Antes de dormir contábamos pequeños cuentos de nosotros a mis hermanos antes que durmieran. Los cuentos eran promesas que cuando nos casaríamos tendríamos una casa tan grande parecido a una mansión y tendríamos tantos hijos correteando por toda la casa, y a nuestras respectivas mascotas que amo y que te enseñaría a amarlas un poco más.
Les contaba las historias que viviríamos con mis hermanitos en esa casa, y que ellos podrían tener los juguetes que quieran y la cabina del Pacman en una sala de juegos pero siempre compartiendo los que estén viejos, arreglando los que están medio rotos para poder donar a quienes lo necesitan, eso sí, ellos saben los valores aprendidos tanto en casa como en la escuela.
No sabía que contábamos tantas cosas que una vez acabarían terminando, no podía aceptar eso Steve. Me importabas tú, me importaba una vida contigo porque toda la vida soñé con un amor de verdad pero ahora me di cuenta que para personas desafortunadas no existe algo así.
Ese cuento solo fue parte de nuestros sueños que anhelabamos el uno al otro, sin saber lo que nos depara el destino.
Cada vez que hacíamos el amor nuestros besos significaban palabras, promesas del alma, que al amanecer se esfumaban como el viento.