Una lágrima caía por la mejilla morena y con pecas de una mujer, mientras que tú te quedabas más quieto con tus ojos café horrorizados y llenos de angustia en la oscuridad, se extinguía tus últimos reflejos de lo que fue un amor sencillo por tu tierra y familia, que fue ultrajado por la vacía esencia del espíritu de un cóndor que con su pico te atacó, con el pretexto de libertad en sus alas que alzaban vuelo sobre las montañas que te vio nacer y morir.