Con kilos de más

2. Primer día de trabajo.

— Puedes hacerlo, Telma Wyatt. 

Telma se armó de valor en el aseo de la compañía Saavedra y acompañó a la recepcionista que la recibió en la puerta hasta la planta más alta del edificio. 

 

— Por favor, espere aquí. Avisaré al señor Rex Saavedra de que ha llegado. — Le pidió la mujer. 

Telma le asintió y se miró en un enorme espejo que había frente a la mesa de la secretaria, si finalmente firmaba un contrato y esa mesa era para ella, se vería obligada a verse todo el día en el espejo. 

Y los espejos y ella no eran buenos amigos, le recordaban constantemente que sufría de sobrepeso y que esos kilos de más no la hacían bella a los ojos de ningún hombre. 

 

— Da igual. Puedes ignorarlo. — Se dijo y se miró una vez más. 

Tenía las caderas anchas, y grasas acumuladas en la barriga y en las piernas. 

 

— Ya puede pasar. — La sorprendió la mujer que la acompañó hasta allí y Telma entró en el despacho. 

Una sala larga y espaciosa con un escritorio en forma de L al fondo. A los lados, vitrinas que mostraban miniaturas de modelos de coches de la marca Saavedra. 

 

— Toma asiento. Estaré contigo en un minuto. — Le indicó el hombre oculto detrás de varias pantallas de ordenadores. 

Telma se sentó en un sofá y esperó con su bolso encima de sus piernas. Estaba usando un pantalón negro con una camisa negra. Nunca en su vida había utilizado una falda, puede que de niña. 

Vio en su pantalón un pelo blanco de gato y lo eliminó metiéndolo en el bolsillo de la chaqueta. 

Fue al ver acercarse a Rex Saavedra que se levantó e inclinó parte de su cuerpo hacia adelante. 

 

— Gracias por la oportunidad. — Agradeció sin dar tiempo a más y se incorporó. — ¡Ah! ¿Es usted? — Se sorprendió al ver que, Rex Saavedra, su nuevo jefe era el hombre que presenció su bochornosa cita. 

Rex Saavedra observó su reloj de muñeca y la invitó a tomar asiento. 

 

— No tenemos mucho tiempo. — Apuntó. 

Telma lo vio sentarse en el sofá que había justo delante y se sentó ella también. 

 

— ¿Por qué me han escogido a mí… ? — Se mordió el labio por dentro y negó con la cabeza. 

No era bueno preguntar el motivo por el que era escogida para el trabajo. 

 

— Necesitaba una secretaria y tu currículum estaba en la bandeja de entrada. — Le explicó Rex. — Lo único que tienes que hacer hoy es coger una agenda y anotar todo lo que te diga. Vamos. — Se levantó y caminó hacia la puerta. 

Telma lo siguió lo más rápido que pudo. 

 

— ¿El trabajo es mío? ¿No tengo que pasar por una entrevista? — Se mostró insegura. 

 

— No hay tiempo para eso. Recibirá un pago extra por trabajar el día de hoy sin un aviso previo y firmará el contrato. — Contestó Rex. Sus piernas eran largas, sin duda más largas que las de Telma, lo que hacía que a la chica le costara seguir su ritmo. Al llegar al ascensor Telma lo hizo sin aliento y al ver que Rex la miraba, intentó respirar suavemente y no dar grandes bocanadas de aire. — ¿No vas a llamar al ascensor? 

 

— ¡Oh! — Telma corrió a hacerlo y Rex la vio limpiarse el sudor de la frente con la mano. 

 

— Tarda, ¿deberíamos coger las escaleras? 

 

— ¡No! — Telma volvió a pulsar el botón del ascensor. — Ya está subiendo, solo dos plantas más. — Lo miró y vio que Rex la miraba con una sonrisa divertida. ¿Se estaba burlando o mofando de ella? 

 

— Tienes razón, ya está aquí. — Dijo Rex al abrirse la puerta del ascensor. 

 

 

Telma vio aparecer dulces y dulces en la mesa de la cafetería de la empresa. Cuando vio que su ahora jefe tenía prisa no imaginó que esa prisa era por atiborrarse a dulces frente a sus empleados. 

 

— ¿Ha desayunado? — Le preguntó Rex, moviendo la cucharita dentro de una taza de café y mirándola. 

 

— Sí. 

 

— Y, ¿qué ha desayunado? — Rex agarró una magdalena y le dio un suculento bocado que hizo salivar a Telma. 

 

— Un vaso de zumo de piña. — Respondió Telma. — ¿Pensé que tenía que ir a algún lado? 

 

— Ya estamos en ese lado. No he tenido tiempo de desayunar está mañana y me pongo ansioso si no como. Si tiene hambre, coja algo. 

 

— No tengo hambre. — Mintió Telma, en realidad había decidido esa mañana ponerse a dieta. Al menos, intentarlo. 

Rex dio un segundo bocado a la magdalena y la dejó en un plato para hacerse con un croissant. Telma lo vio morder el croissant relleno de chocolate y tragó saliva. Echó la cara a un lado. Su incontinencia con los productos azucarados era en mayor parte responsable de su grosor corporal. 

 

— ¿No estará deprimida por lo que le ocurrió ayer con ese patán y por eso no come? — Le preguntó Rex y Telma lo vio lamerse su dedo índice manchado de chocolate. 

Su imagen de hombre imponente no encajaba con verlo allí devorando dulces. 

 

— No hago esas cosas. Si dejara de comer cada vez que un hombre me humilla por tener sobrepeso, estaría en los huesos. 

 

— No te vendría mal. — Dijo una mujer, alta y atractiva, que vestía un bonito vestido con el que enseñaba sus esbeltas piernas. — Perdón por interrumpir, Rex. Pero tengo todo esto para ti. — Hizo alusión a la cantidad de carpetas que cargaba en los brazos. 

Rex la ignoro, excepto por señalar a Telma y decirle. 

 

— Dáselo a ella, es mi nueva secretaria. 

Telma se levantó rápidamente para hacerse cargo y la mujer la miró de arriba a abajo. 

 

— ¿Estás seguro? Tendrás que llevarla a muchos sitios importante y si está a tu lado… — Se mordió el labio y sonrió. — Temo que te eclipse con su anchura. 

 

— Señora… — Telma agarró las carpetas. 

 

— Selena Beltrán. Directora de ventas. — Se presentó. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 17.11.2023

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