Un árbol más o menos delgado daba la sombra de un entrometido medio día, el pasto verde sostenía las hojas que jovialmente se desprendían, el viento con un leve toquecillo a pintura de oleo fresca embellecía todo con un toque mágico. Los incontables caminos de ladrillos que separaban a la vegetación baja de las trayectorias daban a un edificio de ladrillos blancos con una estructura gótica conformada por cuatro torres de diez metros cada una. Antes había sido una catedral, pero ahora, era una prestigiosa escuela de artes. Al otro lado del panorama, se encontraban varios edificios más sencillos de los cuales salían un centenar de artistas que reían unos con otros, algunos con bolsos decorados de una manera en particular y otros con sus trabajos en las manos en columnas graciosas y desprolijas. Todo esto resultaba en un cuadro excepcional y poético que una chica de 17 años de edad deleitaba todos los días y pintaba cada vez que podía, allí, en el mismo árbol, sentada en la misma dirección.
Ese día en específico, la inspiración no fluía como el día anterior o el que lo ascendió, no… este día algo había cambiado. No se sabía con seguridad qué era, pero algo se había alterado, ya fuera la vibra del lugar o el ambiente que la rodeaba.
Ese lugar, ese momento, esa perspectiva, tenían algo que si lo permitieran las reglas de la universidad, se prestaba para que Alexa se quedara ahí por todo un semestre. Pero no duraría por mucho más, era hora de entrar al comedor, pero un nudo en el estómago de Alexa no le permitió sentir apetito, así que decidió no entrar. Se levantó, sacudió los últimos pedacitos de pasto que le quedaron pegados en la falda negra y se empeñó a ver la universidad vacía.
Ya habían pasado 7 días desde que llegó a la entrada de la universidad, y en ese período corto de tiempo, todo en el campus ya era conocido. Alexa sabía los caminos para llegar a todos lados, no importaba si se trataba de algo simple como ir al sanitario o algo más complicado como las oficinas del concejo estudiantil; todo ya lo había memorizado.
En la Universidad Internacional de Artes, los estudiantes de primer semestre tenían un plazo de tiempo estipulado para adaptarse a las reglas de la universidad, o solo las más importantes, como que después de las once de la noche todos los estudiantes deben de estar en sus dormitorios, por ejemplo. Es importante resaltar que muchos de los estudiantes que cursaban los grados superiores se encontraban allí en Agosto por alguna materia reprobada o simplemente no quería abandonar la universidad, pero para la mayoría de los casos, entre los cuales se incluía a Alexa, los estudiantes de principios de primer semestre debían estar en esa época del año por políticas del instituto. No tenían que asistir a las clases en las que hubiera algún tipo de evaluación, pues en esos meses no tendrían calificaciones, para ser más específicos, este tiempo de asistencia no obligatoria se utilizaba para comprobar si a los estudiantes les agradaba la universidad, como un especie de introductorio de lo que vendría, y así estar preparados. Luego de ese tiempo estipulado, tenían un lapso de un mes para trasladarse por completo, por cuestiones de que venían estudiantes de todo el mundo. Gracias a esto, Alexa no se preocupaba por el tiempo ni por las obligaciones a menos que la clase le interesara mucho (que era el caso de todas), había creado un mundo completamente alterno al que tenía en casa, uno en donde los horarios fueron pulverizados y el tiempo era únicamente para inspirarse. En lo que se refería a las clases, la primera semana, Alexa ya había asistido a todas y todos los docentes sabían su nombre, ya conocía a muchas personas gracias a la ayuda que le dio James los primeros días… en general, todo resultaba de una manera extraordinaria.
Caminando por el campus, una chica llamada Noemia de la clase de historia del segundo semestre, se le acercó muy acelerada y su cabello perfectamente liso se hallaba desordenado y enmarañado por la carrera, no alcanzaba a decirle las palabras por la falta de oxígeno, pero no le dio tiempo a Alexa de saludarle.
– ¡Hola Al, ¿Cómo estás?, me alegro, ¡Oye! ¿Me haces un favor extremadamente grande? –
– Si, Noemia, en que puedo… – pero no la dejó terminar, al parecer los nervios le fueron superiores.
– ¡Qué bien!, gracias al cielo, ¡Un alma piadosa! , mira ¿Vez estos papeles? –
– Pues sí, son muy visibles –
– Bueno, son mis papeles de inscripción para las actualizaciones del semestre y si no los entrego ahora me echaran de la escuela y no sé en donde está la oficina de control estudiantil y como si fuera poco debo llevar otra carpeta fuera del campus y, y… ayúdame por favor y lleva mis papeles –
Alexa estaba impactada, ¿Cómo pudo dejar para último momento algo tan importante?, pero sabía exactamente en donde estaba ese lugar, así que para qué negar auxilio.