ISABELLA STERLING
Con un rugido ronco que vibra con la satisfacción varonil, Alessandro alza mi figura entre sus poderosos brazos. Su abrazo es tan firme como si temiera dejarme escapar. Al depositarme en el suelo, presiona suavemente mis hombros hacia el piso, sus ojos destellando un hambre cruda e intensa.
—Todo lo que soy es tuyo, Isabella. En tu presencia, nadie más tiene cabida en mi mundo. Espero que tú también hagas lo propio —declara con osadía, sosteniendo mi mirada.
Su boca reclama la mía en una serie de besos tentadores, combinando la aspereza con la suavidad. El roce ligero de sus dientes contra mi labio inferior y el juego de su lengua hacen que mi cuerpo tiemble ante una sensación sensual y un jadeo inesperado.
—Amo tus labios, amo tu piel... pero sobre todo, amo contemplarte —confiesa, su rostro encendido. Mis manos se aventuran bajo su camisa, sintiendo el calor de su piel. Su cuerpo robusto me aprisiona con una pesadez deliciosa contra el suelo.
—Dime que eres mía, Isabella. Solo mía —exige.
—Soy tuya, Alessandro. Completamente tuya —respondo.
Él me quita el vestido y sus manos se posan posesivamente sobre mis pechos, provocando un estremecimiento en mi ser.
—Detesto la idea de que otros te besen, cariño. Anoche estaba tan celoso que prometo que, cuando lo encuentre, aquel sujeto me recordará para siempre.
De repente, me quedo inmóvil.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —pregunto, abriendo los ojos y centrándome en él—. ¿A quién te refieres?
—Olvida eso por ahora, cariño —me distrae, dejando un beso en el hueco detrás de mi oreja.
Esta vez, lo aparto con firmeza.
—No. ¿Qué quisiste decir? —inquiero, cruzando mis brazos sobre mi pecho y clavando una mirada afilada en él.
—Conozco esa mirada. Estás molesta —lamenta—. Lo discutiremos después, después de entregarnos al amor. Tenemos toda la noche para eso. Te he echado mucho de menos —intenta atraerme de nuevo hacia él, pero me aparto con determinación.
—No. No me toques. No permitiré que lo hagas hasta que me lo digas —afirmo, apartándome más.
Alessandro frunce el ceño, sintiéndose acorralado y decepcionado consigo mismo. Se levanta y se acerca a mí una vez más.
—Vamos, cariño, no fue nada. Malinterpretaste las cosas —intenta.
—No lo hice. ¡Estás mintiendo! —esquivo sus manos, retrocediendo—. Dímelo ahora.
Alessandro frunce el ceño, sintiéndose acorralado y decepcionado consigo mismo.
—Está bien. ¿Quién es ese hombre en el restaurante? ¿Por qué estabas con él? —sus ojos arden con ira.
—Ah... ¿así que hiciste que tus hombres me siguieran ayer? ¿Cómo pudiste? ¿No confías en mí? —mis ojos brillan con intensidad.
—No cambies de tema, Isabella. ¿Quién es ese hombre? —su voz denota fuerza, cargada de celos.
—Es Henry, mi ex. Llegó ayer por trabajo. Fue solo un almuerzo amistoso —intento explicar.
—¡Ja! ¿Llamarías a eso un almuerzo amistoso? ¡Besarse y tomarse de la mano! No has superado nada, ¿verdad? Supuse que ya lo habías superado. ¡Y de repente, una llamada suya y corres a su lado! —expresa con frustración.
—¿Qué? Estás exagerando. Yo no lo besé, él lo hizo. Fue un gesto sorpresivo. No te enfades con Henry, fue solo un gesto de despedida. Un cierre para lo que solíamos tener.
—¡Maldición! No existe tal cosa como 'cierre', por el amor de Dios. Voy a enfrentar a ese idiota. No quiero que ningún hombre te bese o te toque.
—Por favor, no le des tanta importancia. Fue solo un roce de labios —suplico.
—¿Qué? ¡Por el amor a cristo! Aun así, eso es un beso. ¿Cómo te sentirías si hiciera eso con mis ex? ¿Te gustaría que actuara así?
—No, por supuesto que no —respondo.
—¿Por qué lo hiciste? No solo el beso, sino encontrarte con tu ex sin mencionármelo. Nos casamos pronto, espero fidelidad de tu parte —declara Alejandro, su tono firme, casi desafiante.
—¿Fidelidad?... tú a penas comprendes su significado y vienes a hablarme de fidelidad —las palabras brotan impulsadas por la irritación que nace de sus celos.
Susurros tensos llenan el aire, hasta que él rompe el silencio. Sus manos encuentran refugio sobre mis hombros.
—Ven aquí, cariño —su voz se suaviza, intentando calmar la tormenta—. Dejemos esto atrás y comencemos de nuevo, ¿sí? —sus brazos me rodean, su tacto intenta ser reconfortante—. Pero, por favor, no repitas esto. Necesitamos trabajar en la confianza, cuidarnos mutuamente. Tienes que decirme donde vas, con quien y para qué.
Mis ojos reflejan un torbellino de emociones, desde la furia hasta la incredulidad.
—¡Eres tan imposible! —estallo, empujándolo con determinación. Me cubro con mi vestido, buscando algo de control en medio de la tormenta emocional—. ¿acaso no confías en mí?
―Isabella… ayer te estaba llamando como loco y no contestabas tu teléfono. Le dije a Bardrow que te buscara. Él supervisó todo y me envió fotos.
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Editado: 07.12.2023