El padre Dojan Papunov sentía una fuerte jaqueca al acabar su misa dominical en el minúsculo pueblo de Chariná, al norte de Entre Ríos, Argentina.
Rápidamente se dirigió a su casa, aún con la sotana, aparcó frente a la modesta vivienda, y casi a las zancadas, abrió la puerta. No llegó a cerrarla cuando cayó pesadamente sobre el suelo, desmayado.
Al despertar, aún sentía una punzada en la sien derecha, pero definitivamente se sentía mejor que anoche. Al notar que dejo su puerta abierta mientras dormía, se lamentó, no por la delincuencia, pues en Chariná, un pueblo que cuenta con tan solo 114 habitantes, no existe tal cosa, sino mas bien por la vergüenza, que daría a pensar que el honorable Padre Dojan había llegado ebrio o peor.
Se dirigió a preparar un té verde, y mientras el agua se calentaba, se decidió a cambiarse, pues todavía llevaba la sotana. En ese preciso momento al desvestirse, una voz sonó en su cabeza.
-Dojan, te habla Dios. Te he elegido para evitar una tragedia de enorme magnitud.
Al padre Dojan le pasaban demasiado rápido las palabras que había soltado su supuesto "Salvador".
-Se... Se... Señor, no... no... lo comprendo- Tartamudeó
-Tranquilo hijo, vi tu entereza y amor, y eres el elegido para salvar este pueblo. Se acerca una tempestad, y todos confían en ti.- Soltó Dios, con una voz tan arrulladora como imponente.- Y no te quites la sotana. La necesitarás.
Dojan, rápidamente siguiendo las instrucciones de Dios, y con una velocidad y fuerza casi sobrehumana, construyo un escenario en el centro de la ciudad, en tan solo 10 minutos. Esto, según las instrucciones, llegaría a todas las personas y seria mas rápido que ir puerta por puerta. Se subió al escenario y anunció con el unico micrófono que tenia el pueblo, que daría un importante mensaje a las 11:00 en punto de la mañana. También anuncio que empaquen lo que puedan, y que dejen todo lo demás. Que lo mas importante es llevarse a su familia.
La hora había llegado y el pueblo se había congregado. Había caras de asombro y susto. Algunos, cuya mirada escéptica lastimaba al padre Dojan, se negaban a creer que un terremoto destruiría completamente el pueblo.
Cuando la gente entraba en pánico, se presentó el señor Aquino, uno de los 2 médicos que había en el pueblo. Se dispuso a contar toda la verdad, argumentando que había llegado la hora de decir algo que creía necesario, comenzando con la visita del padre Dojan hace 3 meses, quien le dijo que mantenga total confidencialidad sobre su visita allí. Le comentó en ese entonces sobre un dolor de cabeza muy fuerte, y Aquino, a falta de maquinaria suficiente, según los libros y experiencia previa, le diagnostico Alzheimer con principios de esquizofrenia. Papunov al saber esto, le pidió al doctor que no se lo dijera a nadie. Aquino se lo prometió siempre y cuando nadie saliera herido.
El padre Dojan se negó rotundamente a la explicación del doctor. Mientras manifestaba que debían abandonar el pueblo todos o morirían, la gente se reía o enfadaba por haber perdido el tiempo, y se iban a peso ligero.
En el centro solo quedó el padre Dojan y el doctor Aquino. El primero, resignado, bajaba del escenario mientras que el segundo, quitándose su sombrero de cuero, donde dejaba ver dos cuernos enormes un poco mas arriba de la frente, y dijo:
-No te preocupes Papunov. Si han sido tan hipócritas de no escuchar la palabra de un servidor de su señor y no creerte sin cuestionar nada, no merecen ser salvados.- Mientras soltaba una risa que podría haber escuchado toda la provincia de Entre Ríos.
Dojan entró a su casa, y al ver que nunca apagó el agua para el té y se evaporó, se dispuso a poner agua de vuelta, cuando sintió un pequeño sismo, que avisaba solo el principio del fin.