CAPÍTULO DOS.
—Ven aquí Calvin —le susurre a mi perro. El no se acercaba a mí desde que llegué y presentía que estaba enojado.
Cuando los dos éramos más chicos, pasábamos mucho tiempo juntos. Calvin siempre me acompaño a todos lados, pero luego, sin querer comencé a descuidar nuestra relación. Así que aquí estaba, por enésima vez dentro de su casita, tratando de que me perdone.
—¡Ya Calvin, lo siento! No volveré a irme —Touche. Logre que por fin me mirara. Su enorme carota ahora estaba frente a la mía.
Y entonces ladró, Dios el era tan enorme que sus ladridos eran terroríficos. Presentía que él acaba de regañarme.
—¿Entonces me perdonas? —pregunté cautelosamente. El ladró una vez más para luego volver a darse la vuelta, se sentó y Miró a la pared donde había una foto nuestra de años.
Estaba comenzando a creer que tenía un perro dramático. Y él tenía una dueña loca. Quien diría que ahora me encontraría suplicando por el perdón de un perro, pero no era uno cualquiera; Calvin merecía unas verdaderas y sinceras disculpas.
Loca.
Lo sé.
—Oye Calvin escucha. Lo lamento ¿si? Nunca quise descuidar nuestra relación, tu sabes cuan importante eres para mí. Pero debes entender que también tengo sueños que realizar —Dios mío, no puedo creer que en verdad estaba suplicando a mi perro. Maldito malvado.
Calvin se levantó de su lugar me miro y se sentó pero esta vez dándome el perfil de su cara. Volvió a mirar una de las paredes, que también tenía una foto nuestra.
Dramático.
—¡Bien, entiendo! Soy la peor dueña del mundo por dejarte de lado, y en serio lo siento. Eres un perro muy malo por tratarme de esta forma, aunque viaje miles de quilómetros siempre llevó una foto de los dos. Y tú te comportas de esta forma tan mala conmigo Calvin. Perro egoísta.
Y me Miró.
¡Por fin! ¡Sí!
Me miraba con superioridad pero me miraba. Mantuvo sus hermosos ojos negros en los míos hasta que se acercó a mí y lamió todo mi rostro con su enorme y ancha lengua.
—¿Me perdonas? —pregunté medio emocionada. El ladró y se tiró a mi lado buscando mi mano para qué acaricié su cabeza.
Sonreí tan feliz, era la primera vez desde que llegué que sonreía genuinamente. Solo Calvin podía hacer esto.
Luego de una larga tarde de juegos con mi perro comencé a preparar mis cosas para irme de Trish. Aún no estaba muy segura de ese tema en cuestión, pero no podía fallarle. Si ella me necesitaba, entonces yo estaría para ella. Soy su mejor amiga, y a veces siento que la descuido mucho.
—Desde que te fuiste Calvin comenzó a apegarse más a Asia. La acompaña a la escuela y luego vuelve, y a su hora de salida la espera fuera de la escuela —comentó con cierta diversión América —. Es un perro bastante inteligente. No sé si te diste cuenta, pero ahora en su casita también hay una foto de ellos juntos.
—Sí, lo vi —contesté con recelo.
Era verdad, Calvin se había acercado mucho a Asia. Antes yo era la dueña de su mundo, pero ahora el también pasaba tiempo con mi hermanita, y se notaba que la quería mucho. Desde que llegué pude notar que no se despegaba de ella en ningún momento, la protegía de todo y de todos. El era un tanto especial, muy territorial y posesivo con su familia. Después de todo es un gran danés, ellos son así por genética.
Me alegraba saber que había alguien, que aunque sea un animal, cuidaba de mi pequeña princesa.
—Tienes un perro bastante dramático —volvió a hablar. Raro, seguramente quería algo y por eso estaba aquí.
América era muy obvia aveces. Ella solía ignorar nuestra existencia siempre que podía.
—Sí, eso también lo noté. Me ha costado mucho hacer que me perdone.
¡Maldito perro sentimental y dramático!
—Dicen que los perros se asemejan a sus dueños —río.
—¡Oye, no soy dramática! —le tiré la almohada de mi cama.
Bueno tal vez si lo era un poco, solía dramatizar muchas cosas a veces. Mis hermanas siempre decían que era una exagerada sin remedio.
Me di la vuelta y mire a mi hermana. Ella tenía una pequeña sonrisa en su rostro. ¿Debía preguntarle que era lo que quería? ¿O sonaría muy mal? No lo creo, estaba cien por ciento segura de que algo quería.
Menuda interesada.
Abrí la boca para preguntarle por fin. Pero una alterada, despeinada y desesperada Albania me interrumpió.
—Vete —dijo secamente mirándome única mente a mí.
—¿Qué?
—Que te vayas América ¡ahora! —exclamó. ¿Y a esta que mierda le pasaba?
—Oye ten cuidado como me hablas, recuerda que soy mucho mayor que tú y...
—Me importa una mierda, vete o pateare tú feo trasero —la interrumpió. Vaya, desde que había llegado me había dado cuenta de que muchas cosas habían cambiado aquí.
Y una de esas. Era el comportamiento de Albania. América trago saliva y se fue, pero no sin antes decirle que iba a romperle la cara un día de estos; era gracioso ver como se insultaban una a la otra.
—Necesito un Consejo hermana a hermana —sonaba tan... desesperada.
Se sentó en canastita en mi alfombra y me miro.
—Estoy en problemas, siento que mi cabeza va a colisionar en cualquier momento. Me he sentido tan mal conmigo misma y no logró entender lo que siento.
—¿De que hablar Alba?
—Qué creo que me estoy interesando sentimentalmente en alguien —siempre tan correcta al hablar.
Movía sus brazos nerviosamente.
—¿Y cual es el problema? Albania tienes diecisiete años, estas en todo tu derecho de interesarte en alguien —murmuro confusa. ¿Por qué tanto problema con esto?
Pero entendí que algo malo pasaba cuando bajo su mirada avergonzada.
—El problema es que la persona que me interesa, es mucho mayor que yo —confesó apretando sus labios con fuerza.
—¿Cuanto?
—Mhm... mayor p-por ocho años.
Wow esperen un momento. ¿Ocho años? Eso... eso quiere decir que el hombre por quien se interesó mi hermana pequeña que recién cumplió diecisiete años tiene, t-tiene ¿veinticinco? Mierda. Eso era mucho, demasiado.
Editado: 11.12.2020