campo de visión con el rostro rojísimo, aterrándome tanto que no hice nada cuando me dio un lapo en la cabeza.

— ¡Olympia! —el regaño de Mathias fue ignorado por mi hermana.

— ¡¿Qué diablos ha pasado allí afuera?! —siseó mi repetida—. ¡No me digas que no es nada y que es la primera vez porque eso no es normal! ¡Me mentiste! —gritó impulsándome a encogerme sobre mí misma.

— Olly no la presiones —pidió Daniel tomando su brazo.

— ¡Pero es que algo está demasiado mal!

— Yo no sé qué era eso, pero te apuesto a que ella no se lo esperaba.

— Nunca te había pasado eso Atila, antes eran sólo gritos y el cambio del cabello, ¡pero derramabas azul por todos lados! —renegó Mathias sin notar que había metido la pata.

Cosa que se confirmó cuando Olly volteó como el exorcista a verlo. Creo que a Mathi lo matarán y su asesina sería nada más y nada menos que mi repetida.

— Tú —lo señaló y el palideció—. ¡Lo sabías y no dijiste nada! ¡¿Cómo que gritos y el cambio de cabello?! ¡¿No que se lo había pintado?!

— Olly tranquila —intentó Audrey mirando a la puerta del aula con nerviosismo.

— ¡A mí no me tranquiliza nadie! ¿No sé qué carajos le pasa a mi hermana y quieres que me calme?

— Olly ni yo sé que es —le dije tratando de calmarla.




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