Compromiso De Élite

6

ISABELLA STERLING

El cosquilleo en mi piel se intensifica y, de repente, siento que la estancia se reduce a la presencia de Alessandro. Ahora mismo luce más como un ángel caído que como un humano corriente. Está ahí, impecable en su traje ejecutivo, pero el desenfado de su cabello le otorga un aire rebelde y encantador. Sus ojos, como imanes, se aferran a los míos, convirtiéndome en su única audiencia. Sus labios se curvan en una sonrisa al notar mi nerviosismo.

Mantengo la calma, solo para evitar que el tequila en mi ombligo no se derrame. A mi alrededor, las chicas bailan con la alegría desbordante, y las risas resuenan de la diversión. Pero Mateo Ricci no parece encontrar divertida toda la situación. Frunce el ceño y sacude la cabeza, al lado de Alessandro.

‘¡Vamos!, ¡vamos!, ¡vamos!, ¡vamos!’, entonan en coro.

Justo cuando mi mente intenta gritar un rotundo "¡alto!", Alessandro se lanza sin previo aviso a lamer la sal de mi bajo abdomen de forma… lenta y sensual.

Su cálido recorrido y la suave caricia me hace jadear de sorpresa, enviando placenteras corrientes eléctricas por todo mi cuerpo. Absorbe el tequila en mi ombligo y me arrebata el limón de mi boca con un mordisco.

Suspiro aliviada, pensando que finalmente ha terminado esta terrible experiencia. Pero en el momento en que me levanto, él se inclina y atrapa mis labios con los suyos, causando que mi corazón dé un vuelco.

'¡Santo cielo! Está besándome. No puede ser cierto…’

Trato de apartarlo con la mano en su pecho, pero es obstinadamente fuerte. Se adueña de mis labios con un fervor que despierta sensaciones desconocidas. Su lengua, insistente y traviesa, logra abrirse paso en mi boca. Todo mi ser parece derrumbarse ante la mezcla embriagadora de almizcle y corteza, la firmeza y calidez de sus labios, y su sabor que agita todos mis sentidos, creando un torbellino de sensaciones deliciosas que se arremolinan en lo profundo de mí.

Mi cuerpo, traicionero, se rinde ante la sensación embriagadora. Mis dedos encuentran su cuello, respondiendo al beso de manera tímida al principio y luego, con una determinación que me sorprende incluso a mí misma. Pero en un instante, él se aparta, dejándome atónita, con el corazón en llamas y el aliento arrebatado.

Mi corazón late violentamente contra mi pecho, ensordeciendo mis oídos.

Me enderezo tambaleante, mi cuerpo y mente son un completo desorden. Intento levantarme de la mesa, pero mis rodillas parecen hechas de gelatina. Respiro agitada, tratando de controlar la conmoción que parece haber invadido mi ser, como si todo lo que acaba de pasar no me hubiera sacudido en lo más profundo.

Mientras intento recuperar la compostura, las risas y chiflidos estallan a mi alrededor, las chicas disfrutan de la escena y los hombres se sumergen en carcajadas. Si tan solo pudiera encontrar un agujero para esconderme, ahora es un excelente momento para desaparecer.

—¡Vaya, menudo calor que hace aquí! —exclama alguien.

—¡Bien hecho, señor Belmonte! —las palabras de apoyo resuenan en la estancia.

Ahora mismo estoy envuelta en una mezcla de calor y vergüenza.

Me muerdo el labio inferior y miro furtivamente a Alessandro. Regreso, tambaleante, a mi asiento y, con decisión, me tomo un shot de tequila, seguido por un whisky, buscando desesperadamente apagar esta sensación abrasadora que recorre mi piel.

Maldición, solo quiero que este momento incómodo pase. Mientras tanto, él charla despreocupadamente con los demás, como si los besos hubiesen sido solo un simple pasatiempo. No puedo evitar sentir una punzada de dolor. Pero entonces recuerdo que es típico de él, ese desapego casi asombroso. ¡Ah, claro! Él siempre tiene la lengua en la boca de cualquier mujer. Obviamente para él esto no fue nada significativo.

'¡Puaj!', mi estómago revuelve y siento una punzada de disgusto conmigo misma por haber correspondido de esa forma. Como pude olvidar quién es él: un maestro en el arte de la seducción, un jugador en el tablero del romance.

‘¡Él es un seductor consumado, un maestro en la manipulación!’. Me repito mentalmente, intentando reafirmar mi convicción en medio de esta confusión.

 

Llegué a casa al filo de la madrugada y, para mi sorpresa, Alessandro se ofreció a llevarme. No tuve más opción que aceptar, no vaya a ser que piense que sus encantos me tienen tan afectada que no puedo aguantar un simple ride.

—Llegué a las nueve a Milán, esperaba cenar contigo —anuncia con tono casual—. No respondiste a mis llamadas.

—¡Oh! —exclamo sorprendida. ¿Una cena? Seguramente por tema de trabajo.

—El gerente me dijo que estabas en un bar con unos amigos y… bueno.

—Olvidé mi teléfono en el hotel. Pero... ¿cómo me encontraste? —pregunto, un tanto perpleja.

—Le pedí a Dominic que te localizara —me responde con un dejo de misterio.

—¡Espera! ¿No fue una casualidad entonces?

—No lo fue —afirma, con seriedad—. Y debes tener cuidado al salir con personas que acabas de conocer. Milán no es un juego de niños, hay mucho más que moda y buen vino aquí. La mafia es algo real.

—Alessandro, no soy una niña. Sé lo que hago. Además, son tus empleados. Tu empresa debe de tener filtros como para contratarlos, así que, en teoría, debería ser seguro estar con ellos —respondo encogiéndome de hombros.

Él me lanza una mirada seria.

—Debes tener precaución. Estás un poco... bueno, tal vez más de lo que admites, pero estás ebria. ¿Qué pasaría si alguien se sobrepasa contigo? ¿Cómo lo manejarías?

Mierda. Ahora mismo solo quiero desaparecer en mi asiento

—No estoy exactamente borracha. Solo, digamos, un poco ‘animada’.

—Isabella… —dice, de pronto—, necesito saber… ¿Alguien más te besó esta noche?

—¡No! ¡Solo tú!

Alessandro parece aliviado.




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